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Un narcotúnel que se convirtió en centro cultural
El oscuro pasado del espacio para las artes más septentrional de México.
Tijuana, BC. Es una de las últimas casas en Tijuana antes de la frontera con Estados Unidos. La barda de su patio trasero corresponde con la línea divisoria entre ambos países. Desde su terraza se atisba la vida en San Diego. Por la naturaleza de la zona, es común escuchar los sonidos de las sirenas y los helicópteros yendo y viniendo paralelos a la línea divisoria. A una cuadra de ahí se ubica el cruce fronterizo de San Ysidro, la principal puerta de entrada vehicular desde San Diego hacia Tijuana.
Hace 12 años, en esa casa de diseño triangular, construida a dos niveles en la década de los 40, se descubrió un túnel que por más de 30 años fungió como corredor para el tráfico de drogas y personas hacia terreno estadounidense. Fue uno de los primeros túneles de este tipo descubiertos en el país.
“La casa fue rentada por una familia por más de 35 años. En la parte baja, ellos tenían un restaurante de comida mexicana, mientras que la casa del frente, que hoy en día es lugar de residencia de artistas, operaba como el Hotel Mariposa. Los coyotes venían, dejaban a la gente en el hotel y, por la noche, los huéspedes salían supuestamente para cenar; se metían al restaurancito, pero ya no salían”, comparte el artista y gestor cultural Enrique Chiu, director del ahora centro cultural más septentrional de México, La Casa del Túnel.
Para llegar al túnel había que fingir que se iba al baño del establecimiento. El piso del excusado se levantaba y daba a la construcción subterránea. El pasadizo se extendía unos 100 metros hacia suelo estadounidense y conectaba con el drenaje al otro lado del muro, en el estacionamiento de la entonces popular Plaza Las Américas, en San Diego. El hallazgo, después de más de tres décadas de clandestinidad, fue fortuito.
“Cuando cerraron la plaza comercial para construir la parte de las aduanas, limpiaron todo. En una de esas labores de mantenimiento, utilizaron una grúa para cambiar los focos de los postes, pero una de las llantas traseras de la grúa se hundió en la alcantarilla; así descubrieron que había rieles, había luz y conducía en línea recta hasta este lugar. La gente pasaba y allá la esperaba una camioneta, misma que desaparecían en un instante con los que salían del túnel”, detalla Chiu desde la terraza del ahora complejo para las expresiones artísticas dedicado, en gran parte, a temas que derivan del fenómeno migratorio.
Los coyotes cobraban 500 dólares por conectar a los migrantes con los administradores de este negocio ilícito. Cada fin de semana, un promedio de 50 personas cruzaba por esta vía.
Cultura al borde de la frontera
Chiu muestra el baño que conectaba al túnel. Ahora el piso está totalmente cubierto con cemento. La parte del pasadizo, relata, fue apuntalado con concreto por parte de las autoridades. La casa fue confiscada de inmediato, pero recuperada al poco tiempo por los propietarios, quienes pudieron demostrar su desconocimiento sobre la actividad clandestina de la casa; sin embargo, después de saberse el pasado de la propiedad, no hubo un arrendatario interesado.
Fue un grupo de promotores y artistas de ambos lados de la frontera quienes se asociaron para solicitar el espacio bajo contrato de comodato por un mínimo de 20 años. Así nació la asociación civil La Casa del Túnel.
A la fecha, siguen apareciendo narcotúneles entre ambas ciudades fronterizas. Sin embargo, éste es el primer espacio recuperado después de servir como fachada de una actividad ilícita de ese tipo que hoy en día se usa como parte de un proyecto social o cultural.
“Es un espacio independiente, no tenemos ayuda del gobierno ni de alguna otra asociación. Se trabaja con lo que se puede”, comparte Chiu, quien ha sido director del lugar por cuatro años.
“La mayoría de gente que conoce La Casa del Túnel viene de fuera. Aunque el lugar tiene 11 años como centro cultural, a la gente local todavía le cuesta trabajo venir aquí. El espacio empezó como un lugar para artistas extranjeros en Tijuana. La parte baja era un lugar de residencia. Los artistas lo utilizaban como un espacio para el arte instalación o de exposición. Pero de cinco años a la fecha lo pusimos a disposición de un mayor público”, refiere el también responsable del proyecto Muro de la Hermandad, con el que, desde hace dos años y medio, ha invitado a más de 4,000 personas de México y el mundo a pintar la valla fronteriza.
“A lo largo de los años han venido unos 3,000 artistas a exponer aquí. Hemos hecho festivales con la gente que vino de Haití, hemos trabajado en programas junto con albergues en los que los mismos jóvenes han hecho obras y las han exhibido aquí. Hace unos tres años un grupo de chicanos hizo un evento al que trajeron a nacidos en Estados Unidos con padres mexicanos a exponer sobre migración aunque ellos no tengan ese problema, pero sus papás lo vivieron”, recuerda.
A partir de esta semana, ese último lugar geográfico para la cultura en el país será sede de las actividades paralelas de la 47 edición del Festival Internacional Cervantino que, coyunturalmente, tendrá a la migración como eje temático. En el recinto tijuanense se llevarán a cabo las transmisiones en vivo del programa artístico en la ciudad de Guanajuato.