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Un pensamiento para entrar al lado oscuro
La anomalía, lo monstruoso, lo obsceno, lo abyecto, lo oblicuo y la provocación son categorías recurrentes en el pensamiento del escritor mexicano Sergio González Rodríguez, que en su más reciente libro de ensayos, El mal de origen.
La anomalía, lo monstruoso, lo obsceno, lo abyecto, lo oblicuo y la provocación son categorías recurrentes en el pensamiento del escritor mexicano Sergio González Rodríguez, que en su más reciente libro de ensayos, El mal de origen. Ensayo de metapolítica (Magenta, 2011), traza una cartografía anatómica (anómala) del ser y de su condición maquinista, su esencia malévola y violenta, en suma: una aproximación apocalíptica de nuestra condición postraumática y transitoria, y advierte una veta optimista pero difusa: un posible, pero lejano, nuevo Renacimiento.
Sergio ha mirado el mal como lo hizo su amigo Roberto Bolaño, quien hacía una recomendación a los novelistas: hundir la cabeza en el limo y bailar como demonios. El mexicano lo ha hecho: su vida cuenta amenazas de muerte, golpizas, trampas, todo por un afán periodístico y, principalmente, literario: hacer cala en lo humano. Sus consignas, no perder la sorpresa ni poner bordes al pensamiento: no dejar de ponerse en duda.
Tenemos, por desgracia, un pensamiento demasiado estático, tendiente a la parálisis, muy institucional, sumamente dogmático y, en los últimos años, sumamente utilitarista. Debemos encontrar nuevas formas de pensar nuestra propia realidad. La metapolítica es una invitación a entrecruzar política-cultura como un observatorio para reflexionar sobre temas de nuestro tiempo , opina el crítico.
Partidario de la provocación
Es necesario volver a cuestionar los fundamentos del propio quehacer filosófico (...) es importante recuperar la gran tradición de provocación , dice el autor. De acuerdo con sus palabras, resulta imposible no pensar en uno de los filósofos más provocadores de los últimos tiempos, de gran influencia en el mexicano: Peter Sloterdijk.
El pensamiento de González Rodríguez deviene de la anomalía, a veces, desde la enfermedad y también desde el trauma. Ha aceptado su relación inherente con el mal, con lo obsceno o lo deforme: en su anterior libro de crónica, El hombre sin cabeza, no tuvo reparo a la hora de enumerar las operaciones y prótesis que conforman su cuerpo.
En El mal de origen, lo que comienza como un ensayo denso y oscuro se clarifica con el paso de las páginas; según platica su autor, se trató de una trampa alevosa. ¿La finalidad? Provocar al lector.
Mi idea es entrar a la escritura del ensayo como una posibilidad de prospección, de ideas, estilística, para tratar de que en el área de la reflexión el lector se vea concitado a dudar de sus propias certezas. Ahora reina mucho tener una relación grata, fluida, eficiente, hasta humorística con la lectura.
Yo, en cambio, parto de la idea de que es necesario provocar al lector, invitarlo a que plantee sus dudas, moverle sus certezas, porque es un modo en que aprenda a observar de otra manera el mundo , comenta.
Era muy importante retomar el tránsito vertiginoso que experimenta la civilización moderna desde hace una décadas, cambio que tiene una de sus cualidades en el papel diferenciado que antes tenían lo público y lo privado.
La desnudez se multiplicó. Estos procesos transcurrieron tan velozmente que no los advertimos en todo su peso .
A esto se debe que su idea del futuro no sea precisamente la más optimista pero sí muy claridosa: Lo que viene es un impasse, un suspenso -afirma- donde este peso de lo que aconteció se ve representado, lo mismo en un escenario de ruinas, en fragmentos, incluso en lo cadavérico o muerto, y va a permanecer todavía como un continuum temporal indefinido, no sabemos qué tanto tiempo hasta que surja otra cosa que podría ser lo que llamo un nuevo Renacimiento, que traería consigo muchas reformulaciones profundas en la civilización.
En lo inmediato, las fuerzas, tensiones, energías desatadas actualmente en México no permiten suponer un cambio con las elecciones de este año: va a seguir la inercia negativa de violencia, dificultad y gran confrontación y efervescencia social al interior del país .
¿Hay forma de salir?
Tenemos dos posibilidades: un proceso que tuviera un ritmo más acelerado de mejoría, que no lo veo. O un fenómeno emergente que permitiera romper estas inercias, que tampoco lo veo. Más bien viene más y peor de lo mismo; desgraciadamente, así están dadas las condiciones. Pero nos queda la posibilidad de inventar soluciones. En parte, ésa es la tarea del mal de origen , concluye el escritor.
aflores@eleconomista.com.mx