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Castillo y su etnonacionalismo fallido
Lanzar la máxima de que todos los indígenas son incorruptibles equivale a decir que todos los narizones somos filósofos por haber sido estoicos desde temprana edad frente al bullying que sufrimos en la primaria.
En el discurso en el que el entonces presidente de Perú Pedro Castillo ordenó la disolución del Congreso, la semana pasada, dijo que desde el primer día de su Gobierno recibió ataques “racistas” en su contra por parte de la una mayoría de legisladores. Para “la mayoría congresal”, continuó Castillo, “no es posible que un campesino gobierne al país”.
El discurso es similar al que utiliza AMLO en sus mañaneras. El propio presidente mexicano defiende a Castillo porque está recibiendo una embestida de “fifís” debido a su “origen humilde”.
Cuatro matices desmantelan lo dicho por Castillo. Él no es el primer presidente a quien el Congreso le aplica el artículo de la Constitución referente a la moción de vacancia. Lo hicieron en contra de Guillermo Billinghurst (1914), Alberto Fujimori (2000), Martín Vizcarra (2020) y Pedro Pablo Kuczynski (2018).
El segundo matiz lo demuestran los números.
Las matemáticas ayudan a desideologizar polémicas políticas.
El gabinete del entonces presidente Pedro Castillo tuvo más de 60 cambios de ministros en menos de un año y medio; en promedio, tres ministros dejaron su puesto cada mes. Aquí nada tiene que ver el Congreso. Se trata de un problema de liderazgo. Castillo nunca gobernó; su gestión siempre fue fallida porque Castillo no tuvo la mínima experiencia para administrar su Gobierno. Fue un incompetente.
El tercer matiz tiene que ver con la corrupción. Un año y medio atrás, Castillo tuvo que conocer el contenido del voto que lo hizo presidente: el hartazgo de la sociedad sobre la clase política peruana, incluyendo por supuesto a todos los partidos políticos. Las acusaciones en su contra las tendrán que investigar el ministerio público. Ni AMLO ni Petro son jueces peruanos.
El cuarto matiz tiene que ver con la competencia política. Castillo se queja del Congreso porque le ha obstruido sus reformas. Califica la postura de los legisladores como “guerra” en contra del Ejecutivo. En efecto, el Congreso peruano, desde hace muchos años, es dominado por la oposición. Lo fue en contra de Vizcarra y Kuczynski. Castillo no es la excepción.
En efecto, el Congreso desobedeció la semana pasada a Castillo cuando ordenó su disolución. Para formalizar el acto, el Congreso le aplicó la moción de vacancia.
Un abogado de Castillo aseguró que alguien hizo beber al entonces presidente una bebida que lo atontó. ¿Justificó el temblorín de las manos o el contenido del texto?
Pedro Castillo sigue los pasos de Evo Morales: se victimiza. Su etnonacionalismo resulta patético. Lo mismo la decisión de los cuatro presidentes que lo defienden.
@faustopretelin