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Irene Vallejo reivindica la historia de las mujeres expulsadas de la literatura
La filóloga y escritora española, cuyo libro El infinito en un junco se ha convertido en un fenómeno, instó a las mujeres a convertirse en arqueólogas para rescatar las huellas de aquellas que han sido borradas del canon literario que, dijo, siempre ha sido hostil con el género femenino.
“Nosotros somos frágiles, como es frágil el junco, como es frágil la materia vegetal con la que se fabrican los libros, la piel con la que se escribían pergaminos. El libro es frágil, pero al mismo tiempo es un gran superviviente y en ese sentido, es una metáfora de todos nosotros”.
Con esta analogía inició la filóloga, ensayista y narradora española Irene Vallejo, la tarde de este miércoles, la conversación con las también escritoras Rosa Beltrán y Socorro Venegas ante una Sala Nezahualcóyotl prácticamente repleta de estudiantes, profesores, escritoras, editores, libreras y periodistas amantes de los libros, a quienes se convocó en este espacio en Ciudad Universitaria para hablar a propósito de su libro El infinito en un junco, un ejemplar que se ha convertido en un fenómeno, uno de aquellos casos raros cuya popularidad ha crecido de boca en boca, como si se tratara de granos diminutos que terminan formando un arenal.
Por invitación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se trata de la primera vez que Vallejo visita nuestro país para participar en una serie de conversaciones sobre su libro fenómeno, un ensayo publicado en 2019 por Ediciones Siruela que cobra la forma de relato épico en el que el libro como objeto plural es el héroe que va pasando por todo tipo de peripecias, desde los inicios de nuestros tiempos, pasando por personajes como Alejandro Magno, un tirano pero también un enamorado de la palabra y creador de la Biblioteca de Alejandría, pero también Penélope y la familia de los Medici, pero sobre todo, un relato que recupera a las mujeres de letras, las de la oralidad, las que escribieron pero fueron olvidadas.
Tanto es el fenómeno de El infinito en un junco que desde su publicación ya cuenta con más de 40 reimpresiones y ya se ha traducido a más de 30 lenguas. Un ejemplo cercano del gran interés que ha despertado este libro es que en menos de dos horas de duración del encuentro con la autora este miércoles, en la mesa de ventas instalada afuera de la sala, ya se habían vendido más de 200 ejemplares. Y aún sin haber concluido la conversación, la fila para la firma de la autora ya se había extendió más allá del recinto y alcanzó la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.
“Aún no doy crédito a todo lo que ha sucedido”, reconoció Vallejo, que era interrumpida con constancia por los aplausos del público. “Recuerdo cuando estaba el libro en mi mente, absolutamente sin ninguna expectativa de tener lectores o apenas unos cuantos en el mejor de los casos. Me conformaba con un puñado”.
La autora postuló que quizás los libros sean una forma de inmortalidad, un camino al futuro y una posibilidad de trascendencia. “Por eso cuando se queman libros en la hoguera, nos estremecemos porque no es el libro el que arde, es algo más, es una presencia humana, una posibilidad de comunicación, de belleza, es el pensamiento y las emociones de quien lo escribió y de todos los que lo leyeron y dejaron allí la huella de sus pasos (…) eso es lo que se siembra en los libros y de alguna manera lo intuimos cuando los conservamos, los acumulamos y permitimos que prácticamente nos expulsen de nuestras casas”.
Revindicar la historia femenina del libro
Otro de los rasgos de los que más se habló durante la conversación la tarde de este miércoles fue el trabajo de la autora por recuperar las voces y manos femeninas que han apuntalado la historia del libro, muchas de ellas, sin embargo, borradas por el canon.
El infinito en un junco, explicó Vallejo, nació de la necesidad de bajar del pedestal de la historia a los héroes, conquistadores y emperadores. “Tuve que descubrir que a esos autores clásicos se les había revestido de un aura de perfección, de excelencia; se les miraba con una nostalgia retrospectiva, como si hubieran representado la cumbre de la humanidad. Se les estudiaba con una reverencia que me resultaba extraña y ajena (…) y luego estaba la ausencia de las mujeres. ¿Cómo era posible que ese mundo (el de los libros) hubiera sido tan perfecto si apenas había lugar para la mitad de la humanidad? Todo eso me despertaba una serie de dudas e incomodidad constante y por eso sentí que necesitaba reescribir mi relación con los clásicos, de una manera distinta a la que se me había ofrecido en mis estudios”.
La autora argumentó que “las mujeres en la literatura, en general en el uso de la palabra, siempre hemos carecido de la tradición. Nos faltaban las antepasadas, nos faltaban las referentes. Incluso si las había, no las conocíamos. Siempre estábamos sintiendo que empezábamos desde el principio y que hacíamos las conquistas por primera vez, porque las mujeres después de muertas, incluso si han sido admiradas y leídas, se disipan en la nada, se pierde su recuerdo porque no hay eruditos que las recuerden sino que las dejan desaparecer y esa especie de volatilización permanente ha hecho que nos falte la certeza y vamos con esa sensación de pájaro desprotegido al que persigue un depredador”.
Por lo anterior, Vallejo declaró que “la tradición literaria ha sido siempre hostil con las mujeres. Y sin embargo, es cierto que la amamos, es cierto que nos constituye y no queremos renunciar a ella, pero al mismo tiempo sabemos cuántas fueron expulsadas de ese canon. Por eso este libro es un homenaje a ellas, a mi madre y a las mujeres de la oralidad que nunca llegaron a leer y escribir”.
Acto seguido, la filóloga criticó que desde la civilización imperante masculina haya elegido a Homero como el comienzo de la narración, cuando este es un fantasma, de quien se sabe prácticamente nada o si se constituyó a partir de varias voces, cuando cientos de años antes fue una mujer, Enheduanna, una habitante de la ciudad de Ur, en la región de sumeria, considerada la primera poeta conocida y la primera persona que salió del anonimato y dejó un relato para la posteridad.
“Me parece tan significativo que este personaje, tan importante y esencial se tan ignorado y hayamos preferido iniciar el relato histórico a partir de Homero, del que apenas sabemos nada. Eso demuestra cómo se ha ido constituyendo esta historia como una historia cuidadosamente seleccionada, en la que tanta gente quedó fuera. Y creo que El infinito en un junco es el relato de cómo nos hemos reapropiado de los libros, de la literatura, del pensamiento, cómo podemos ser arqueólogas de la palabra de las mujeres e intentar rescatar su presencia, su huella, la sombra de su paso. Hay mucho que rescatar del silencio”.
ricardo.quiroga@eleconomista.mx
kg