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El enigma de la supervivencia de las lenguas indígenas en México

Hace tiempo que se ha demostrado que hablar la lengua dominante en cualquier lugar del mundo conlleva beneficios desde el punto de vista económico. Sobre todo cuando se trata de perspectivas laborales.

Diversos estudios demuestran que hablar la lengua dominante ayuda a conseguir un trabajo, por ejemplo, en sectores orientados a la exportación o en la función pública.

Sin embargo, cuando se trata de lenguas minoritarias, y sobre todo autóctonas, rara vez se mencionan los beneficios económicos. A menudo se da por sentado que es precisamente la falta de oportunidades económicas lo que impulsa el cambio lingüístico, la adopción de lenguas económicamente dominantes de una generación a otra.

Los sociolingüistas sugieren que en el próximo siglo desaparecerán el 90 % de las lenguas del mundo. Este cambio está impulsado sobre todo por las lenguas más grandes, a menudo coloniales, que dominan las economías, los sistemas educativos y la gobernanza.

Por ejemplo, los beneficios que tiene ser anglófono en la India –lo que los sociolingüistas denominan el “English premium”– están bien documentados.

En un estudio reciente, analizamos las lenguas minoritarias en México, la mayoría de las cuales están en declive, con focos persistentes de resistencia. Descubrimos que, incluso con un apoyo estatal mínimo, las lenguas han sido capaces de mantenerse “vivas” dentro de redes sociales estrechas y mercados laborales especializados.

Beneficios económicos

Antes de que España colonizara México en el siglo XV, se calcula que existían unas 350 lenguas indígenas. En 1820, alrededor del 60 % de la población mexicana aún las hablaba.

En el siglo XIX, esta cifra disminuyó considerablemente. En 1889 era del 38 %; en 1930 del 16 % y en 2020, sólo el 5,8 %. Los expertos calculan que 282 de estas lenguas indígenas han desaparecido. De las 68 que han sobrevivido, las tres más habladas son el náhuatl, el maya y el tzeltal, que representan el 1,44 %, el 0,72 % y el 0,46 % de la población, respectivamente.

En la mayoría de los países, medir los beneficios económicos de las lenguas minoritarias es difícil porque suelen ser habladas por minorías étnicas, que suelen tener una mayor incidencia de pobreza que la mayoría. Este es también el caso de México.

En la mayor parte de los países también suele ser difícil acceder a los datos necesarios para comparar la transmisión lingüística entre generaciones. Sin embargo, el censo mexicano documenta el paso de las lenguas dentro de las familias, pues se pregunta a los encuestados tanto por grupo étnico como por el conocimiento de la lengua.

Para nuestro estudio, nos centramos en 34 lenguas nativas, entre ellas el náhuatl, el maya, el tzeltal, el mixteco, el tzotzil, el zapoteco, el otomí y el chol. Aumentamos los datos del censo de 2000, 2010 y 2015 con encuestas de ingreso de hogares de 2014-2018. Con ellas, creamos grupos de comparación estrechamente similares de personas indígenas que han mantenido su bilingüismo y las comparamos con personas similares (desde el punto de vista social, demográfico y geográfico) pero que a su vez han abandonado la lengua autóctona y solo hablan español.

Esta comparación revela que las personas bilingües tienen dos puntos porcentuales más de probabilidades de estar empleadas. Sus salarios son, en promedio, también un 5 % más altos. Este hallazgo no se trata de una peculiaridad de un grupo concreto, ya que, de las 34 lenguas estudiadas, 16 presentan ventajas laborales estadísticamente significativas.

La conclusión es contraria a la opinión de que las lenguas minoritarias carecen de valor económico. El estudio revela que los beneficios proceden sobre todo de la agricultura, la artesanía y otras ocupaciones tradicionales. También encontramos beneficios económicos en el extremo superior de la escala educativa, ya que algunos indígenas con un alto nivel educativo tienen más probabilidades de ser contratados debido a su bilingüismo.

Transmisión de la lengua

Conectamos esto con datos sobre más de 200 000 familias bilingües procedentes de censos mexicanos para identificar patrones en la forma en que se transmite la lengua a los hijos. Los datos muestran cómo la transmisión de la lengua está influida sobre todo por la estructura familiar y el entorno social.

Si ambos progenitores saben hablar la lengua indígena, hay un 73 % de probabilidades de que se transmita a los hijos. Pero si uno de los progenitores sólo habla español, la probabilidad de transmisión desciende a solamente 5-8 %. Esto pone de manifiesto la vulnerabilidad de las lenguas minoritarias en los matrimonios mixtos.

Otro factor importante es el número de hablantes nativos de la lengua en la localidad o en el hogar, como con los abuelos. Cuantos más miembros haya, más probabilidades habrá de que la lengua se transmita a la siguiente generación.

También descubrimos que, en las zonas rurales, donde vive el 68 % de los indígenas, las lenguas indígenas que ofrecen más oportunidades de empleo también tienen más probabilidades de transmitirse a la siguiente generación.

La mayoría de las lenguas indígenas de México sólo se llegan a fomentar en los niveles elementales de la educación, y esto sucede en localidades esparzas. A su vez, los servicios gubernamentales rara vez se prestan en estas lenguas. De este modo, que una lengua sobreviva o se extinga depende en gran medida de su red, ya que esta determina el grado de transmisión entre generaciones. El apoyo estatal puede marcar una gran diferencia, sobre todo si, como sugieren nuestros resultados, se centra en generar oportunidades económicas alrededor del conocimiento de la lengua.

Panu Pelkonen, Senior Lecturer in Economics, University of Sussex and Diego De la Fuente Stevens, Lecturer at the Department of Economics, University of Sussex

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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