Diego Luna repasa su vida y trayectoria profesional

Guadalajara, Jalisco. El teatro, sin duda, es la parte del trabajo que más ama Diego Luna. Es este tipo de arte histriónico, el de la escena, donde el margen para los errores es mucho menor, o más bien está hecho para quienes son capaces de transformar el error en una cualidad de su trabajo. El teatro que se rige bajo esas características, es el nicho, la casa, ese sitio al que el reconocido actor mexicano siempre regresa.

Eso queda claro durante la primera aparición pública de varias que Diego Luna tiene programadas para la edición 39 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), particularmente, para presentar su libro “Diego Luna: La neta es chida pero inalcanzable”, un ejemplar rico en ilustraciones y textos sobre el trabajo fílmico de Luna y su vida como un todo, dado que es miembro de una familia creativa por excelencia, con su padre Alejandro Luna (fallecido en diciembre de 2022), quizás el escenógrafo más importante del siglo XX en México, y su madre Fiona Alexander, diseñadora de escena y vestuarista fundamental de la disciplina.

“Empiezo por agradecer a mi papá, porque, además, él ayudó a construir este teatro”, dice Diego frente a una abarrotada Sala 2 del Complejo Santander de Artes Escénicas.

“Mi papá me trajo al teatro y me sentó ahí, sin que yo se lo pidiera. Solíamos recordar mucho ese momento, porque, en un acto de total irresponsabilidad me dejó ver teatro; me dejó ver todo el teatro que se hacía en el INBAL, en la UNAM, en las muestras nacionales de teatro. Aquí, en Guadalajara, pero también íbamos a Monterrey y a Tijuana. Me sentó a ver cómo se hacía el teatro, qué pasaba cuando llegaban ustedes (el público) y se sentaban y cuando se iban, también cuando los de aquí (los actores) se bajaban (del escenario). Así fue como la vida me fue envolviendo hasta llegar a este momento”, evoca mientras observa el espacio pletórico.

Después de hacer referencia sobre la formación teatral que le regaló su padre, saca su celular y dice: “es más, si me permiten, esto lo tengo que compartir con mis hijos y con mi pareja. Les voy a tomar una foto. Es que no tienen idea. Muy poca gente sabe cómo se ve de aquí pa’llá (desde el escenario) y, sobre todo, cuando hay público, es chingonsísimo; aunque luego es duro también”, dice sobre las puestas en escena que no en pocas ocasiones tienen que hacerse con la mínima asistencia.

Diego Luna en la TV, el teatro y el cine

Luna se muestra muy abierto, sencillo, bromista, como si estuviera hablando con un par de amigos en su departamento, como si siguiera viviendo en la Ciudad de México, con el mismo acento, el mismo humor mexicano, las mismas bromas a veces subidas de tono para quienes le rodeaban que, por cierto, además del público, eran el cineasta Roberto Fiesco y el ilustrador Alejandro Magallanes. Con ambos trabajó para hacer posible la publicación de su libro. Y es precisamente Fiesco el encargado de moderar esta conversación, y comienza con una pregunta que, todo el mundo lo sabe, no es la favorita de Luna: su participación en la televisión, particularmente en la telenovela “El premio mayor”. Pero Diego lo toma con soltura y bromea al respecto.

Interpelado por Roberto Fiesco, el actor, productor y director de cine se extiende sobre los puntos medulares de su formación histriónica.

“Siento que todo empezó cuando, una vez, (el dramaturgo) Luis de Tavira fue a ver a mi papá. Entonces vivíamos en una casa en Coyoacán. Acababa de morir (el actor) Julio Castillo. Al poco rato se me acercó De Tavira y me dijo: ‘¿quieres hacer una obra de teatro? Le vamos a hacer el homenaje a Julio y su hijo ya no puede hacer el personaje de la obra De película’, porque además es una obra que trata sobre una sala de cine y los personajes están viendo de frente al público, donde la cuarta pared es justo la pantalla. Es una obra de teatro sobre cine. Curioso. Y allí empezó todo”.

Así comenzó un tren que se ha detenido en distintas estaciones en la carrera profesional de Diego Luna, pero nunca ha frenado definitivamente su marcha, ni se ha visto en la necesidad de repetir el rumbo. Es el tren del artista tan completo como Diego Luna, el suelto actor de teatro, el director de películas de gran calado, el protagonista de proyectos fílmicos que han tatuado una nueva identidad en el cine mexicano, como “Y tu mamá también” (2001), de Alfonso Cuarón, y también estelar de megaproducciones de Hollywood que propulsan aún más su presencia global, como la cinta “Rogue One” (2016) y recientemente la serie dedicada al personaje que Luna interpreta en este filme del universo de “Star Wars”.

Ahora bien, amplía el célebre invitado del FICG: “le debo mucho al teatro, porque me mantiene aterrizado, pero al cine sobre todo le debo que me enseñó que había una oportunidad de hacer audiovisual de una forma mucho más artesanal, con mucho más tiempo de reflexión. Y tuve que pasar por ahí, que fue hasta los 19 años, para darme cuenta y decidir que ya no me iba a echar otra telenovela nunca más”, bromea pero no desaprovecha la oportunidad para extender su reflexión sobre la televisión:

“Es interesante lo que le ha pasado a la televisión. Es un foro para muchísimas y muchísimos creadores jóvenes frente a un cine que quizás toma cada vez menos riesgos, mientras que es a través de la televisión que hoy conocemos a muchos y muchas directoras, pero en esa época la televisión tendía a nublar la vista. Yo necesité a ciertos personajes como para despertar y salir de allí. Creo que Alfonso Cuarón y el proceso de ‘Y tu mamá también’ fue vital para exorcizar muchas cosas y darme cuenta de que quería hacer otro tipo de trabajo”.

“La naturaleza de las películas es que no sucedan”

Por otro lado, Luna, quien es director de cintas como “Cesar Chavez” (2014), “Abel” (2010) y “J.C. Chávez” (2007), se expresa sobre las bondades pero también sobre las adversidades del séptimo arte. Lo dice así:

“Como dice Gael (García Bernal) que dice (Guillermo) Del Toro: la naturaleza de las películas es que no sucedan, que no existan. Ésa es la norma. La cantidad de ideas que uno tiene y que terminan sin ejecutarse en el cine es brutal. Entonces, para el momento en que ya estás ahí, en el que sí tienes una cámara, más te vale saber por qué das cada paso”.

Finalmente, Diego Luna, un profesional experimentado en el arte de interpretar, destaca que “la fortuna de este oficio es que lo que te va pasando en la vida va alimentando a los personajes que representas y las complejidades a las que te vas enfrentando se vuelven útiles en tu trabajo. No es que sea uno mezquino, pero si te sucede algo cabrón en la vida y pasas por una experiencia durísima, ésa es materia prima para lo que hacemos. Y he sabido ser muy agradecido con eso siempre (…) en el cine cabe todo. Si el cine no funciona como espejo, si no funciona como un reflejo, si no se conecta con lo más profundo de nuestro contexto, con lo que somos en comunidad, no tiene sentido. El cine existe para eso”, dice y cierra el círculo de la conversación:

“Nunca vi a mi papá trabajando en una obra de teatro que no hablara de algo que no le importara. Nunca vi a nadie de mi comunidad cercana, de mi familia del teatro, pararse en un escenario sin convicción”.

La noche de este jueves, Diego Luna presentó el documental “Estado de silencio”, producido por él mismo junto con su colega y amigo “charolastra”, Gael García Bernal, en el que se retrata la situación de violencia, censura y hostigamiento que padecen los periodistas del país. Esta cinta se presentó la semana pasada en el Festival de Tribeca, en Nueva York.

Más adelante, el sábado, durante la clausura del FICG, Luna recibirá el Premio Mayahuel de Plata a manera de homenaje por su carrera artística.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx