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Día Mundial del Hábitat y alimentación
El pasado 2 de octubre se conmemoró el Día Mundial del Hábitat, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para concientizar acerca de la forma en la que las economías urbanas deben de estar involucradas en el desarrollo sostenible a nivel global. Como objetivo específico de este año, se plantea la necesidad de encontrar formas en las que las ciudades se recuperen de crisis económicas globales, como la que sucedió en todo el mundo a raíz de la pandemia de Covid-19.
A partir de la crisis de la pandemia, se urgió a los diferentes actores a nivel macroeconómico a plantearse la forma en la que se puede contribuir a blindar a los contextos urbanos para futuras crisis, debido a la gran dependencia de las economías nacionales de las actividades que se dan en sus entornos urbanos. Esto se busca a través del desarrollo de ciudades sostenibles, en sus formas de generar recursos y el impacto de estos recursos a nivel estructural, ambiental y económico. Así, por ejemplo, en el caso de la alimentación vimos cómo la pandemia impactó de manera significativa no solamente el consumo de los alimentos provenientes del campo dentro de los contextos urbanos, haciéndolos en algunos casos inaccesibles para muchos ciudadanos.
Por otro lado, los distribuidores urbanos de alimentos resintieron la manera en la que los consumidores accedían a sus productos, teniendo que reinventar estrategias para llegar a los consumidores. Finalmente, los que se dedican a transformar esos productos alimenticios y a proporcionar servicios de restauración, se vieron afectados severamente quedando en medio de la cadena de proveedores y clientes donde la interdependencia provocó una de las peores crisis de los últimos tiempos.
A raíz de estas observaciones globales, se conmina a pensar la manera en la que las ciudades podrían generar sus propios recursos, entre ellos, los alimenticios. Es por ello que muchos de los proyectos de urbanización y transformación de espacios de algunos de los países más desarrollados se hacen con miras a volverlas ciudades verdes, no solamente por el impacto al medio ambiente sino también por la forma de gestionar sus recursos para el consumo de los habitantes. Además de las ciudades verdes, se conmina a que los transformadores de productos alimenticios busquen la manera de generar estrategias que permitan no solamente la reducción de costos, por ejemplo, de transporte de productos, sino también en desarrollar cadenas de valor en las que tanto productores, distribuidores y consumidores salgan beneficiados. La gestión de los desechos alimenticios y la forma de reutilizar productos comestibles en buen estado, son también ejes primordiales para lograr que los objetivos se cumplan.
Aunque parecería que todos estos objetivos cumplen solamente la función de mejorar de manera significativa el impacto ambiental, la realidad es que una estrategia bien planteada y diseñada a cumplirlos también representa en muchas ocasiones una reducción de costos de producción si lo que se busca es meramente el beneficio económico. Sin embargo, el logro conjunto de estas estrategias requiere de una coordinación finamente articulada entre todas las instancias involucradas no sólo desde la parte de la iniciativa privada sino también del apoyo de instancias gubernamentales. Se requiere además de un cambio en la cultura de negocio sostenible y con responsabilidad social que esté sensibilizada a los cambios en la manera de hacer las cosas que pueden beneficiar no solamente económicamente, sino ofrecer un seguro ante futuras crisis.