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Política

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¿Y la selva maya?... que se la lleve el tren

De 1986 a 2018, la porción de selva localizada en lo que será el área de influencia del Tren Maya registró una tasa de deforestación bruta de 13,000 hectáreas por año. Ahora, con el tren, de 2018 a 2030, aumentará a un promedio de 32,000 hectáreas por año. En la zona de influencia de esa obra prioritaria del gobierno federal, hay 2.87 millones de hectáreas de selva; solo se solicitará el cambio de uso de suelo de 6,608.37 hectáreas, que representan la mitad de la deforestación neta en un año.

Foto: Zonas residenciales en el tramo cinco que están desarrollando como parte de la construcción del proyecto del Tren Maya. Reuters

Foto: Zonas residenciales en el tramo cinco que están desarrollando como parte de la construcción del proyecto del Tren Maya. Reuters

En la península de Yucatán, todavía no terminan de desmontar todas las zonas por donde pasará el Tren Maya y aquello ya se ve como un tren sin pasajeros: donde había selva solo hay una línea larga, larga de tierra suelta, sin plantas, sin animales, sin vida y al frente pequeñas columnas de humo que sueltan las máquinas excavadoras que clavan sus cucharones en la tierra.

De 2018 a 2030, la construcción y operación del Tren Maya ocasionará que la tasa de deforestación bruta anual en su zona de influencia se incremente 15.8% (respecto de la que hubiera ocurrido si esa obra no existiera), al pasar de 32,000 a 38,000 las hectáreas que cada año serán despojadas de su riqueza forestal (que equivale a más de siete veces la superficie de la alcaldía Coyoacán de la Ciudad de México).

Incluso, si se considera la tasa de deforestación neta, es decir, tomando en cuenta la superficie que recupere cubierta vegetal, en el mismo periodo pasaría de 9,000 hectáreas al año (si no hubiera tren) a 12,000 por año, con lo cual, en esos 12 años, se habrán perdido más de 146,000 hectáreas. Eso se desprende del informe 2022 del Observatorio de Deforestación Neta Cero: Proyecto Tren Maya, de la organización Iniciativa Climática México (ICM).

De acuerdo con el Gerente de Ecosistemas y Cambio Climático de ICM, José Morales Rodríguez, la Selva Maya es el segundo ecosistema forestal tropical más extenso del continente americano. Se extiende por territorios de México, Belice y Guatemala; sin embargo, entre 2001 y 2018, se ha perdido entre 30 y 40% en la parte que corresponde al territorio mexicano. 

“Hay una deuda histórica en cuanto a atender la deforestación en la zona. Campeche, Yucatán, Chiapas y Quintana Roo se encuentran entre los 10 estados con mayor deforestación del país. Alrededor de 33% dela deforestación  del país sucede en estos estados”, refiere en entrevista.

El Tren Maya correrá en una extensión de alrededor de 1,500 kilómetros por los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo y contará con 19 estaciones y 11 paraderos en diferentes localidades. 

Desde el punto de vista del impacto ecológico, se trata de un área de influencia de 2.87 millones de hectáreas. 

Tan solo en los primeros 10 kilómetros aledaños de cada lado de la vía, implica una superficie de 1,470 kilómetros y 20 kilómetros de ancho. 

Sin embargo, las manifestaciones de impacto ambiental asociadas al proyecto, señalan que sólo se solicitará el cambio de uso de suelo de 6,608.37 hectáreas. La mitad de la tasa de deforestación neta en un año.

Para tener una idea de lo que ha significado la deforestación en la zona vale mencionar que de 1986 a 2018, la porción de selva localizada en lo que será el área de influencia del Tren Maya registró una tasa de deforestación bruta de 13,188.2 hectáreas por año.

Al respecto, el investigador del Departamento de Botánica del Campus de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad Autónoma de Yucatán, Juan Tun Garrido, llamó la atención que la deforestación en la península de Yucatán es ocasionada por una serie de factores.

Entre esas causas destacan los incendios forestales en ocasiones por prácticas de tumba rosa y quema para la agricultura; otro es la marcada época de secas de enero a mayo. Un tercero es la erosión costera, sobre todo en los bosques de manglar que sucumben ante el avance del mar tierra adentro. En la reserva ecológica de Xilán de Bravo el mar ha avanzado alrededor de 25 metros durante los últimos 25 años. 

Otro es la perturbación de vegetación costera por la actividad turística.

El especialista llama la atención sobre el daño que hace al ecosistema la ampliación de zonas habitacionales sin eficientes planes de reforestación que compense lo devastado. 

En ese sentido, indica que tan solo en la ciudad de Mérida se calcula que en el 2020 llegaron a vivir 19,000 personas, con todo lo que ello implica.

Otros factores son la ampliación de vías de comunicación, así como la ampliación de la zona agropecuaria, particularmente la instalación de granjas porcícolas, que se edifican en zonas forestales, que generan una importante cantidad de aguas residuales.

Refiere que en el sur del estado se ha registrado un incremento relevante de las zonas dedicadas al cultivo de caña de azúcar. Eso es evidente entre las ciudades de Chetumal, Quintana Roo y Escárcega, Campeche.

La deforestación que viene

Las proyecciones señalan que, si no se construyera el tren, de 2018 a 2030 se tendría una tasa de deforestación bruta de 32,868.6 hectáreas por año y con el tren se incrementará a 38,046.2 hectáreas por año (5,177.6 más) por año.

De 2030 a 2050, sin tren, la tasa bruta de deforestación sería de 2,688.7 hectáreas por año y de 7,586.2 hectáreas por año con Tren Maya (4,897.5 más por año).

Los análisis refieren que la tasa de deforestación neta entre 1986 y 2018 fue de 4,070.8 hectáreas por año, sin tren. Para el periodo 2018-2030, se estima sería de 9,786.1 sin tren y de 12,189.2 hectáreas al año con el Tren Maya, es decir 2,403.1 más.

Para el periodo 2030-2050 las tendencias que se tenían antes del tren señalaban que en ese lapso habría una tasa de deforestación de -1,973.5 hectáreas al año, pero con el tren se estima sea de 3,522.2 hectáreas al año. 

Morales Rodríguez enfatiza que hay puntos dentro del trazo del tren donde se espera se registre una mayor concentración de deforestación, por ejemplo, a la altura de Izamal y Maxcanú, Yucatán; Bacalar y la Riviera Maya, Quintana Roo; Escárcega, Campeche, así como zonas de Tabasco y Chiapas.

Si se analizan las proyecciones por estado, la transición de tierras forestales a agrícolas constituye 97% de las causas de deforestación y la tasa bruta de deforestación se incrementa 15.7% y 144.8% en el caso de la deforestación neta.

Además, llama la atención en que 75.9% de la deforestación bruta podría considerarse como ilegal.

Campeche

Destaca el caso de Campeche. Las proyecciones indican que se convertirán en sitios críticos la zona de Calakmul, concretamente en el paraje Conhuas-Xpujil, así como la zona de Hecelchakán, en las inmediaciones de la capital del estado. También se prevén puntos críticos entre Champotón y Seybaplaya. 

De hecho, esa entidad será uno de los estados con mayor deforestación derivado del proyecto. La tasa de deforestación bruta se incrementará 64.3% y 319% la deforestación neta. 93.6% de la pérdida de vegetales se deberá a transformación de tierras forestales a agrícolas y se estima que 72.6% de la deforestación bruta será ilegal.

Chiapas

En Chiapas los puntos con alto riesgo de deforestación son Palenque y en la frontera con Tabasco. En esos sitios 97% de la pérdida de vegetación se deberá a la transición de tierras forestales a agrícolas. 

Se estima que entre 1986 y 2050 la tasa de deforestación bruta se incrementará 15.7% y  144.8%, la tasa de deforestación neta. Además de que 75.9% de la deforestación bruta podría darse de manera ilegal.

Tabasco

En el caso de Tabasco, si bien durante los últimos años la deforestación ha estado dispersa, las proyecciones de 1986 a 2050 muestran una zona de deforestación muy relevante en la zona de Tenosique-El Triunfo. La tasa de deforestación bruta se espera se incremente 27.3% y la deforestación neta 97.3%. En este caso 95.9% de deforestación se explicará por la transición de tierras forestales a agrícolas y se prevé que 99.7% de la deforestación bruta será ilegal.

Quintana Roo

En el caso de Quintana Roo, hay dos puntos críticos que son Caobas-Laguna de bacalar y Tulum-Cancún.

En este caso la tasa de deforestación entre 1986 y 2050 se reducirá 7.7% y la neta 55.2%. En este caso 22.7% de la deforestación se explicará por una transición de tierras forestales a agrícolas y 28.2% a asentamientos humanos. En este caso, 72.6% de la deforestación bruta será ilegal.

Yucatán

En el caso de Yucatán se prevé que registre una reducción en la tasa de deforestación; sin embargo, se concentrará principalmente en Mérida y sus inmediaciones, hacia Umán y en la zona de Izamal.

Las proyecciones 1986-2050 estiman que la tasa de deforestación bruta se reducirá 66.9%. Ahí, 84.9% de la deforestación se deberá a la transición de tierras forestales asentamientos humanos y solo 5.9% a transformación en tierras agrícolas y se estima que 6.9% será ilegal.

Morales Rodríguez reiteró que en la deforestación anteriormente descrita solo se contempla la operación del Tren Maya, por lo que habrá que sumarle la ocasionada por otras causas.

Explica que uno de los problemas es la fragmentación de los ecosistemas que habrá, lo cual tendrá un impacto en los denominados servicios ambientales que proporciona la selva, como recarga de agua en mantos freáticos, captura de carbono, generación de aire, entre otros.

Lo que pasará es que al intervenir la selva iniciará un proceso de degradación de los ecosistemas, lo cual puede derivar deforestación, advierte.

Ante ese panorama, investigadores y activistas enfatizan que la pregunta que se debe hacer es ¿qué tipo de desarrollo es el que queremos para el sureste mexicano?, sobre todo cuando, con el argumento de llevar desarrollo al sur del país, hoy se implementa un proyecto prioritario del gobierno federal que implica que a enormes franjas de la selva se las lleve el tren.

diego.badillo@eleconomista.mx

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Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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