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Días de furia
El mensaje es claro; las imágenes, también: un grupúsculo de afiliados a la CNTE (no más de veinte), con machetes y palos, pretenden impedir que cientos de miles de ciudadanos lleguen al Zócalo en protesta por los descarados intentos de López Obrador de dinamitar nuestra democracia y someter nuestras libertades a su capricho. Calmados, los manifestantes les dicen a los golpeadores enviados por el gobierno que ellos apoyan la lucha salarial del magisterio, pero que los dejen pasar en paz. Su líder contesta, agresivamente, con una frase digna del obradorato: “la plancha es nuestra”. La manifestación continúa por caminos aledaños y rodea al grupo de choque. No pasó a mayores porque la manifestación fue lo suficientemente inteligente para no morder el anzuelo, pero es claro que refugiada en su palacio vive una bestia herida y muy peligrosa.
A pesar de controlar la presidencia del INE, a través de Guadalupe Taddei y los impresentables que ha designado como encargados de despacho, López Obrador está muy nervioso. Sabe que perder la presidencia implicaría la apertura de investigaciones formales sobre sus presuntos vínculos con el narcotráfico y los escándalos de corrupción de sus hijos, familiares y amigos. Nunca ha reconocido una derrota ni lo hará ahora que su propia libertad está en juego, y algo sabe que pretende curarse en salud: a pregunta expresa sobre si reconocería el resultado de las elecciones, Claudia Sheinbaum dijo que dependería de las circunstancias; es decir, no lo va a reconocer y, junto con López Obrador y sus grupos de choque, gritarán ¡fraude!, como siempre, como toda la vida en una historia que conocemos hasta la náusea.
A pesar de lo absurdo y carente de sentido que suena un fraude contra aquellos que detentan todos los recursos del Estado y han cooptado a la mayoría de las instituciones, llegado el momento, alguna explicación estúpida y fantasiosa se les va a ocurrir: es de que el fraude lo hicieron los conservadores, los capitales extranjeros, la oligarquía, los illuminati, los sabios de Sion…; cualquiera sin nombre y apellido, porque no lo hay.
Pero no lo minimicemos por ridículo. Estas fantasías son muy peligrosas porque servirán para explicar el estrepitoso fracaso del sexenio de López Obrador. Los humanos, antes que reconocer un error que ponga en duda nuestras creencias, somos capaces de aferrarnos a cualquier estupidez que nos permita justificarnos ante los demás, y ha quedado claro que López Obrador es el rey de los pretextos. Ante su patológica imposibilidad de asumir un fracaso, López Obrador siempre ha recurrido a la violencia. Recuerde usted que sus huestes pretendieron impedir la toma de posesión de Felipe Calderón, rodeando San Lázaro y las vías de acceso. Recuerde también que lo mismo hizo en la toma de posesión de Peña Nieto, a pesar de haber perdido por un margen amplísimo, en que lanzaron camiones de basura contra la policía que resguardaba el Palacio Legislativo. Recuerde los saqueos de autoservicios y tiendas departamentales cada vez que aumentaba el precio de la gasolina durante el gobierno de Peña, y que mágicamente desaparecieron cuando López llegó al poder.
Nuestro voto servirá para conjurar la amenaza totalitaria que se cierne sobre México, pero no será suficiente. Los meses entre la elección y el cambio de gobierno estarán llenos de días de furia, en que el obradorato violará todas las leyes y cometerá todos los delitos que sean necesarios para aferrarse al poder. De ninguna manera va a ser una transición pacífica, con López Obrador nunca lo es, y será en esos días en que la firmeza de los ciudadanos deberá imponerse sobre la soberbia de un grupúsculo de fanáticos convenencieros.
@gsoriag