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Arte e Ideas

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La más amplia visión de Graciela Iturbide

La muestra, en el Palacio de Iturbide, integra 270 fotografías de la artista mexicana.

Hay algo de Manuel Álvarez Bravo en la fotografía de Graciela Iturbide. Es cierto. Y no es para menos. Él, uno de los fotógrafos mexicanos más influyentes del siglo XX, fue el gran maestro de Iturbide cuando ésta entró a estudiar al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), a los 27 años. Los trabajos de ambos comparten ese blanco y negro de alto contraste y los instantes de la cotidianidad capturados en sus momentos más enigmáticos, más propios del surrealismo.

Pero Graciela supo diversificar su fotografía. Se convirtió en una artista con ojo propio, con inquietudes similares a las de su maestro pero amplificadas según sus concepciones de la poética visual.

Una fotografía en vertical sin título que Iturbide capturó durante su viaje a la ciudad india de Benarés, en 1999, es una referencia de la evidente influencia de su maestro. En ella se observa un grupo de letreros, probablemente escritos en hindi, en los que entre otras cosas anuncian artículos electrónicos. Arriba de ellos se observan dos grandes ojos falsos sostenidos de un poste de luz que son parte de ese grupo de anuncios. La imagen invita a la comparación inmediata con la fotografía Parábola óptica que Álvarez Bravo capturó en 1931, donde aparece un grupo de ojos similares. Motiva a imaginar que Iturbide de inmediato pensó en su mentor cuando se topó con esta escena en la India y se decidió a tomarla casi desde el mismo ángulo, pero a casi 70 años y miles de kilómetros de distancia.

Esa imagen sin título es parte de las 270 fotografías firmadas por Graciela Iturbide que integran la exposición Graciela Iturbide: cuando habla la luz, abierta desde el pasado 23 de noviembre en el Palacio de Iturbide, en el Centro Histórico, a manera de un recorrido minucioso por 45 años de trabajo de la artista de la lente nacida el 16 de mayo de 1942.

A destacar

La muestra ocupa todos los espacios expositivos del edificio. Se divide en 20 módulos temáticos cuya curaduría, a cargo de Juan Rafael Coronel Rivera, trasciende la cronología y prefiere agrupar las imágenes por su discurso gráfico.

Están presentes las imágenes y series más emblemáticas de la fotógrafa: las de sus enigmáticos viajes a Dacca, Bangladesh, Madagascar, Roma, Berlín del este, Quito, Lima, Kioto, La Habana; sus escapadas al interior de la República para retratar a los pueblos indígenas o capturar las pequeñas atmósferas de los circos ambulantes, las fiestas patronales, los oficios, los rituales y los desnudos, así como sus emblemáticas series de aves y de composiciones estructurales. Están todas.

Están los trabajos fotográficos que realizó en el 2006 de los corsés ortopédicos que usó Frida Kahlo y las imágenes en las que la fotógrafa se hizo presente, como Ojos para volar, de 1989, en la que la propia Iturbide aparece sosteniendo los pequeños cuerpos inertes de un par de aves a la altura de la mirada; o las imágenes en las que retrató su sombra proyectada por el sol en el Jardín Botánico de Oaxaca, en 1999. Hay tres piezas fuera de serie en las que se observan los retratos de la artista, en plata sobre gelatina adherida a madera por Bruno Eslava e intervenidas por Francisco Toledo con figuras como serpientes y un enorme sapo sobre su cabeza a manera de tocado.

Gran parte de los trabajos exhibidos asombran por demostrar la capacidad de Graciela Iturbide de construir instantes con fuerte carga simbólica, sobre todo en la serie de trabajos que llamó Feminifloro, integrada por imágenes de maternidad y de fuerza femenina, como Vendedora de zacate, tomada en la ciudad de Oaxaca en 1974 a una mujer rodeada por varios zacates naturales como si se tratara de una aureola divina; o Carmen. La matanza (1992), de una mujer sosteniendo un cuchillo entre los dientes mientras despelleja a un animal con total dominio, y aquella emblemática Nuestra señora de las iguanas (1979), de una tehuana que, con toda naturalidad, sostiene a ocho enormes iguanas en la cabeza.

En esta exposición, que permanecerá abierta hasta el próximo 21 de abril, el público también podrá apreciar series fotográficas de enmascarados, esqueletos, pájaros al vuelo, solitarios y en parvadas; desiertos, exploraciones del cuerpo de las distintas estéticas étnicas, de la espiritualidad, de bicicletas, palmeras, cactus y hasta radiografías; es decir, el universo visual de Graciela Iturbide más completo exhibido en los últimos años.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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