Buscar
Arte e Ideas

Lectura 5:00 min

En Chile, pistas para prever megaterremotos

Un equipo monitoreaba la brecha donde se produjo el movimiento telúrico que devastó la ciudad de Iquique.

Una serie de eventos de deslizamiento lento, es decir, movimientos de la tierra de baja intensidad, pueden ser un potencial mecanismo de activación de los grandes terremotos ; ésta es la teoría recientemente presentada por Sergio Ruiz, profesor del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile, cuyo reporte, que salió publicado la semana pasada en la revista Science, podría considerarse un primer paso en la predicción de megaterremotos.

Para que entendamos la propuesta se requieren algunos elementos técnicos: una zona de subducción se produce cuando dos placas tectónicas (segmentos de movimiento masivo de la corteza terrestre) chocan y una placa se hunde (es subducida) bajo la otra. La subducción se produce sólo en los océanos e involucra a dos placas oceánicas o a una placa oceánica y una placa continental.

En el norte de Chile, existe una zona de subducción bien identificada, es una zona que desde 1877 (cuando hubo un temblor de 8.8 megavatios), no presentaba actividad telúrica relevante, a este fenómeno, se le llama brecha sísmica, un espacio donde a pesar de tener una historia de sismicidad conocida, no se han producido terremotos ni ha presentado actividad sísmica relevante en 30 años.

Sin embargo, esto cambió el 1° de abril del 2014 en Chile, ya que se presentó un terremoto de 8.1 megavatios (Mw), u 8.2 grados Richter, en el norte del país, en la zona de Iquique, el cual provocó la ruptura considerable de esta brecha.

LOS SIGNOS PREVIOS A UN GRAN TERREMOTO

El terremoto de abril ocurrió en una zona especialmente monitoreada, sobre todo desde el 2008, cuando empezó a aumentar la actividad sísmica en la zona. Así, se pudieron estudiar los movimientos de la tierra antes de que ocurriera el megaterremoto, gracias a los datos continuos del GPS y las series de tiempo registradas en las estaciones locales en tierra.

Datos como los obtenidos por Ruiz y su equipo no están comúnmente disponibles después de grandes terremotos, sin embargo, en este caso se contaba con un cuidadoso monitoreo.

Con ello, los investigadores pudieron estimar el movimiento a alta resolución durante los meses previos al primero de abril y concluyeron lo siguiente:

La sismicidad alejada de la costa comenzó a aumentar de manera significativa en enero del 2014, pues varios eventos telúricos continuaron hacia el norte. Después del 16 de marzo, la estación GPS en tierra detectó un fuerte deslizamiento de 6.7 Mw situado en la misma zona donde se produjo el sismo principal, de ahí se produjeron varios terremotos sucesivos que excedían de 6 Mw, hasta que se produjo el del 1 de abril.

Con estos datos, Sergio Ruiz y su equipo detectaron que esta actividad sísmica era parte de un supuesto caso de deslizamiento lento de liberación de energía en un período de meses, o incluso años, aproximadamente comenzando en el 2008, en lugar de sólo segundos o minutos.

¿SE PUEDE PREDECIR?

Usualmente, se considera que una falla que está deslizándose constantemente (como es el caso) libera la tensión y no la acumula, y por tanto, cabe esperar grandes terremotos en esa zona. Además, esa zona al norte de Chile es considerada una zona de acoplamiento bajo, es decir, que las placas tectónicas tienen choques leves y muy esporádicos y no provocan grandes movimientos. Por ello, el terremoto de abril fue tan sorprendente y devastador.

Los investigadores interpretan la secuencia de los datos de enero a abril como el último paso de un muy lento deslizamiento que pudo haber iniciado en el 2008 y en el que la zona de acoplamiento bajo pudo haber jugado un papel importante. Comparado con otros temblores, como el de 2011 en Tohoku, Japón, el tamaño y la duración de los eventos precursores del de Chile son únicos. Sin embargo, los deslizamientos lentos como los observados en Chile pueden ser un potencial mecanismo de desencadenamiento de grandes temblores.

UNA BRECHA EN MÉXICO

Como ya se publicó en estas páginas el 11 de julio, en México contamos con una brecha de gran importancia. Se ubica bajo el mar, frente a Guerrero, entre Acapulco y Zihuatanejo, donde no se ha generado un movimiento telúrico de importancia en 103 años.

En esa nota, Cinna Lomnitz, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM, comentó que nadie tiene mayor información de cómo es el material rocoso a grandes profundidades, de qué está hecho y cómo se comporta. Para realizar dichas exploraciones se requiere de mucho capital y los resultados podrían ser inciertos .

De ahí la importancia de la investigación realizada en Chile, que con no muchos recursos permite, si no conocer el material rocoso de la brecha, sí estudiar su comportamiento desde tierra. Además de que quizá en un futuro próximo se puedan detectar movimientos que nos permitan, a chilenos, mexicanos o japoneses, estar prevenidos para un gran terremoto.

Infografia

nelly.toche@eleconomista.mx

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas