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Felipe González señala el ocaso de Sánchez
El expresidente Felipe González recordó en El Hormiguero (programa de televisión) una máxima que los gurús monclovitas parecen haber olvidado: en política, cuando generas más rechazo que afecto, estás acabado. Es lo que le ocurre a Pedro Sánchez, cuyo ocaso político ya es perceptible por la mayoría de los españoles, por más que él se empeñe en montar castillos en el aire para 2050.
El antisanchismo cimentó la victoria de Díaz Ayuso el 4 de mayo en la Comunidad de Madrid, y el rechazo al presidente crece con fuerza en todas las encuestas, incluso en las del CIS.
La estrategia cortoplacista de Sánchez le está llevando a quemar etapas de su mandato a una velocidad de vértigo, dejando a su paso un creciente número de indignados. Ahora anuncia la clásica gira por el extranjero para huir de los problemas domésticos. Aunque la vicepresidenta lírica, Yolanda Díaz, proclamó el martes ante Ada Colau que este Gobierno "no deja solo a nadie", cada vez son más los españoles que se sienten olvidados en el Camelot progresista de PSOE y Podemos.
Además de los socialistas de antaño, están el resto de los que tampoco comprenden cómo Sánchez parece dispuesto a romper los más esenciales principios democráticos con tal de mantenerse en el poder, aquellos que se indignan por las cesiones a sus socios del PNV y Bildu (como la transferencia de las prisiones al País Vasco tras el traslado masivo de presos de ETA), la mayoría de los catalanes que ven cómo el Gobierno pese a haber prometido en campaña no hacerlo vuelve a dejarles abandonados frente a un separatismo envalentonado de nuevo por la sumisión de Sánchez a sus chantajes, los ceutíes que han visto cómo la Moncloa juega de forma irresponsable con la política exterior mientras ellos sufren en sus calles las consecuencias de la ira de Marruecos, quienes se sienten víctimas de su radical agenda climática (la multitudinaria manifestación celebrada este lunes en Madrid en defensa del trasvase Tajo-Segura, que la ministra Ribera trata de inutilizar recortando el caudal transferido, es un serio aviso), los que no entienden cómo el presidente es capaz de prometer una cosa por la mañana y la contraria por la tarde, la España rural que no se identifica con ese identitarismo alienante de la izquierda pija y urbanita desde antes de que lo denunciara Ana Iris Simón.
La trayectoria zigzagueante del Gobierno es producto de su debilidad parlamentaria, pero sobre todo de la endeblez ética de Sánchez y los suyos, que les permite plegarse a cualquier exigencia inasumible de los separatistas sin el menor atisbo de rubor democrático, pese a que suponga, como los indultos para los cabecillas del golpe separatista de 2017 en Cataluña, erosionar los cimientos de la arquitectura constitucional de España y confrontar con algunas de las más altas instituciones del Estado.
Las declaraciones de García-Page advirtiendo de que indultarles sin que se den las condiciones expuestas por el Tribunal Supremo sería uno de los "graves errores de la democracia" demuestran que la indignación con esos indultos indignos no es cosa de fachas ni de revanchistas, sino de demócratas.
Aunque Sánchez intenta justificar en una supuesta recuperación de la concordia esta humillación al Estado de Derecho, rechazando la venganza y la revancha, lo cierto es que ha basado su trayectoria desde que logró recuperar la secretaría general del PSOE precisamente en vengarse de quienes le expulsaron de la dirección socialista, llevando al partido a donde ellos no querían: pactar con la izquierda bolivariana, los separatistas catalanes y Bildu. Sorprende que, siendo alguien que llegó y se ha mantenido en el poder con base en el rechazo de sus socios a la opción alternativa (primero Rajoy, luego el trío de Colón), no se dé cuenta de que ahora es él quien provoca el repudio de la mayoría de los españoles. Es la causa de su ocaso político que señala González.
*Jefe de Opinión de Expansión
@ricardotlucas