Dialogar-Escuchar-Gobernar

Los últimos dos discursos de la ahora candidata triunfadora Claudia Sheinbaum, han sido parecidos, y son una síntesis clara de su pensamiento. Me refiero al que pronunció el 29 de mayo en su cierre de campaña y a su primer mensaje de victoria el domingo 2 de junio, en el hotel donde recibió los resultados del conteo rápido del INE. En ambos, la próxima presidenta de México, reiteró un mensaje de particular importancia para el país y nuestra democracia.

“Es imperativo decir también que nuestro proyecto defiende la democracia, las libertades, la verdad y la dignidad de las personas. Lo digo porque los adversarios, la oposición y sus intelectuales, han planteado, que en esta elección se juega la democracia o el autoritarismo (…) Concebimos un México plural, diverso y democrático. Sabemos que el disenso forma parte de la democracia y que, aunque la mayoría del pueblo respalda nuestro proyecto, nuestro deber es y será siempre velar por cada una y a cada uno de los mexicanos, sin distingos. Por lo mismo, estoy segura de que, aunque muchas mexicanas y mexicanos no coinciden plenamente con nuestro proyecto, todas y todos los mexicanos habremos siempre de caminar en paz y en armonía, sin discriminación”.

En estos párrafos, Claudia Sheinbaum deja un testimonio importante de su vocación con la democracia y las instituciones que la sostienen.  El arrollador margen de su victoria es un mandato claro en las urnas de que México cree en su proyecto, en la prosperidad compartida, en el humanismo y la prioridad de los problemas sociales, en la transición energética, en un Estado que atienda con calidad las necesidades de educación y salud, que promueva la ciencia y la tecnología, la paz, seguridad y la justicia.

Desde el lugar que ocupa ya en la historia de México, al ser la primera mujer electa presidenta en nuestro país y en Norte América, y con la enorme presencia nacional de Morena en los estados y en el Congreso Federal, Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de gobernar y conducir al país por un camino de equidad y crecimiento que no hemos visto en más 50 años, y con menor polarización que la que hoy nos divide.

Para hacerlo cuenta con su experiencia, su trayectoria académica y política y su equipo de trabajo, pero también con el conocimiento de innumerables expertas y expertos en todos los temas por resolver, con la visión del sector privado, de las asociaciones de la sociedad civil (ambientalistas, género, derechos humanos, seguridad, entre otras), de las universidades, las iglesias y los sindicatos. Es decir, la legitimidad y el capital político de la doctora Sheinbaum le permiten escuchar —como nadie antes— a la sociedad mexicana, en su sentido más amplio, y hacerlo de la manera más incluyente, considerando la pluralidad de puntos de vista, que le darán un panorama más completo de los retos por delante y, sobre todo, la capacidad de encontrar y construir las mejores soluciones.

En ese mismo sentido Claudia Sheinbaum ha sido clarísima en relación con la admiración, respeto y estima que le tiene al presidente López Obrador. Ha dicho que el segundo piso de la 4T se construirá en función de la continuidad con cambio. El gobierno de la primera presidenta de México será, entonces, uno centrado también en la austeridad, honestidad e independencia del poder económico, entre otros principios que han sido el eje del obradorismo. Lo anterior, sin embargo, no significa que no habrá un nuevo estilo de ejercer el poder en Palacio Nacional.

Los foros organizados por Diálogos por la Transformación durante la campaña han demostrado la capacidad de Sheinbaum de escuchar diversas voces y ampliar, al hacerlo, el horizonte de posibilidades para el país. Esa será, sin duda, una de las características más valiosas de la próxima presidenta de México.