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Invertir en las distintas etapas de nuestras vidas (Parte 1 de 3)
Todas las personas tenemos distintos sentimientos y emociones hacia el dinero. Por eso, nuestras decisiones de inversión son únicas y personales. Lo que funciona para mí, no necesariamente es bueno para ti.
Por eso un buen asesor financiero se debe enfocar primero en conocerte, saber qué es lo más importante para ti, cuáles son tus objetivos y tu tolerancia al riesgo, antes de recomendarte un portafolio. De lo contrario, es muy probable que lo que te recomiende no sea lo que tú necesites. Hay que huir como la plaga de esas personas.
Ahora bien, sí existen algunas reglas básicas y que son comunes para la mayoría de las personas. Por ejemplo:
Nunca hay que perseguir rendimientos. Desde luego son importantes, pero es más importante controlar el riesgo. Muchísimas personas se olvidan de él y por eso les va mal.
Siempre hay que tener liquidez para afrontar una emergencia o un imprevisto. Todas las personas deben tener un fondo para ello, que cubra al menos tres meses de gasto. Se trata de una reserva en instrumentos de corto plazo y alta liquidez, que protejan lo más posible de la inflación. Hay muchas maneras de lograrlo: por ejemplo algún buen fondo de liquidez diaria, Cetes a 28 días con vencimientos escalonados, entre otras posibilidades.
Nunca se debe pensar en un sólo instrumento, sino en términos de un portafolio. Cualquier portafolio a largo plazo (más de 10 años) debe contener una posición en acciones globales. Aún las personas con mayor aversión al riesgo (desde luego, el porcentaje adecuado dependerá mucho de tu tolerancia al mismo). Recuerda: las empresas líderes son las que mueven al mundo y una posición en ellas es la única forma de lograr que tu patrimonio crezca en términos reales.
Ahora bien, todo depende también de la etapa de la vida en la que estés. Porque no es lo mismo estar iniciando tu vida laboral, que estar a punto de retirarte. Una pareja que está a punto de casarse no tiene las mismas necesidades que alguien que acaba de terminar de pagar su hipoteca.
Piensa en alguien que va a tener a su primer hijo. La vida le cambiará radicalmente y eso incluye la parte financiera. El pequeño tendrá necesidades como ropa, vacunas, pañales, alimentos como fórmulas y eso implicará reasignar el gasto familiar. Pero además, en un mediano plazo empezará a ir a la escuela y en un futuro, ojalá, a la universidad.
En muchos casos eso cambia las prioridades. Hay padres que deciden contratar un seguro para garantizar su educación, pase lo que pase. O crear un plan de ahorro propio, complementado con un seguro de vida (hay muchas formas de lograr este objetivo de manera eficiente).
A veces se da la oportunidad de comprar un departamento y dejar de pagar renta. Eso en muchos casos implica contratar una hipoteca. Nuevamente se modifican nuestras prioridades y necesidades financieras.
Pero además necesitamos continuar nuestro ahorro para el retiro. ¿Podemos con todo eso? ¿Tendremos que decidir qué es más importante? ¿Cómo impacta nuestra calidad de vida, tanto financiera como emocional?
Queda claro entonces que en cada etapa de nuestra vida se modifican nuestras prioridades, surgen nuevos objetivos y cambian nuestras necesidades. Eso tiene un profundo impacto en el manejo de nuestras finanzas personales y en nuestras decisiones de inversión.
Cada persona es diferente y eso lo reitero. Pero a veces hay que hablar de casos generales que podemos tomar como base y adaptar a nuestra situación particular. De eso hablaré en la siguiente entrega.