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Energía, el problema 1, 2 y 3
A pesar de los anuncios de inversión que, como lo decía ayer 14 de agosto, Enrique Quintana, son sólo eso: anuncios, los datos del Inegi de actividad industrial y formación bruta de capital fijo, es decir, inversión, muestran otra historia. Estamos ante una desaceleración en ambos indicadores, lo que revela que la historia de algunos sobre el nearshoring, en términos macroeconómicos, por ahora no es más que eso, una bella historia.
Ahora que tenemos mayor claridad sobre quiénes integrarán el nuevo gobierno, es crucial entender las razones de este freno. El éxito o fracaso económico del próximo gobierno dependerá en gran medida de cómo y cuándo logren mitigar estos obstáculos.
Hoy, el problema uno, dos y tres es la energía eléctrica. Muchos proyectos y empresas en México están enfrentando problemas con el suministro eléctrico. Desde Tijuana hasta la península de Yucatán, surgen dificultades: falta de interconexión a la red de nuevos proyectos, peticiones de inversiones gigantes en infraestructura de refuerzo —hay casos de hasta 40 millones de dólares— o empresas con años de operación que hoy no tienen un suministro confiable. Pedir precios competitivos o energía limpia sería una locura. Esto ha llevado a que muchas empresas hagan sus propias subestaciones eléctricas, y a parques industriales con su propia infraestructura de generación, operando como islas en el sistema. Éstas y un sinnúmero de soluciones creativas se han vuelto la única alternativa para hacer viables proyectos de inversión.
Como he mencionado antes, y otros lo han detallado de manera más elocuente, el principal problema en la economía mexicana hoy es el suministro eléctrico. Los problemas afectan todos los eslabones de la cadena de valor. En el principal insumo, el gas natural, la situación es menos crítica. Gracias a los gasoductos públicos y privados, tenemos acceso al gas natural más barato del mundo, que viene de Texas. Aunque hay problemas en la última milla, no son críticos. En generación, la nueva capacidad agregada al sistema ha sido mínima, y muchas plantas obsoletas que se planeaba retirar siguen operando, generando caro y sucio. En transmisión, se cancelaron las dos inversiones más importantes: la línea que conectaba Baja California y la que reforzaba la conexión del Istmo con el centro del país. Hoy, la red de transmisión está totalmente congestionada. En distribución, el reto es igual o mayor; se requieren grandes inversiones para aumentar el número de subestaciones y reforzar la capacidad de última milla, permitiendo a nuevas cargas conectarse a la red.
¿Qué debe hacer el nuevo gobierno? Primero, entender que no va a poder solo. Según la CPEUM, solo el Estado mexicano puede invertir en transmisión y distribución , y ahí debería enfocar sus esfuerzos. La inversión pública debería canalizarse a estos sectores estratégicos y apoyarse en el sector privado para el resto. Sí, que terminen las plantas de ciclos combinados ya iniciadas, pero que dejen a la IP aumentar la capacidad de generación y reforzar el mercado eléctrico mayorista. Esto también se beneficiaría de facilitar y acelerar la migración de los contratos legados de autoabasto al mercado eléctrico.
La labor hacia adelante es titánica. No hay soluciones financieras inmediatas; no se trata de transferir dinero, sino de inversiones que toman tiempo y que hoy son fundamentales para la economía nacional. Con perfiles más técnicos que políticos en los principales puestos del sector, hay esperanza de que el pragmatismo prevalezca sobre la ideología.