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La Cultura de la Paz, Mediocridad vs. Desarrollo
No se puede imponer la productividad; se deben proporcionar las herramientas para permitir que las personas se conviertan en lo mejor de sí mismas.
Steve Jobs
La posición estratégica que tiene México, como integrante de la región de América del Norte y la actual configuración geopolítica, nos coloca en un escenario muy favorable para la creación de nuevas cadenas de suministro, recibir más inversiones, sustituir las importaciones de origen asiático por productos hechos en nuestro país, crear fuentes de empleo y con ello elevar el nivel de vida de los mexicanos.
Tenemos la oportunidad de avanzar en el desarrollo nacional y –por tanto- de mejorar las condiciones de bienestar de sus habitantes.
Si bien es cierto que uno de los principales atractivos para la inversión ha sido la mano de obra barata, las condiciones previstas en el T-MEC y como parte de una justicia social, ese atractivo se reduce. Los bajos salarios y pocas prestaciones están dejando de ser parte de la ecuación.
El denominado “nearshoring” ya es una creciente realidad, sobre todo en el norte del país donde se percibe más inversión, más producción manufacturera y más empleos. Sin embargo, los avances tecnológicos que requieren de menos mano de obra son otro de los factores a considerar.
La robotización de fábricas, el autoservicio para cobrar en supermercados y para documentar en líneas aéreas, son algunos de cada vez más ejemplos de aplicación de nuevas tecnologías que propician, además de la comodidad de sus usuarios, la substitución de personal que queda sin empleo. En la medida en que los trabajadores y empleados desplazados carezcan de la formación y capacitación adecuadas les será más difícil obtener otro empleo.
Las nuevas oportunidades laborales son, de manera creciente, para técnicos, programadores e ingenieros en informática, entre otros oficios y carreras técnicas y profesionales que el desarrollo requiere.
Sin embargo, esa colección de oportunidades no se concretará de manera espontánea, se requiere de un conjunto de medidas en las que el gobierno ha de jugar un papel clave como es el propiciar las condiciones indispensables para sumarnos al desarrollo regional. Fundamentalmente se requiere del fortalecimiento de acciones, programas y planes en materia de educación y capacitación, e investigación científica y tecnológica, entre otros ámbitos.
Tristemente la realidad revela que la situación prevaleciente va en sentido contrario. En reportes recientes de la UNESCO y del Banco Mundial, México aparece entre los países con mayor retroceso a nivel global en educación, particularmente en lectura y matemáticas. Por si eso no bastara, resulta muy preocupante el nuevo plan educativo que impulsa el gobierno que pervertirá los objetivos que debe perseguir la educación. A nivel primaria y secundaria su objetivo es transformar en centros de adoctrinamiento la escuela pública en perjuicio de la educación que exige y necesita el país. A nivel medio superior, el nuevo plan educativo de bachillerato de la SEP, también de aplicación obligatoria en escuelas incorporadas, reduce horas dedicadas a la formación académica para dedicarlas a algo que denominan -sin mayor explicación- “recurso emocional”. Las 20 horas mensuales de matemáticas se reducirán a 12 de una materia denominada “pensamiento matemático”; las 34 horas de ciencias naturales, a 24; las de ciencias sociales de 18 a 4, y las clases de inglés de 12 a 9 horas. Lo que irremediablemente resultará en ejércitos de egresados carentes de formación para cursar carreras técnicas o profesionales, como un impulso a la mediocridad.
Adicionalmente, contrario a lo que se necesita para estar a la altura de los nuevos retos en materia de ciencia y tecnología, la propuesta gubernamental, plasmada en la iniciativa presidencial de Ley General en Materia de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación, recién enviada al Legislativo, pretende imponer una política científica y tecnológica del país, desde una perspectiva de la ideología oficialista y “concretar la innovación del humanismo mexicano”, que implicará distorsionar al CoNaCyT. Se trata de otra expresión de la polarización que impulsa el mandatario, en este caso, en materia de ciencia, tecnología e investigación científica. Se pretende desaparecer los instrumentos de apoyo a la investigación, afectar la libertad académica y excluir del sistema de gobernanza a los sectores que deberían estar involucrados. De prosperar esa iniciativa se concretará una centralización de recursos y decisiones, de cuestionable constitucionalidad, además de eliminar la autonomía de los centros públicos de investigación, entre otras peligrosas medidas de desmantelamiento institucional.
Estamos obligados a evitar esas y otras medidas similares, de lo contrario, todos saldremos perdiendo porque estaríamos estableciendo la mediocridad como parámetro de medida.
A pesar de que el mayor activo de todo país es su población, el gobierno actual ha disminuido las partidas presupuestales dirigidas a la atención de la niñez y la juventud.
El programa gubernamental que parecer diferir del rumbo de otras políticas del mandatario, aunque con defectos superables, es el denominado “Jóvenes Construyendo el Futuro”, diseñado para que centros de trabajo incorporen a jóvenes como aprendices, de tal suerte que puedan aprender o perfeccionar un oficio que les permita acceder a oportunidades laborales. Los jóvenes participantes reciben una beca financiada con recursos públicos.
Sin embargo, a pesar del rumbo del actual gobierno, México cuenta con una red de instituciones educativas, así como de universidades públicas y privadas que aspiran a la excelencia y ofrecen formación básica, técnica y profesional acorde a las nuevas tecnologías y oportunidades, en las que niños y jóvenes se preparan de acuerdo a los retos del siglo XXI.
Tomemos en cuenta que un modelo educativo responsable que nos permita acceder digna y eficazmente a mejores estadios de desarrollo no se construye de un día para otro, por ello urge actuar, se trata de un reto nacional de la mayor trascendencia.
Insistimos en el diseño y ejecución de una estrategia económica en favor de los más vulnerables para que puedan disfrutar de una vida digna a través del trabajo y ser actores de las ventajas derivadas del T-MEC que requieren de mano de obra calificada, técnicos y profesionales bien formados y -de paso- liberarlos de la limosna que envilece y degrada como un supuesto acto de bondad, característica de prácticamente todos los programas de bienestar del régimen. Como efecto de dichos programas de bienestar del gobierno, ya se observa que muchas personas en edad productiva han dejado de trabajar pues se conforman con las dádivas que reciben.
Esto es una muestra de que, sobre una política responsable de desarrollo, domina la vertiente de manipulación de conciencias en aras de una mayor acumulación de poder en perjuicio del país, de su tejido social y de nuestro futuro.
Para propiciar una efectiva redistribución de la riqueza, lo primero es crearla y, en ese propósito, todos debemos participar.
Nadie puede dudar que la inversión de la clase media en educación, salud y vivienda, su apoyo a los servicios públicos de buena calidad, su intolerancia a la corrupción y su confianza en los demás y en las instituciones democráticas, son las bases del crecimiento inclusivo que tanta falta hace en nuestro país. Este grupo de mexicanos tiene mayor capacidad que otros más amplios y socialmente deprimidos, para hacerse escuchar y -por supuesto- sus metas no son la ignorancia, la pobreza ni la mediocridad.
La excelencia no debe ni puede ser negociable.
Nuestra pretensión es que todos vivamos mejor en un ambiente de solidaridad, respeto, superación, concordia y de dialogo.
*El autor es abogado y mediador profesional.
Twitter: @Phmergoldd