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El anuncio
En un hecho inaudito el presidente López, en la mañanera del jueves pasado, dio a conocer la decisión que había tomado la Junta de Gobierno del Banco de México de incrementar la tasa de fondeo a un día en 50 puntos base para situarla en 6.5%, siendo que este anuncio es facultad exclusiva del banco central. Más tarde el presidente señaló que pensó que el Banco ya había hecho pública su decisión y ofreció una “disculpa” a la gobernadora y los subgobernadores, reafirmando de paso su respeto a la autonomía del instituto central. Posteriormente reveló que fue el Secretario de Hacienda quién le informó de la decisión de la Junta de Gobierno.
Hay varios puntos que vale la pena comentar sobre este suceso, de lejos un hecho “desafortunado” como algunos lo calificaron.
Primero, está el hecho de que haya sido el Secretario de Hacienda quién le informó al presidente. Este funcionario, junto con el subsecretario del ramo, asisten en calidad de invitados a las juntas de gobierno del Banco de México. Ellos pueden participar en dichas reuniones donde tienen voz, pero no voto y, como lo establece el artículo 45 de la ley del Banco de México: “Quienes asistan a las sesiones deberán guardar confidencialidad respecto a los asuntos que se traten en ellas, salvo autorización expresa de la Junta de Gobierno para hacer alguna comunicación”. Surgen varias preguntas. ¿Tenía el secretario la autorización para informarle al presidente? Si no tenía la autorización y violó la ley, ¿cuál es la pena? ¿Debe renunciar? ¿Es práctica común que el secretario le informe al presidente lo que se acuerda en las juntas o es la primera vez que esto sucede? Si el secretario sabe que el informe oficial de las decisiones de política monetaria es facultad exclusiva del Banco de México y sabe además que el “pecho del presidente no es bodega”, ¿por qué se lo dijo?
Segundo, ¿fue un simple descuido del presidente? Sabemos que él no da paso sin huarache y aunque afirme que él es respetuoso de la autonomía del Banco de México, esta no es la primera vez que tiene un diferendo con el banco central, como cuando reclamó que no le entregaban de manera anticipada los remanentes de operación siendo que la ley expresamente lo prohíbe o cuando no veía mayor problema de que el Banco adquiriera los dólares en efectivo en poder de un banco comercial. El presidente realmente desearía que el banco central no fuese autónomo para poder influir directamente en las decisiones de política monetaria, particularmente en lo que respecta al financiamiento primario del banco central al gobierno y a la utilización de las reservas internacionales, más aún cuando durante los próximos tres años habrá un significativo deterioro de las finanzas públicas que obligarán al gobierno a reducir su gasto y/o incrementar el flujo de endeudamiento.
Tercero, la confianza en el banco central. En el manejo de la política monetaria uno de los elementos centrales es la credibilidad que tengan las acciones que tome el banco para el logro de sus objetivos. El banco central tiene que tener una eficiente y transparente política de comunicación respecto de las decisiones que tome, resaltando la explicación de por qué se tomó la decisión, cuál es el objetivo buscado, cuáles son los mecanismos de transmisión de la decisión tomada y quienes y cómo participaron en la decisión. Esta política de comunicación es esencial para poder influir en la formación de expectativas de inflación y contribuir así a la consecución del objetivo deseado. La indiscreción del Secretario de Hacienda daña esa política de comunicación del Banco y le puede restar credibilidad y confianza; es inaceptable lo que él y el presidente hicieron.
Por último, en medio del escándalo pasó desapercibida la afirmación que hizo el presidente cuando dijo que “cuando aumentan las tasas de interés hay menos inversión y se supone que baja la inflación; es un mecanismo de control”. Ya sabemos a quién le echará la culpa cuando la inversión privada no repunte, no importa que la principal razón sea la desconfianza que él mismo genera.
Twitter: @econoclasta