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Geopolítica

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Hugh Hefner, un ícono de la liberación sexual

Con la revista Playboy cambió la forma de pensar (y mirar) el sexo en la sociedad estadounidense.

Hugh Hefner, el editor visionario que erigió la revista Playboy —tan sólo con una tozuda voluntad y la inspiración de sueños febriles— y legitimó el erotismo, la sexualidad en el imaginario de Estados Unidos y del mundo, murió el 27 de septiembre a los 91 años en la Mansión Playboy en Los Ángeles. Su deceso fue anunciado por Playboy Enterprises Inc, aunque la causa no fue revelada.

Por décadas, el siempre jovial y refinado Sr. Hefner personificó el “estilo Playboy”. Así, se exhibía trabajando desde su cama, enfundado en su pijama, ofrecía majestuosas fiestas y habitaba la Mansión ­Playboy junto a un tropel de mujeres jóvenes y hermosas.

Desde el primer número de Playboy en 1953, en el que figuraba una fotografía de Marilyn Monroe, posando desnuda sobre una sábana roja, el señor Hefner intentó confrontar la moral puritana del Estados Unidos tradicional, principalmente del ­Estados Unidos interior y rural. Su revista era polémica, pero rápidamente encontró una audiencia amplia y fue un elemento toral de la revolución sexual de los años sesenta.

Mr. Hefner sacó la desnudez del desván, pero fue más que el soberano de la tierra del erotismo. Desde el comienzo tuvo ambiciones literarias para Playboy y contrató escritores afamados que dotaron a su revista de credibilidad cultural. Era una broma común que los lectores asiduos de Playboy compraban la revista por “los artículos” y sólo veían disimuladamente las fotografías de mujeres semidesnudas.

Pocas publicaciones se han asemejado tanto a los gustos y aficiones de sus creadores como Playboy al Sr. Hefner. “Estoy viviendo la versión adulta del sueño de todo infante, convirtiendo la vida en una celebración”, declaró a la revista Time en 1967. “La vida es muy corta y no debe ser un valle de lágrimas”.

La fusión entre desnudos con clase, artículos serios y cartones, junto con consejos sobre sexo, automóviles y ropa cambió con el paso del tiempo. Esta fórmula lograría atraer principalmente a hombres heterosexuales, citadinos y en ascenso social, aunque también ganó popularidad entre los miembros del clero —que recibieron un descuento de 25% de suscripción— e incluso entre las mujeres.

Hef, como era conocido, estuvo a cargo de las operaciones editoriales desde el principio y se sabe que trabajaba en la revista hasta por 40 horas ininterrumpidas, enervado por anfetaminas, Pepsi-Cola y su sempiterna pipa.

Antes de cumplir 50 años, el Sr. Hefner era “el más famoso editor en la historia del mundo”, como la revista Esquire alguna vez declaró.

Comisionó artículos a algunos de los más celebres escritores del mundo: Saul Bellow, Norman Mailer, James Baldwin y Joyce Carol Oates, por nombrar algunos.

Durante una entrevista con Playboy en 1976 el candidato presidencial demócrata, Jimmy Carter, hizo una de las más notorias revelaciones publicadas en exclusiva por la revista: “He mirado a muchas mujeres con lascivia. He cometido adulterio en mi corazón muchas veces”.

 Cada mes el Sr. Hefner escribía una columna en la cual buscaba definir la “filosofía Playboy”. En su visión, la emancipación sexual era parte esencial del espíritu de libertad y debía acompañarse con la libre expresión, leyes permisivas sobre el consumo de estupefacientes y derechos civiles; incluso en temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En 1961, algunos clubes en Miami y Nueva Orleans, franquicias de Playboy, negaron el acceso de afroamericanos. La respuesta del Sr. Hefner fue comprar de nuevo las franquicias y emitir un vigoroso memorándum: “Nos oponemos abiertamente a la segregación y estamos involucrados activamente en la lucha para terminar con las desigualdades raciales de nuestro tiempo”, escribió.

En la Mansión Playboy —ubicada primero en Chicago y después en Los Ángeles— el Sr. Hefner ofrecía banquetes que convocaban a celebridades de Hollywood y mujeres deseosas de exhibir su desnudez. En el acceso principal de la mansión se leía un letrero con la inscripción: “si non oscillas, noli tintinnare”, que puede ser vagamente traducida como: “Si no te contoneas, no llames (a la puerta)”.

“No me siento cansado”, le dijo a The Post en el 2003. “Me despierto todos los días consciente de mi buena fortuna, amo mi trabajo y amo mi vida. Tengo claro que la vida es incierta y que la mía ha sido incomparable”.

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