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¿Trabajando duro o durando en el trabajo?
El mundo laboral ha vivido en los últimos años un cambio importante de paradigma al pasar de la cultura del esfuerzo a la cultura de la retención. Con ello, no se busca acabar con un modelo determinado, sino recuperar lo mejor e innovar, principalmente enfocado a trabajos con propósito.
Para quienes nos incorporamos a la vida profesional hace ya algunas décadas, no nos es ajeno el concepto “trabajo duro”, pero a las generaciones de reciente ingreso no les suena tan saludable el término, lanzando con ello un reto de bienestar a las organizaciones. La solución: adoptar nuevas habilidades y el compromiso mutuo de alcanzar objetivos de manera eficiente.
Y es que la filosofía con la que nos integramos muchos de nosotros a las filas empresariales estaba basada en el esfuerzo, en la competitividad y en “dar siempre un extra” para poder crecer, desarrollarte y “ganarte” un lugar en la empresa. Así se construyó la cultura del esfuerzo.
Lo que hoy se requiere para transformar esa cultura es otros conocimientos, habilidades y el desarrollo de otros talentos. Veamos.
El esfuerzo: un valor en evolución
Muchas compañías aún valoran el “trabajo duro” como un indicador clave de éxito profesional.
En una cultura tradicional se esperaba que los colaboradores dedicaran largas horas, sacrificaran su tiempo personal y mostraran un compromiso inquebrantable con sus tareas, asumiendo que el esfuerzo continuo se traduciría en ascensos, aumentos de salario y estabilidad laboral. Esta cultura del esfuerzo a menudo era vista como un signo de lealtad, donde se premiaba a quienes demostraban mayor dedicación visible, generalmente medida en tiempo y esfuerzo invertidos en el trabajo.
Sin embargo, este enfoque tradicional ha empezado a ser cuestionado en la actualidad, especialmente por el impacto que ha tenido en la salud mental, el bienestar y el equilibrio entre vida personal y profesional de los colaboradores de otras generaciones.
Pensemos en un colaborador, Juan, quien solía trabajar hasta altas horas de la noche, sacrificando su tiempo libre y su salud por cumplir con las expectativas de la empresa. Con el tiempo, el agotamiento lo llevó a abandonar su trabajo y replantearse sus prioridades. Este fenómeno, cada vez más común, ha llevado a un replanteamiento del valor que tiene el esfuerzo, priorizando ahora su sostenibilidad a largo plazo.
La transición hacia una cultura de retención
Las empresas más exitosas hoy están aprendiendo que el “trabajar duro” no es suficiente para mantener un equipo comprometido, motivado y, lo más importante, leal. La cultura de la retención ha emergido como una alternativa centrada en el bienestar del empleado, donde se entiende que un colaborador comprometido y satisfecho puede tener una carrera más larga y productiva dentro de la empresa.
En lugar de sólo premiar el esfuerzo visible –como horas extra o asumir cargas adicionales–, las empresas que adoptan una cultura de retención buscan crear un entorno donde los colaboradores puedan crecer profesionalmente sin sacrificar su bienestar personal. Esto se logra, en parte, fomentando la flexibilidad laboral, el equilibrio entre la vida personal y profesional, y ofreciendo oportunidades para el desarrollo integral del individuo.
El impacto de la retención en el desempeño organizacional
Un cambio hacia la retención del talento no sólo beneficia a los empleados, sino que también mejora la competitividad de las organizaciones. Las empresas que logran retener talento a largo plazo se benefician de la experiencia acumulada, la cohesión en los equipos y una mayor productividad.
Además, disminuyen los costos asociados a la rotación de personal, como la capacitación de nuevos empleados y la pérdida de conocimiento institucional.
Un enfoque estratégico en la retención también fomenta la lealtad de los colaboradores, quienes se sienten valorados por la empresa y, en consecuencia, están más comprometidos con los objetivos organizacionales. Esto se traduce en una fuerza laboral más resiliente y preparada para enfrentar desafíos, sin depender del trabajo duro inmediato, sino de una visión a largo plazo.
El nuevo tipo de esfuerzo: trabajar con propósito
No se trata de acabar con una forma de trabajo sino de recuperar lo mejor e innovar.
En esta transición de la cultura del esfuerzo a la cultura de la retención, surge la noción del “trabajo con propósito”. Las nuevas generaciones, especialmente Millennials y Gen Z, ya no están tan interesadas en un trabajo que sólo exija esfuerzo por el esfuerzo mismo, sino en roles que les ofrezcan un propósito claro y alineado con sus valores personales.
Las empresas que logran ofrecer un sentido de propósito a sus empleados, más allá de la mera carga laboral, son las que mejor podrán retener talento a largo plazo.
Por ejemplo, un empleado que sienta que su esfuerzo está vinculado a un propósito mayor, como la innovación, la sostenibilidad o el impacto social, probablemente permanecerá más tiempo en la organización, porque encuentra un significado profundo en su trabajo. En contraste, aquellos que simplemente trabajan por cumplir con expectativas de esfuerzo excesivo son más propensos a cambiar de empleo cuando aparece una opción que priorice su bienestar y alineación personal.
El costo de la rotación y la inversión en retención
La rotación de personal no sólo impacta la cultura y la productividad, sino que también tiene un costo significativo para las empresas. Según estudios de la SHRM (Society for Human Resource Management), reemplazar a un empleado puede costar entre el 60 y el 200% de su salario anual. En México, este costo puede variar entre el 30 y el 125%.
Perder a un colaborador implica costos de reclutamiento, selección, onboarding, capacitación y la pérdida de productividad mientras el puesto queda vacante. Además, la rotación constante puede afectar la moral del equipo y la cohesión del grupo. Por ello, invertir en estrategias de retención de talento es fundamental para el éxito de cualquier organización.
Mucho se conoce de Google como una compañía que ha logrado integrar el balance vida-trabajo en su cultura organizacional. Ofrecen horarios flexibles, trabajo remoto y una amplia gama de programas de bienestar, demostrando que es posible alcanzar altos niveles de productividad sin sacrificar la salud y el bienestar de los empleados.
Otro caso de éxito es Netflix, que ha implementado una política de vacaciones ilimitadas basada en la confianza y la responsabilidad, empoderando a sus empleados para que gestionen su tiempo de la manera más eficiente posible.
Y aunque se dice fácil, moverse a una cultura como las que acabo de comentar, requiere de esfuerzo y compromiso y como todo, tiene sus retos.
Responsabilidades compartidas para un futuro laboral más humano
El cambio de una cultura basada únicamente en el esfuerzo hacia una cultura de retención implica un replanteamiento en las organizaciones sobre qué tipo de talento quieren atraer y cómo desean que éste crezca dentro de la empresa.
Mientras que trabajar duro fue visto durante mucho tiempo como la única ruta al éxito, ahora se comprende que el verdadero éxito no sólo se mide en el esfuerzo de hoy, sino en la capacidad de retener talento a largo plazo. Las empresas que logren combinar el esfuerzo con un enfoque sostenible y orientado al bienestar de sus colaboradores estarán mejor posicionadas para enfrentar los desafíos del futuro laboral.
Pero este cambio no depende sólo de las empresas. Los empleados también tienen la responsabilidad de ser proactivos en su desarrollo profesional, buscar un balance entre su vida laboral y personal, y comunicar sus necesidades y expectativas a sus empleadores. Más aún, cada individuo en la organización tiene la oportunidad de ir más allá, de brindar algo extra, de aportar su talento y creatividad para impulsar el crecimiento colectivo.
En un mundo laboral en constante cambio, la clave está en encontrar un equilibrio entre el esfuerzo, el propósito y el bienestar, tanto para las empresas como para los empleados.
La reciprocidad, el compromiso y la iniciativa individual son los pilares de un futuro laboral donde todos se sientan valorados, motivados y parte integral del éxito de la organización. ¿Tú cómo vives la cultura del esfuerzo en tu trabajo? ¿Qué estás aportando para construir un entorno laboral más humano y sostenible?