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Mi amigo robot
Kevin lucha contra su dispraxia con la ayuda de Cosmobot, el cual fue integrado a su terapia hace un año con grandes resultados.
En una clínica de Crofton, en los suburbios de Washington, Kevin aprende a dirigir al robot con el lenguaje de señas.
La máquina lo ayuda a combatir su dispraxia, una enfermedad que le impide pronunciar las consonantes, vincular las causas y los efectos o comprender conceptos simples como "más rápido" o "mejor".
Posado sobre una mesa, Cosmobot, que mide 50 cm de altura, luce como un personaje de dibujo animado de ciencia ficción, con sus grandes ojos y sus colores vivos, amarillo y azul.
Desde que Cosmobot fue integrado a la terapia hace un año, los avances de Kevin han sido asombrosos, confía su mamá, Patty Fitzgerald.
"Su maestra me dice que incluso a veces levanta la mano en clase para responder a sus preguntas. Jamás habría hecho eso antes. Esto sin dudas mejoró su voluntad de hablar", relató.
Kevin le ha tomado tanto cariño al robot que se viste como él, de azul y amarillo. "Es una manera de decir: ¡somos amigos!", explica Fitzgerald.
Para los creadores de Cosmobot, la robótica abre nuevos caminos terapéuticos. Al crear un personaje ficticio, se le da al niño un interlocutor más accesible.
"Nuestra esperanza es que si el niño logra comunicarse con el robot -lo que de hecho ocurre- en una segunda etapa podrá comunicarse directamente con otros niños o con los adultos", explicó Corinna Lathan, inventora del robot.
Cosmobot está programado para responder a los movimientos y a la voz, pero también puede ser activado mediante un tablero con cuatro botones denominado "Misión control". Puede moverse, repetir frases, desplazarse y ayudar al niño con sus ejercicios.
Con la ayuda de un guante equipado con captores, el niño puede hacer mover el robot o copiar los movimientos de la máquina si se lo piden sus instructores, que buscan reforzar sus músculos y sus capacidades motrices.
"Marcha muy bien", se entusiasma la terapeuta Krista Coleman-Wood, de la Clínica Mayo, un prestigioso establecimiento de Minnesota (norte de Estados Unidos) interesado en el proyecto.
Aunque es demasiado pronto para decir si esto funciona mejor que una terapia clásica, el lado lúdico inclina la balanza en favor del robot. De otra forma, "tener que levantar y mover el puño repetidamente se vuelve rápidamente aburrido", explica Coleman-Wood.
La Clínica Mayo ha iniciado estudios médicos para ver si el robot podría ayudar a niños que sufran parálisis cerebral.
Según la creadora del robot, Cosmobot puede también ayudar a combatir problemas de comportamiento, especialmente la falta de concentración que afecta el aprendizaje de numerosos niños.
En el caso de Kevin, la ayuda del robot debería permitirle seguir en el sistema escolar clásico, aunque necesite algunas adaptaciones especiales.
"Comenzó a aprender a leer y a contar y puede ahora escribir su nombre", celebra su mamá. "La vida familiar es más fácil. Podemos ahora ir a un restaurante y explicarle que no hay que tirar los cubiertos al piso y que es mejor usar una cuchara en vez de sus dedos para comer".
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