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Capital Humano

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María Rojo: Legado artístico unido a la defensa de los derechos laborales

En una generosa conversación con El Economista, la actriz María Rojo comparte su visión sobre la industria del cine y la lucha por los derechos laborales del gremio actoral, así como sobre los desafíos del sector a la luz de los cambios tecnológicos.

“Tendrías que tener lo que a mí me dio mi mamá”. Acercamiento a los movimientos obreros, una educación socialista venida del Cardenismo, compromiso social, conciencia de clase, amor por las artes.

La actriz María Rojo lo es hasta en el apellido. De los personajes más bellos, fuertes, impetuosos; de las películas más atrevidas, sediciosas e inquietantes de los años 70, 80 y 90, ella protagonizó una buena parte. Y además, participó en el sindicalismo actoral.

Su aporte a la defensa de los derechos laborales de artistas y creadores no ha sido fortuito, sino originado por una conciencia gremial que le fue inculcada desde niña.

A 73 años de iniciada su carrera artística, en entrevista, hace un paralelismo del movimiento laboral que se desarrolla en Hollywood y las luchas de actrices y actores en México.

Con toda la autoridad, reclama mayor participación de su gremio, apunta la necesidad de tener un sindicato sólido y hasta aventura la opción de comenzar otro desde cero, como alguna vez lo intentó ella y un millar más de actores y actrices bajo el liderazgo del fallecido histrión Enrique Lizalde.

Alguna vez el cineasta Julio García Espinosa (La Habana 1926-2016), quien acompañó la revolución cubana y uno de los fundadores del nuevo cine latinoamericano, le advirtió: “Te vas a cansar, María. La lucha sindical cansa”. Y María está llegando a ese punto, por eso llama a sus compañeras y compañeros a continuarla.

Ella se unió a la lucha hace mucho. En 2018, fue candidata por Morena a la alcaldía de Coyoacán, pero no fue ese el comienzo. Tampoco cuando fue senadora de la República (2006-20012) o diputada de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (2003-2006), jefa delegacional de Coyoacán (2000-2003) o diputada federal (1997-2000).

Previamente integró el Comité Directivo de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), antes participó en la fundación del Sindicato de Actores Independiente (SAI). El 2 de octubre de 1968 fue parte de la protesta estudiantil en la Plaza de Tlatelolco, y sobrevivió.

Pero primero, vio a su madre, la maestra Águeda Incháustegui, acudir a los mítines en la Secretaría de Educación Pública (SEP), en apoyo al movimiento magisterial, social y popular liderado por el guerrerense Othón Salazar en demanda de condiciones laborales dignas para el profesorado y por una mejor calidad en la educación.

Del cine no se vive

En México, “el gremio no se interesa como en Estados Unidos. Allá se fueron a huelga todos, desde figuras como Meryl Streep o Tom Cruise”, lamenta María Rojo. Quizá sea por las condiciones laborales abismalmente distintas, pero también por el mal ejemplo que dejaron muchas directivas sindicales en el país, la ANDA incluida, dice.

A diferencia “de los actores norteamericanos, nosotros no cobramos el cine. Yo tengo casi 300 películas y me pagan, no es mentira, hasta 4 pesos” por regalías y no por todos los filmes.

Por ejemplo, la película con la que debutó en el cine en 1956, Besos prohibidos, protagonizada por Luis Aguilar y Ana Luisa Pelufo, “la repiten y la repiten en toda la República cuantas veces quieren y de eso cobra Televisa”.

En 1960, la última vez que los gremios actoral y de guionistas de Estados Unidos se fueron a huelga juntos, acordaron con las empresas el pago de regalías cada vez que sus creaciones se transmitieran en televisión. Luego, sus sindicatos negociaron regalías en la venta de cintas VHS, DVD o discos Blu-Ray.

Si esos mismos derechos se hubieran alcanzado en México, “yo, con las películas que tengo, viviría como una Meryl Streep”.

En México no hay nada de eso, señala la actriz. Las pensiones que pueden alcanzar son de hasta 3,000 pesos mensuales, dice, “después de trabajar toda la vida”.

Del cine no se vive en nuestro país, lamenta. La gran mayoría de las actrices y los actores que trabajan en esa industria no ganan salarios dignos. “Yo tuve que hacer televisión y fue la televisión la que me patrocinó hacer cine”. Por algunas películas le pagaron 25,000 pesos y por otras, nada.

El problema para Hollywood, retoma, llegó con las plataformas de streaming, como Netflix o Amazon, que dejaron de pagar por el copyright o disminuyeron los montos que les daban.

Empezar de cero la lucha sindical

Para María Rojo, la ANDA “tiene males de origen”. Por eso, en 1977 apoyó la creación del Sindicato de Actores Independientes (SAI), uno de los movimientos sociales y sindicales más importantes del gremio actoral México, según lo describe.

En ese año, alrededor de 1,300 actrices y actores dejaron la ANDA. Jaime Fernández, importante actor de la época de oro del cine mexicano, era el secretario general y lo acusaban de actos de corrupción.

La organización disidente duró apenas cuatro años. En ese lapso, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) se negó a otorgarle el registro sindical y las televisoras y producciones cinematográficas vetaron a quienes la integraran. Poco a poco la gran mayoría volvió a la ANDA.

“Yo fui de las que cerró la puerta para fundar el SAI y lo único que obtuvimos fue quedarnos sin trabajo”, recuerda la actriz. “Mi mamá militaba en el Partido Comunista y era otonista”. Difícilmente María Rojo iba a marginarse de una lucha por los derechos laborales.

En los últimos años, compañeras y compañeros le han pedido dirigir la ANDA, cuenta. Hace 13 años, en 2010, por unos meses ocupó la cartera de Previsión Social durante la gestión de la actriz Silvia Pinal. Pero renunció.

“Enrique Lizalde tenía razón: hay que empezar de cero, modestos”. Los estatutos “están tan mal en el sindicato” que quienes menos cotizan, menos derechos tienen.

Y los que más ganan no quieren cotizar porque no tienen conciencia gremial, sostiene. Es entendible en cierto modo, pondera: “Es una carrera competitiva” y la formación de cada artista es diferente, “unos salieron de Bellas Artes; yo, de la Universidad Veracruzana (UV); otros, por bonitos, de una premiación de la reina de la primavera”.

El cine hace ricos a muy pocos y rara vez, dice. La mayoría de quienes fueron admiradas y admirados en la gran pantalla mueren en la pobreza. “Ahorita, por ejemplo, ya no tenemos medicinas en la ANDA (…) durante la pandemia no nos dieron ni un paracetamol”.

El cauce natural de su activismo

Su carrera política no la hicieron los partidos, reclama. Su activismo en diferentes luchas coincidió con muchas de las causas de la izquierda partidaria. La profesora Águeda Incháusteguo, su madre, militaba en el Partido Comunista Mexicano (PCM), así que el partidismo tampoco le era ajeno.

En 2006, impulsado por la potencia de Andrés Manuel López Obrador, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se convirtió en la segunda fuerza en el Congreso. Fue histórico.

María Rojo estaba en la lista de candidatas al Senado, pero no estaba convencida de querer regresar al trabajo legislativo y pausar su trabajo actoral de nuevo. Sin embargo, Porfirio Muñoz Ledo la convenció.

“Los actores no saben cuánto les ayudó Porfirio”. El proyecto de reforma a la Ley Federal de Cinematografía fue el argumento que el fallecido político utilizó para persuadirla.

La propuesta que María Rojo presentó para ampliar la proyección de películas mexicanas en las salas de cine y con mejores horarios, la consultó con los escritores Gabriel García Márquez, Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes.

“Hice hasta lo que se pudo, no teníamos la mayoría completa. Pero sí la saqué por unanimidad”. La minuta pasó a la Cámara de Diputados y ahí se perdió la oportunidad.

También consiguió, por unanimidad de votos, la creación del Fondo de Apoyo para el Acceso de Artistas, Creadores y Gestores Culturales a la Seguridad Social. Sin embargo, el proyecto fue rechazado en San Lázaro.

Sí logró constituir el Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional (Eficine). Aunque lamenta que ahora se utilice por las grandes producciones y no se destine a las más pequeñas.

Lo que Águeda Incháusteguo sembró

Las luchas que ha elegido han sido difíciles, reconoce. “Por eso me he ganado enemigos, quizá también porque yo no soy de grupos”, más que el de sus directores, dice.

Es el momento en que actrices, actores y artistas en general generen estrategias como lo están haciendo en Estados Unidos, convoca, porque la tecnología afectará a todo el gremio en todo el mundo.

La otra gran demanda de los sindicatos estadounidenses es la regulación y limitación del uso de inteligencia artificial (IA) en la industria cinematográfica y audiovisual.

“El otro día leí que están haciendo un banco de guiones con la inteligencia artificial”. El peligro para los escritores en huelga es que cuando vuelvan hayan perdido un terreno irrecuperable, advierte. Y no se opone al uso de la tecnología, es algo que le entusiasma, dice, pero no por encima de los derechos de las personas.

Para evitarlo, falta un conciencia gremial. También se necesitan cambios estructurales en la ANDA, la industria cinematográfica y el sistema económico. Pero para eso, “tendrías que tener lo que a mí me dio mi mamá”.

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