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Ser intolerante
Al iniciar esta semana, la cadena minorista estadounidense Target decidió cancelar sus políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI). Como se sabe, estas políticas se refieren a los esfuerzos para aumentar el acceso a la educación superior y el empleo para personas de diversos orígenes socioeconómicos, razas y géneros.
Target era conocida por su posición de apoyo a la comunidad LGBT+ y las minorías raciales, pero ahora ha tirado a la basura las metas que estableció hace años. Con esto, la empresa se sumó a otras que han cancelado o disminuido sus políticas DEI: Meta, McDonald’s, Walmart, Ford, Boeing y un número creciente de ellas. El ejemplo cunde y no solo en Estados Unidos.
Muchas de las compañías que impulsaban políticas incluyentes se han plegado, por convicción o miedo a las presiones del presidente Trump y su pandilla conservadora y ultraconservadora de activistas y funcionarios. Durante la campaña, el hombre naranja colocó en la mente de muchos estadounidenses que el enemigo nacional eran los migrantes, en especial los que parecen ser mexicanos. Pero, por extensión, atacó a los programas DEI.
Hace unos días, el habitante de la Casa Blanca revocó la orden ejecutiva 11246, establecida por el presidente Lyndon B. Johnson en 1965, que de alguna manera fue la primera piedra para políticas y programas que se extendieron durante seis décadas y que impulsaron diversidad, equidad e inclusión no sólo en el gobierno, sino también en las escuelas, centros de salud y la sociedad misma.
Se acusa a las políticas DEI de ser discriminatorias en perjuicio de la población blanca (léase hombres WASP). Es cierto, se trata de una discriminación positiva encaminada a tratar de compensar las desventajas sociales reales que tienen las mujeres, las minorías raciales y las comunidades LGBT+, en especial las personas trans, sobre las que hay una especie de ataque más profundo y violento.
La decisión de Trump atañe a las esferas gubernamentales, pero no a las empresas o los gobiernos estatales, pero la presión está haciendo que estos cedan, incluso entre gobernantes demócratas. La ola conservadora, que probablemente comenzó en junio de 2022 con la sentencia de la Corte Suprema de Estados Unidos que anuló el derecho al aborto, está creciendo.
En ese camino, la asistencia a la toma de posesión del presidente 47 de los Estados Unidos de algunos de los principales líderes y dueños de gigantes tecnológicas como Google, Apple, Tesla, Amazon, TikTok y Open AI tiene un simbolismo amenazante. Es difícil saber si trabajan para Trump o es al revés, pero lo cierto es que cada vez más comparten las mismas ideas. Meta (Facebook e Instagram) se han unido a Twitter en la decisión de eliminar “cualquier asomo de limitación de la libertad de opinión” y terminar con los esfuerzos de verificación de la información y luchar contra las noticias falsas. Tik Tok terminará en manos de uno de estos billonarios y se sumará a la corriente.
Trump es un enemigo de los medios, en especial de los tradicionales como el Washington Post (WP) y el New York Times. Ha acusado de “fake news” toda información que no le gusta, así sea verdadera. Para todos los ingenuos analistas que alguna vez señalaron que la prensa norteamericana era muy fuerte y resistiría, ahí está el caso de Jeff Bezos y el WP, un episodio de autocensura, la censura más vergonzosa. Una situación parecida se dio en Los Angeles Times, que se autocensuró por decisión de su propietario, Patrick Soon-Shiong. Hay más casos: las cadenas ABC, CBS y CNN también han sufrido los embates.
Trump ha acusado a la prensa de ser enemiga de los valores norteamericanos y en más de una ocasión ha llamado a agredirla. Se podría creer que este llamado no afecta mucho a la prensa, pero en 2023 una encuesta arrojó que casi tres cuartas partes de los estadounidenses creen que los medios de comunicación aumentan la polarización política en el país y poco menos de la mitad dice tener poca o nula confianza en ellos.
Una anécdota que ejemplifica el clima existente en Estados Unidos: Selena Gómez subió a las redes un video en donde lloraba por las deportaciones masivas, sobre todo por la suerte de los niños. Muchos de sus seguidores la criticaron, pero un político republicano llamado Sam Parker fue más allá y la acusó de estar más preocupada por los migrantes que por los Estados Unidos y sugirió que tal vez había que deportarla a México, a pesar de que ella nació en los Estados Unidos. Hay un ambiente de persecución y exclusión.
Quienes piensan que Trump es otro populista se equivocan. Es el primer paso a una pesadilla. Descubro que hay que ser intolerantes ante los intolerantes porque no hay manera de llegar a acuerdos con ellos.
Parafraseando a Dylan Thomas: no entremos dócilmente en esa noche, antes debemos arder y delirar, enfurecernos ante la muerte de la luz.