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Opinión

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El nuevo Pemex, fin de la maximización

Maximización de la renta petrolera. Nuestro gobierno usaría el concepto una y otra vez para justificar la oportunidad única e irrepetible, o más bien urgente, de extraer más petróleo crudo que el que nuestro país requería. Había que extraerlo lo más pronto posible porque se afirmaba que en el futuro no se usaría y, por lo tanto, no valdría nada. Como era lógico, la maximización produjo máximos de crudo que tendrían que exportarse. Las exportaciones de crudo nos convertirían en un país de “ligas mundiales” y para bien o para mal en estratégico, especialmente para nuestros socios políticos y comerciales.

Cómo o quiénes inventaron el término y porqué lo usarían para justificar lo dicho ocuparía un espacio que no tengo ahora. Pero la maximización siempre estuvo ahí para justificar una política que permaneció por poco más de 4 décadas hasta, literalmente, hoy. El gobierno actual se ha propuesto dejar de exportar petróleo crudo y utilizar gran o el total de su producción para alimentar la demanda interna. Esto se traduce en producir gasolinas y no importarlas. Es un cambio de modelo radical que requerirá de mucho análisis pero que ya estaba anunciado desde hace por lo menos 3 sexenios, por lo que, en mi punto de vista, no hay sorpresa. Fue en 2006, durante la campaña presidencial del hoy Presidente que se declaró la intención de dejar de exportar petróleo crudo, aunque quizá haya pasado desapercibido o no se haya tomado en serio.

La maximización de la renta petrolera que sostuvo la política de exportación de crudo fue útil y eficiente. Con ese dogma, en algún momento el gobierno federal logró justificar que hasta en un 40% el total de su gasto se financiara con la exportación de petróleo crudo con un mínimo, nulo o de plano negativo costo de inversión o mantenimiento de por medio. De hecho, buena parte de la infraestructura necesaria para producir petróleo y procesarlo no requeriría mayores inversiones por un largo periodo de tiempo, pues la capacidad de Pemex en los tiempos de la abundancia petrolera del sexenio de José López Portillo sería suficiente. La maximización también ayudó en muchas ocasiones al gobierno federal a garantizar el pago de deuda y a mantener ritmos de gasto altos en tiempos de crecimiento económico bajo. La maximización sobrevivió precios bajos, incluso, a la reforma energética del sexenio pasado pues en ese entonces (2014) el gobierno se comprometió a producir nada más y nada menos que 3.5 millones de barriles diarios de petróleo (mbdp) para el año próximo, 2025. De hecho, el Fondo Mexicano del Petróleo para la Estabilización y el Desarrollo (FOMPED), otra creación de la reforma energética, estableció 4.7 puntos del PIB de ingresos por renta petrolera como base de cálculo para, una vez sobrepasada esa cifra, se liberara dinero obtenido de exportación de crudo para promover el desarrollo. En el 2023 tuvimos poco más de 1 punto del PIB y la producción de petróleo fue de alrededor de 1.5 mbdp. Entonces, ni habrá dinero para el desarrollo ni la estabilización ni habrá petróleo para maximizar y exportar. Podríamos entonces preguntarnos ¿Para qué seguir exportando?

La maximización generó que el indicador de éxito de Pemex fuese la producción de crudo. Como hoy todavía ocurre, una menor producción de crudo implica menos flujo para el gobierno, afectando las finanzas públicas, menos ingresos de Pemex, y presiones de gasto en el pago de deuda y requerimientos de inversión y mantenimiento. En la hoja de balance de la Secretaría de Hacienda no faltan, desde 1982, varios renglones vinculados a la maximización: ingresos petroleros, ingresos de Pemex, ingresos no tributarios, ingresos del gobierno federal, transferencias al FOMPED, etc. En la Ley de Ingresos de la Federación que se ha enviado al congreso estos conceptos también han estado presentes junto con el importante precio de la “Mezcla Mexicana de Exportación” denominador del petróleo mexicano en el mercado internacional. Podemos seguir describiendo de qué manera y en dónde se advierte la presencia del petróleo en las finanzas públicas o petrolización en tinta y papel. Lo importante es señalar que en otros países ricos en petróleo las finanzas públicas no están necesariamente petrolizadas.

La decisión de no maximizar la renta petrolera de México llamará la atención mundial por mucho tiempo porque es difícil compararla con otros casos. El viraje de exportador a refinador es una maniobra complicada desde todo punto de vista: financiero, de ingeniería, logístico. Pero sobre todo es un viraje importante hacia la despetrolización de las finanzas públicas. El patrón de cambio ya se ha iniciado. Se espera que el Sistema Nacional de Refinación (SNR) alcance en abril de 2024 un promedio de procesamiento de 1.1 millones de barriles diarios de crudo, lo que generaría alrededor de 600,000 barriles diarios de destilados (gasolina, diesel y turbosina). Esto es aproximadamente la mitad de la demanda nacional. Si el anuncio reciente de recortar en alrededor de medio millón la exportación de crudo se confirma, el SNR podría acercar a la demanda de combustibles del país de manera importante. Tenemos ya muchas señales de la Secretaría de Energía y de Pemex. Falta comprender cómo la Secretaría de Hacienda en paralelo afirma que seguirá maximizándose la renta produciendo y exportando crudo lo que al parecer, confirma que sigue con la misma hoja de balance. 

*El autor es Profesor de la Universidad de Georgetown en Washington, D.C.

Contacto: gf7@georgetown.edu

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