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Arte e Ideas

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Yo, el Supremo

Gobernantes reales ya no escriben, ni leen, ni asumen su responsabilidad.

Nacido en 1917, Augusto?Roa Bastos vivió bajo?dictadura en su natal Paraguay y enfrentó la amargura del exilio por su tenaz oposición al Tiranosaurio, Stroessner. Uno de los más grandes escritores latinoamericanos del siglo XX, en su obra narrativa y ensayística, se adentró en las zonas oscuras de la dominación y la violencia y confirió a la palabra, escrita y literaria, el poder de dejar memoria, resistir y denunciar.

Su narrativa incluye cuentos?y novelas, entre las cuales destaca Yo, el Supremo, que le dio fama internacional, una de las grandes?novelas del dictador junto a ?El otoño del patriarca, de García Márquez. Publicada en 1974, ?Yo, el Supremo conserva su relevancia para el mundo actual, aunque la figura más representativa de la dominación extrema ya no sea un dictador ilustrado, libertador de la Patria, sino las corporaciones trasnacionales o el gobierno de nadie. Roa capta la esencia del poder autoritario: el afán de control total, la aspiración a la omnipotencia, y a la inmortalidad, que llevan a justificar el reino del Terror y la imposición, por éste, de la paz perpetua .

A diferencia de otras representaciones literarias de la ?dictadura, el Supremo no es un personaje folclórico ni ignorante como el Patriarca de García Márquez o El Señor Presidente de Asturias. Contrasta además por su austeridad y lucha contra?la corrupción. Inspirado en el Dr. Francia, dictador del Paraguay de 1814 a 1840, el Supremo es un producto de la Ilustración en América Latina.

Opuesto a la superstición y a la manipulación religiosa, convencido del laicismo y empeñado en garantizar la integridad y grandeza de su país, amenazado por vecinos y potencias extranjeras, cierra las fronteras, somete al clero y le expropia sus bienes, crea un ejército de ciudadanos-soldados y reforma la educación conforme a un ideal cívico que inspira amor a la patria y reverencia al poder absoluto. Se arroga la soberanía, que sólo volverá al pueblo tras su muerte, y así se justifica como representante y protector de éste.

Roa transforma al personaje histórico en una figura literaria singular y hasta fascinante al otorgarle la obsesión por la escritura. Dictador es quien dicta órdenes y quien dicta la versión histórica que quiere dejar a la posteridad. A través de los diálogos con su inepto amanuense, Patiño, el Supremo pretende escribir la historia oficial desde una visión única, la suya; pelea con los historiadores que lo critican, justifica sus decisiones contra la ineptitud general y busca legitimar su lucha feroz contra opositores y disidentes, a quienes condena de por vida a las galeras o encierra en mazmorras infectas y somete a atroces torturas. Paralelamente, en su Cuaderno Privado, escribe su biografía, en una lucha por dejar de sí la imagen que él quiere preservar, tarea imposible, y reflexiona sobre la palabra y la soledad del poder. También aspira a superar a la muerte, lo que el autor-compilador le otorga un momento, sin por ello salvarlo de la condena de su pueblo ni de quienes leemos su historia. La mano suprema que escribe desde la tumba no puede evitar la quema de sus manuscritos ni el juicio último del compilador que los ha rescatado, reunido, y anotado.

Como ha señalado el crítico Alain Sicard, en Yo, el Supremo aparece un texto ausente , la historia no contada del pueblo, el son-ido de la oralidad. El pueblo es para el Supremo fuente de su autoridad, masa idealizada y sometida, a la que a fin de cuentas secretamente teme, porque en ella reside el potencial de derribar al Poder Absoluto.

Hoy muchos gobernantes de carne y hueso ya no escriben ni leen, ni asumen la responsabilidad de sus actos. Persiste en muchos el sueño del poder absoluto, así sea mediante la imposición del terror. En este contexto, conviene recordar una voz que le advierte al Supremo y a nosotros: No acabará esta especie maligna de la Sola-Persona hasta que la Persona-Muchedumbre suba en derecho de sí a imponer todo su derecho sobre lo venenoso y torcido de la especie humana .

lucia.melgar@gmail.com

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