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Opinión

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De menús en códigos QR y los cambios en los usos sociales

Foto EE: Archivo / Gilberto Marquina

Hoy al entrar a un restaurante, pareciera que hemos normalizado el hecho de que ningún mesero se acerque a dar una carta con el menú por escrito. Los códigos QR sustituyeron el uso de menús en papel como se ha usado en la industria desde finales del siglo pasado. En parte, el uso de códigos QR se disparó a inicios de la pandemia, cuando poco conocíamos del virus y de sus maneras de transmisión, y creíamos que el contacto con un papel o incluso con un artículo recién comprado en el supermercado, nos haría propensos al contagio.

Conforme fuimos teniendo más información acerca de las formas de contagio, entendimos que el virus no se transmitía por tocar menús, pero los códigos QR se quedaron. En cierta manera, era una transición que se veía venir, pero que fue acelerada a raíz de la pandemia. El uso de códigos QR presupone varias cosas sobre los comensales: que todos sin excepción cuentan con un dispositivo inteligente, y que todos los comensales tienen pericia en manejar los dispositivos electrónicos. Esto puede ser problemático en temas de inclusión, puesto que personas invidentes o de edad avanzada podrían no ser susceptibles de usar esta tecnología. Muchos comensales que no cuentan con alguno de estos impedimentos, se han quejado simplemente porque la experiencia ha cambiado.

En términos de costos y de variaciones en los menús según las estaciones y la disponibilidad de ingredientes los menús QR resultan redituables para los negocios de restauración. En términos históricos y sociales, podríamos estar siendo testigos de un uso social que cambiará la experiencia de ir a un restaurante. Los menús históricamente fueron concebidos como listas de los alimentos disponibles en las casas de huéspedes, que después se convirtieron en los primeros restaurantes. Los menús han constituido también objetos de análisis histórico, por ejemplo, para ver qué se comía en recepciones de mandatarios y las principales influencias culinarias de alguna época. Los menús han cambiado de ser escritos en pizarrón (aunque en algunos lugares se sigue esta tradición), a ser impresos en papel minuciosamente diseñados en torno al concepto de un restaurante. Los menús han sido objeto testigo también de la inequidad de género al existir anteriormente cartas “para mujeres” que carecían de precio y las “cartas para hombres” donde se enunciaba el precio de los platillos con todos los prejuicios detrás que esto implica. La manera de enunciar los platillos también son objetos de estudio ya que reflejan usos sociales de la alimentación de un grupo de comensales en un contexto definido.

Así como alguna vez el uso de cubiertos en la mesa se debió a diferentes procesos históricos que tuvieron que ver con la manera en la que construimos la civilización, muy probablemente el uso de los menús digitales sea un uso que se quede durante mucho tiempo, que se debió a la confluencia de diferentes factores históricos, entre ellos, el surgimiento de la era digital, pero también, la pandemia de un virus del que en un inicio se desconocían las formas de contagio. En un futuro, muy probablemente estas causalidades sean objeto de anécdotas “curiosas” sobre su origen, así como sucede con varios usos y costumbres actuales sobre los que pocas veces nos interrogamos sobre los factores alrededor de su origen y  de la manera en la que se fueron normalizando.

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Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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