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Rory McIlroy, un joven adicto a los Majors

El norirlandés se convirtió en el tercer jugador en la historia en conseguir su tercer grande con menos de 26 años.

Hace tres años, Augusta veía cómo un joven de apenas 22 años se derrumbaba. Era un golfista norirlandés, que ya había dado muestra de su capacidad y que lideraba el torneo desde el primer día con un juego valiente, agresivo, prácticamente sin errores. El mundo pues se preparaba para una deslumbrante cuarta ronda, en la que Rory McIlroy salía con cuatro golpes de ventaja sobre el sudafricano Charl Schwartzel, quien finalmente sería el ganador.

Rory empezó esa jornada en Augusta con un bogey en el hoyo uno y repitió bogey en el cinco, mientras que Schwartzel sumaba un birdie en el uno, luego un eagle en el tres y un nuevo birdie en el cuatro. La ventaja pues se había esfumado en apenas cuatro hoyos durante la jornada definitiva.

A partir de entonces, la presión se adueñó del norirlandés, que aguantó hasta el hoyo 10, donde se produjo el hundimiento definitivo. Rory acabó una jornada de ocho golpes por arriba de par, cayendo en la clasificación hasta el puesto número 15 y dejando sus manos vacías con un título que ya sentía suyo.

Tiempo después, McIlroy confesó que lloró como nunca al día siguiente. Después del llanto, Rory se prometió que no volvería a llorar por el golf y, mejor aún, que no dejaría nunca otra vez que una ventaja como esa se le escapara de las manos.

Pese a la derrota y la humillación, en el siguiente grande de la temporada, el US Open, no sólo se alzó con el triunfo, sino que pulverizó algunos registros que parecían blindados. McIlroy se impuso con 268 impactos, 16 bajo par, con un récord de ocho golpes de distancia con el segundo lugar, siendo así considerada una de las mejores actuaciones en la historia del torneo.

Entonces, el mundo del golf se dio cuenta de la capacidad y nivel del norirlandés. Un año después, Rory se adjudicaba el PGA Championship, otro de los Major que necesitaba en su vitrina, convirtiéndose así, a sus 23 años, en el golfista más joven en ganar dos grandes.

Pero Rory siempre supo que quería más y por ello no sólo se llevó a casa el tercer Major de su carrera al ganar el Abierto Británico de la PGA y sumar un acumulado de 271 golpes, 17 bajo par, sino que también lo hizo convirtiéndose en el tercer golfista en ganar tres grandes con menos de 26 años, sólo por detrás de los estadounidenses Jack Nicklaus y Tiger Woods.

Esta vez no hubo lágrimas, aunque sí presión sobre sus hombros por quedarse con el trofeo. Y es que aunque desde la primera ronda, McIlroy había comenzado con una de las ventajas más amplías en los últimos 40 años del torneo, el norirlandés se enfrentaba al reto de convertirse en el segundo golfista del Reino Unido con más títulos en la era moderna, después de Nick Faldo, ganador de seis Grand Slam.

Del mismo modo, sabía que de ganar, cumpliría una promesa que había hecho su padre sobre él. Hace 10 años, cuando Rory apenas tenía 15 y aún no debutaba como profesional, Gerry McIlroy apostó 200 libras con unos amigos a que su hijo ganaría el Abierto Británico antes de los 26 años..., y lo cumplió.

Pero el torneo que conquistó, por encima de nombres como el mismo Woods, Sergio García, Adam Scott o Charl Schwartzel, no sólo significó esto para Rory. Sobreponerse es una palabra que últimamente ha sido recurrente en el vocabulario del golfista, que se adjudicó 1 millón 223,449 euros como premio.

No es sólo por aquel fatídico día de Augusta o por los problemas en los que en algún momento se ha visto envuelto dentro de su deporte. Es también por su vida personal.

Apenas en año nuevo, el joven golfista se había comprometido con la tenista Caroline Wozniacki, con quien llevaba tres años de noviazgo. En mayo, a unos días de la boda, Rory deshizo el compromiso argumentando que no se sentía preparado para el matrimonio.

No obstante, una semana después, McIlroy ganó el BMW PGA Championship en donde se repuso tras ir seis golpes abajo del líder y así mostrar que ni siquiera su estado emocional estaría por arriba de su golf.

Ayer, el Niño Maravilla hizo valer la apuesta con el despliegue de golf que desde el inicio de su carrera le colocó como el próximo astro del deporte.

Su victoria, además le permite escalar al número dos del ranking mundial, cerca de volver a la cima, lugar que en el 2013 le arrebató el estadounidense Tiger Woods.

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