Lectura 2:00 min
Sinfónica Nacional, dos de tres bastaron
Fue notable tanto por su programa (formado por obras de compositores como Revueltas, Glass, Shostakóvich) como por las magníficas interpretaciones de que fueron objetos.
Notable, aunque poco visitado, resultó el reinicio de la Temporada 2011 de la Orquesta Sinfónica Nacional la tormentosa y complicada noche del pasado viernes.
Fue notable tanto por su programa, el número 18, exclusivamente formado por obras de compositores contemporáneos (digamos del siglo XX para acá: Revueltas, Glass, Shostakóvich) como por las magníficas interpretaciones de que fueron objetos. Como heroica calificó Carlos Miguel Prieto la asistencia de más o menos la mitad del Palacio de Bellas Artes en tan complicada noche antes de iniciar con el Concierto-fantasía para dos timbalistas , de Philip Glass, pero ese término correspondería tanto a la obra como sus ejecutantes.
Curiosa y paradójicamente, con esta obra, y en las manos de Prieto, Jonathan Haas y el mexicano Julián Romero, el minimalismo de Glass parece alcanzar texturas y dimensiones realmente exuberantes.
De entrada, ver 13 timbales en proscenio ya es exuberante, pero además la ejecución estuvo llena de matices inesperados. El público aplaudió con entusiasmo. La interpretación de la Sinfonía núm. 12 en re menor de Dmitri Shostakóvich fue aún más matizada y rica, ya que así lo demanda esta obra que, más que programática, es descriptiva del nacimiento, la evolución con algunas peripecias y el triunfo de la Revolución Rusa de 1917.
Shostakóvich llevó con esta composición a alturas insospechadas, incluso sin abandonar un ocasional tono juguetón, el arte de acompañar escenas que desarrolló en su trabajo juvenil como pianista acompañante de películas mudas.
No sólo escuchamos las fanfarrias y los cañonazos, sino que casi vemos al acorazado Aurora deslizarse por las aguas antes de atacar el Palacio de Invierno y, con los chelos en un pianisisisímo, sentimos el sigilo del refugio de Lenin en las afueras de Petrogrado.
La obra mantiene su poderío hasta el último movimiento que pretende describir el alba de la humanidad bajo la luminosidad de la revolución. Exultantes tras el concierto, salimos del Palacio entre la llovizna sintiendo que, ahora sí, podríamos hacer algo heroico.