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Arte e Ideas

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Etiquetado de alimentos, un pendiente obligado en México

600 millones de personas en el mundo enferman por consumir alimentos contaminados.

Por primera vez, este 7 de junio se celebra el Día Mundial de la Inocuidad Alimentaria, una fecha establecida por la Organización de las Nacionales Unidas para crear conciencia sobre la seguridad de los alimentos destinados al consumo humano, ya que se calcula que cada año 600 millones de personas en el mundo se enferman por consumir alimentos y agua contaminados.

De acuerdo con la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la vigilancia de los alimentos incluyen aspectos en la nutrición animal, la exposición a contaminantes, el uso responsable de plaguicidas, la aplicación de biotecnología y el etiquetado de los alimentos, este último aspecto es “uno de los instrumentos más importantes de los que puede hacer uso el consumidor para elegir con fundamento alimentos saludables e inocuos; sin embargo, el tema en México se está atrasando tremendamente”, denuncia el doctor Fernando Pérez Galaz, director de la clínica integral de obesidad y sobrepeso Balianz, en entrevista.

A la vista de muchos, las etiquetas forman parte irrelevante del empaque de los alimentos; sin embargo, su importancia está en la descripción del tipo y calidad de alimento. En el 2014 el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) realizó un estudio que evaluó el etiquetado actual, incluyó estudiantes de nutrición, de ellos, solamente 12.5% y menos de 10% del resto de los participantes (que no eran personal de salud) entendieron el etiquetado. “Que nueve de cada 10 personas no entiendan qué es lo que están ingiriendo es no tener una decisión informada que favorezca a su salud”, condenó el especialista.

Las guías de alimentación que tiene México curiosamente vienen de Europa, explicó el doctor Pérez Galaz, se trata de las Guías Diarias de Alimentación o GDA, y el instituto que las ideó y fabricó está patrocinado por la propia industria de alimentos ultraprocesados, desde ese punto ya se tiene un sesgo importante, “no funcionan”.

En contraste, Chile fue el primer país en el 2016 donde hicieron cambios a nivel legal y generaron el llamado etiquetado de emergencia, el cual permite que rápidamente el consumidor tenga mayor información sobre concentración de azúcares, sodio y grasas. Se hace a través de unos octágonos de color negro y los alimentos con alto contenido de estos elementos tienen un señalamiento que lo advierte.

Francia, desde el 2017, está cambiando su etiquetado a un Nutriscore, un sistema de colores que va de la A a la D, donde la D indica alimentos menos saludables, fue desarrollado por un equipo de investigadores de Oxford y validado por la Food Standars Agency, también la Organización Mundial de la Salud lo ha valorado positivamente, pues algunos estudios demuestran que este nivel de puntuación genera una mejora nutricional de 9.3% en las cestas de compra.

Sin embargo, en México, el 8 de mayo la Suprema Corte de Justicia de la Nación rechazó modificar el etiquetado en alimentos y bebidas para hacer más fácil su lectura, pues consideró que con el actual distintivo no se violentan los derechos a la salud y a la alimentación de los consumidores. Ante la negativa del amparo con número de expediente 240/2018, que había promovido la organización El Poder del Consumidor, los esfuerzos, entre ellos el de muchos médicos y del INSP se fueron para abajo.

“Esto evidentemente tiene que ver con intereses económicos de la propia industria porque el fallo de la Corte tiene imprecisiones y los datos están mal interpretados, esto está sesgado porque la evidencia científica que tenemos publicada es que la guía de alimentación que actualmente utiliza México no funciona para la población mexicana, es confuso”.

El doctor Pérez Galaz aseguró que el ambiente obesogénico en México tiene que ver también con la información nutricional a la que pueda acceder una madre de familia cuando va al supermercado a buscar los mejores ingredientes. “Sin la información adecuada, las decisiones no son precisamente las más saludables”. Y concluyó: “Tenemos que levantar la voz y apoyar al INSP para que se siga generando evidencia y se continúe señalando que ésta es una mala decisión”.

nelly.toche@eleconomista.mx

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