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The Spirit, un mundo que atrapa
Reseña de la cinta de Frank Miller, quien recrea la historia del justiciero enmascarado. Sin embargo, tiene un defecto: es mujeriego a más no poder.
El debut de Frank Miller como director de cine es emocionante, empezando por lo que significan la figura de el spirit (como originalmente se le conocía en México), Will eisner y el mismo Miller dentro del mundo de los cómics; seguido por un despliegue visual contrastante y chillón, y el carisma de actores y personajes.
El espíritu (mezcla de filme noir, comedia y épica) nos cuenta la historia de Denny colt (Gabriel Macht), un oficial de policía que, luego de una experiencia cercana a la muerte, regresa a las calles bajo una enigmática y seductora figura de traje azul, sombrero y antifaz; chapado a la antigua, con un alto sentido de la justicia, pero mujeriego a más no poder.
El espíritu deberá luchar contra todos los criminales, pero sólo uno constituye su némesis: el
súper villano (samuel L. Jackson) que se hace llamar octopus (o el Pulpo), quien se sospecha planeará un golpe sin precedentes y por lo tanto debe ser detenido.
Para ayudar al espíritu se encuentran el Jefe Dolan (Don Lauria) y su hija, la doctora ellen (sarah
Paulson), quien está profundamente enamorada de nuestro héroe, y aunque parezca que él le corresponde, todo parece indicar que el corazón del espíritu tiene capacidad para toda mujer guapa
que se le aparezca.
Para complicarle la vida al héroe tenemos al propio octopus y a la bella, mala y ambiciosa silken
Floss (scarlett Johannson).
Existe otra mujer en la vida del espíritu que regresará para jugar un papel importante: sand saref
(eva Mendes), una mujer misteriosa cuyo papel en el campo de juego del espíritu es ambiguo.
La trama está un poco floja, en parte debido a la cantidad de personajes y a su poca complejidad,
y otro tanto por la estampida de divertidos y sangrones comic reliefs.
Lo anterior no evita que uno quede atrapado en el mundo de Miller: una ciudad inmersa en las sombras, repleta de coloridos personajes; donde los buenos, a pesar de no ser perfectos, no dejan
de luchar contra los malhechores.