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Fernando Botero, un artista monumental

Recorrer Fernando Botero, una celebración en el Palacio de Bellas Artes es reconocer la larga y rica carrera de uno de los artistas latinoamericanos más importantes de la historia.

Recorrer Fernando Botero, una celebración en el Palacio de Bellas Artes es reconocer la larga y rica carrera de uno de los artistas latinoamericanos más importantes de la historia. La exposición rinde un merecido homenaje (por eso el adecuado título: sin duda, una fiesta, una celebración y hasta una porra se merece Botero) a los 65 años de trayectoria del pintor y escultor colombiano Fernando Botero (Medellín, 1932). Botero es uno de los artistas más caros del mundo, el latinoamericano vivo mejor cotizado en las casas de subastas y el mundo de las colecciones.

Pero, pesos más o pesos menos, no hay mejor homenaje que la respuesta eufórica que el público mexicano ha rendido a la exposición. Al momento de escribir esta reseña, 35,000 personas han visitado Una celebración.

La muestra comienza desde la bella explanada de Bellas Artes, habitada por una serie de piezas monumentales. Los clásicos gorditos de Botero. Figuras entrañables estos gorditos que, a lo largo del paseo por la exposición, nos acompañan: el mundo de las carnes. Botero es famoso por esas obras plácidas en las que, con aires costumbristas, dibuja escenas cotidianas de un país que podemos imaginar como la Colombia profunda, que puede ser, en realidad, cualquier país de Latinoamérica. Como muestra de ese panlilatinoamericanismo (valga la palabra), la serie pintoresca El circo donde el autor dibuja payasos, domadores y trapecistas que podrían pertenecer a cualquier circo de la legua, lo mismo en el caribe antioqueño que una colonia de México DF. El circo que inspiró la serie, Botero lo vio en México, cuando se tomaba unas vacaciones.

No todo es placidez en la obra de Botero, no todo es ese apoltronamiento envidiable y tropical en el que parecen habitar la mayor parte de sus gorditos.

Una celebración incluye, por ejemplo, la serie descarnada y violenta que Botero dedicara a la cárcel de Abú Ghraib, de tan amarga memoria, donde soldados de Estados Unidos torturaran y vejaran a prisioneros iraquíes. En la carne de esos obesos boterianos, el sufrimiento y la tortura se ven maximizados precisamente por la dislocación, por ese sentimiento de esto-no-va-aquí que el artista usa como recurso dramático. El Abú Ghraib de Botero sobrecoge, conmueve, imposible quedarse impávido ante estos testimonios desnudos de una indignación.

Fernando Botero, ?una celebración

Palacio de Bellas Artes

Dirección: Av. Juárez y Eje Central, Centro.

Entrada: Martes a domingo, de 10 am a 5 pm.

cmoreno@eleconomista.com.mx

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