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Opinión

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Sheinbaum, la princesa de izquierda

La doctora Claudia Sheinbaum quiere ser presidenta de la República. Para lograrlo debe ganar la nominación, mediante encuesta, como candidata de Morena. La encuesta medirá, entre otras cosas, el nivel de reconocimiento (fama) de los distintos individuos incluidos en el ejercicio cuantitativo. Supongo que en pos de aumentar dicho porcentaje de popularidad, aunque sea negativo, sus asesores le recomiendan soltar frases estridentes, que llamen la atención, que le den primeras planas y se vuelvan trending topics en redes sociales, que se hable de ella, pues.

Luego, siempre puede echarse para atrás, pero el estruendo está hecho, el golpe dado. De qué otra manera se puede explicar que, justo antes del 8 de marzo, la jefa de gobierno suelte en su gira por Morelia lo siguiente: “Las mujeres que no quieren ello (instalar la réplica de la joven de Amajac donde antes estuvo la estatua de Colón) en el fondo son profundamente racistas y clasistas”. Aunque se echó para atrás, sonó a que se refería a todas las mujeres que integran las colectivas que han resignificado la glorieta de Colón, como la de las mujeres que luchan. En este mismo periódico, ayer martes 7 de marzo, Lucía Melgar expuso un punto central al respecto: “Semejante acusación, aunada al afán de imponer la estatua de ‘la joven de Amajac’, pasa por alto que el símbolo de la mujer que lucha carece de rasgos étnicos o de clase: es una silueta femenina morada, color asociado al feminismo, nada más. Descalifica a mujeres indígenas que, el año pasado en una reunión en la Glorieta afirmaron que no se identifican con esa figura pétrea porque representa a una princesa que vivió ‘en paños de oro’. Estigmatiza arteramente a madres, familiares de víctimas y sobrevivientes que consideran éste un lugar emblemático de la resistencia actual, viva, contra la violencia y la impunidad”. Sheinbaum piensa, igual que el presidente López Obrador, que toda lucha que no es contra la pobreza económica, es una lucha fifí. En ese tenor, la lucha feminista es fifí porque pretende el reconocimiento de derechos sociales que no pasan forzosamente por el combate a la pobreza (le falta leer “Las mujeres y el desarrollo humano” de Nussbaum: la libertad de las mujeres dispara el desarrollo económico).

Qué duda cabe que México es un lugar hostil y opresor en contra de los pueblos originarios. Lo ha sido, al menos, desde la llegada de Colón (no olvidemos que los mexicas subyugaron a buena parte de Mesoamérica y que en alguna medida gracias a dicha violencia Cortés sumó a su bando a muchos pueblos de los que se encontró en el camino de Veracruz a Tenochtitlán). En ese sentido puedo entender el discurso Sheinbaumista de suplir al europeo opresor por la indígena libre. Además, esa movida la hermana con la izquierda latinoamericana entre la que Morena se siente más cómoda: la bolivariana. Izquierda que muchas veces parece poco preocupada por los derechos de las personas, que parece preferir los grandes discursos que la lucha palpable por acabar, entre otras, con la violencia feminicida. Izquierda de monumentos muertos y no de monumentas vivas. Si lo vemos bien, Sheinbaum quiere quitar a un súbdito para poner a una princesa, la princesa de izquierda.

Twitter@munozoliveira

L.M. Oliveira es escritor. Autor de "El mismo polvo" y "El oficio de la venganza". Es Titular A en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y El Caribe.

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