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La proeza de Donald Thompson

En Melbourne 1956 Donald Thompson colapsó cuando apenas faltaban 5,000 metros para concluir la prueba de los 50 kilómetros de marcha en los Juegos Olímpicos de aquel año... preparación extenuante cuatro años para Roma 1960, el sacrificio funcionó.

En Melbourne 1956 Donald Thompson colapsó cuando apenas faltaban 5,000 metros para concluir la prueba de los 50 kilómetros de marcha en los Juegos Olímpicos de aquel año. El británico, como muchos otros corredores, había caído sofocado por el abrumador calor y la intensa humedad que se sentía ese día en la capital australiana.

Corría en quinto puesto cuando sucumbió y no pudo terminar la carrera. Fue entonces cuando decidió que no le pasaría de nueva cuenta, que se prepararía mejor la próxima vez, que ganaría una medalla en su siguiente participación en una justa veraniega.

Su objetivo entonces fue Roma 1960. El andarín investigó cuáles serían las condiciones climáticas el día de su competencia y puso su plan en marcha. Decidió que, para aclimatarse a la capital italiana, entrenaría en su baño, con mucha humedad y calor.

Para ello, llenó el espacio con velas y teteras que le generaban vapor y calor al mismo tiempo, haciendo una especie de baño sauna que alcanzaba los 38 grados centígrados que le provocaban casi la misma sensación que le generó el extenuante calor de Melbourne. Además de ello también llevaba metódicamente su rutina diaria de entrenamiento en el exterior.

Ya en 1960 Thompson iría a Roma para competir por el oro. Y lo hizo vistiendo gafas de sol y una especie de turbante en la cabeza que le cubría la espalda, sujetado con una gorra con visera. A diferencia del resto de los andarines, el británico no corrió con tenis deportivos sino con unos zapatos de cuero acolchonados.

La carrera comenzó ya de por sí con 30 grados centígrados de temperatura, pero Don estaba listo. John Ljunggren, campeón en Londres 1948 y medallista de bronce en 1956, dio la carrera de su vida, pero el diminuto Thompson, de apenas 1.68 metros de altura, mantuvo el paso y con apenas 17 segundo de ventaja se llevó el título olímpico con lo que además implementó el récord del evento en la justa con 4:25.30 horas.

Fue esa, la única medalla áurea para Gran Bretaña y Donald, siguió corriendo hasta pasada la década de los 90, cuando una lesión en el talón de Aquiles lo obligó a retirarse de la competición.

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