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Opinión

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El blanco de la Fed son los trabajadores

Al anunciar próximas alzas en tasas de interés, en un momento en que el empleo total de Estados Unidos todavía está por debajo de su nivel de 2019, la Reserva Federal se está doblegando una vez más ante la presión de economistas y financieros. Ya sea que entienda o no lo que está haciendo, su guerra contra la "inflación" es realmente una guerra contra los trabajadores estadounidenses.

STEAMBOAT SPRINGS, COLORADO – El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, ahora se ha comprometido a poner la política monetaria norteamericana en una senda de tasas de interés en alza, lo que podría aumentar la tasa de corto plazo (sobre los fondos federales y las letras del Tesoro) en por lo menos 200 puntos base para fines de 2024. De esta manera, Powell cedió a la presión de economistas y financieros, desempolvando un libro de tácticas que la Fed ha seguido durante 50 años –y que debería haber permanecido en su bóveda.

La razón manifiesta para ajustar la política monetaria es “combatir la inflación”. Pero las alzas de las tasas de interés no harán nada para contrarrestar la inflación en el corto plazo y funcionarán contra los aumentos de precios en el largo plazo sólo generando una crisis económica más. Detrás de la política hay una teoría misteriosa que vincula las tasas de interés con la oferta monetaria, y la oferta monetaria con el nivel de precios. Esta teoría “monetarista” no se menciona en estos días por buenos motivos: fue abandonada en gran medida hace 40 años después de contribuir a una debacle financiera.

A fines de los años 1970, los monetaristas prometían que si la Fed se concentraba exclusivamente en controlar la oferta de dinero, la inflación se podía controlar sin aumentar el desempleo. En 1981, el entonces presidente de la Fed, Paul Volcker, lo intentó. Las tasas de interés de corto plazo se dispararon al 20%, el desempleo alcanzó el 10% y América Latina entró en una espiral de crisis de deuda que prácticamente tumbó a todos los bancos grandes de Nueva York. Para fines de 1982, la Fed había dado marcha atrás.

Desde entonces, prácticamente no ha habido inflación que combatir, debido a los precios bajos de las materias primas globales y al ascenso de China. Pero la Fed periódicamente ha luchado en las sombras contra “expectativas inflacionarias” –aumentando las tasas con el tiempo para “anticiparse” a los demonios invisibles y luego felicitándose a sí misma cuando nada ha sucedido.

Las luchas en las sombras también terminan mal. Una vez que los prestatarios saben que las tasas van a subir con el tiempo, tienden a acumular deuda barata, alimentando alzas especulativas de activos reales (como la tierra) y de activos falsos (como las flamantes empresas de Internet en los años 1990, las hipotecas de alto riesgo de los años 2000 y ahora las criptomonedas). Mientras tanto, las tasas de interés de largo plazo se mantienen inmóviles, de modo que la curva de rendimiento se achata o inclusive se revierte, causando eventualmente que los mercados de crédito y la economía fallen. Ahora probablemente veamos este circuito de retroalimentación nuevamente.

Por supuesto, esta vez es diferente en un sentido. Por primera vez en más de 40 años, los precios están subiendo. Esta nueva fase fue desatada hace un año por un aumento de los precios mundiales del petróleo, seguido por un alza en los precios de los autos usados cuando la cadena de suministro de semiconductores complicó la producción de automóviles. Ahora, también estamos viendo un incremento en los precios de la tierra (entre otras cosas), que incide en las estimaciones (un tanto artificiales) de los costos de la vivienda.

Las tasas de inflación se reportan en base a 12 meses, de manera que cuando se produce un impacto, es seguro que genera titulares sobre “inflación” durante 11 meses más –una ventaja para los halcones de la inflación-. Pero como los precios del petróleo en diciembre estaban prácticamente igual que en julio, el impacto inicial ya no figurará en los datos en pocos meses y los reportes de inflación cambiarán.

Es verdad, el efecto de una energía más cara seguirá filtrándose en el sistema. Eso es inevitable. Ya sea que haya un cambio estructural como un aumento en los costos de la energía o una relocalización de partes de la cadena de suministro, la “inflación” es inevitable y necesaria. Para mantener los aumentos de precios promedio ajustados a la meta anterior, algunos otros precios tendrán que caer, y eso generalmente no sucede. La economía siempre ajusta a través de un aumento en los precios promedio, y este proceso debe continuar hasta que se termine el ajuste.

Al reaccionar ahora, la Fed está diciendo que le gustaría (si pudiera) forzar la caída de algunos precios para compensar los crecientes costos de la energía y de las cadenas de suministro, provocando una nueva baja de la tasa de inflación promedio para alcanzar su meta del 2% lo antes posible. Suponiendo que la Fed entiende que esto es lo que está haciendo, ¿qué precios tiene en mente? Los salarios, por supuesto. ¿Y qué más?

El propio Powell dijo que Estados Unidos tiene un “mercado laboral tremendamente fuerte”. Citó el ratio de vacantes laborales comparado con las “renuncias” y piensa que hay muy pocos trabajadores en busca de demasiados empleos. ¿Pero por qué sería eso? Considerando que la economía norteamericana todavía está varios millones de empleos por debajo de los niveles de empleo real de fines del 2019, parece que muchos trabajadores se niegan a regresar a malos empleos con un mal salario. Mientras tengan algunas reservas y puedan esperar por mejores condiciones, lo harán.

En tanto los salarios suban para atraer de nuevo a los trabajadores, y porque la mayoría de los empleos hoy están en el sector de servicios, la gente de mayores ingresos (que compran más servicios) tendrá que pagar más a la gente de menores ingresos (que los ofrecen). Ésa es la esencia de la “inflación” en una economía de servicios. Los precios de la energía y de la mayoría de los productos se fijan a nivel mundial, de manera que los salarios en el sector de servicios son la única parte de la estructura de precios que la nueva política de la Fed puede afectar directamente. Y la única manera de que la política pueda funcionar -eventualmente- es haciendo que los trabajadores norteamericanos se desesperen. Obviamente, lógicamente, inevitablemente y a pesar de todas las lágrimas de cocodrilo sobre cómo la inflación afecta a los norteamericanos comunes, la Fed está decidida a frenar el alza de los salarios.

La lección para los trabajadores norteamericanos: la Fed no es su amiga. Tampoco lo es un político que declara -como lo hizo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, este mes- que la “inflación es el trabajo de la Fed”. Y escribo esto siendo demócrata.

El autor

Jefe de cátedra de Relaciones de Gobierno/Negocios en la Escuela de Asuntos Públicos Lyndon B. Johnson de la Universidad de Texas en Austin, fue director ejecutivo del Comité Económico Conjunto del Congreso.

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