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Opinión

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La tan temida inflación

Con el control de la pandemia, básicamente por la vacunación, la reapertura de las principales actividades económicas se ha dado, casi en su totalidad, en la mayoría de las economías a nivel mundial. Estados Unidos es uno de los países con mayor ritmo de vacunación, lo que ha propiciado un incremento de manera natural en la demanda de bienes y servicios.

Aunado a lo anterior, los programas de estímulos económicos que la actual administración del país vecino del norte ha implementado, han exacerbado la creciente demanda agregada debido a que las empresas y los hogares (en mayor medida) disponen de un mayor ingreso. En términos generales, los aproximadamente 4 trillones de dólares aprobados se han destinado a créditos productivos, transferencias directas a los hogares y aumentos en los seguros de desempleos.

Este último aspecto está generando que el nivel de empleo en la economía americana no termine por recuperarse, la razón esencial es que un desempleado está ganando en promedio un 20% más que si estuviera empleado. Las repercusiones más  claras se pueden apreciar en los problemas de distribución que combustibles que actualmente sufre Estados Unidos, y es que no hay suficientes conductores de pipas de  gasolina para generar la distribución; especialmente ante lo ataques cibernéticos en los  ductos de distribución. Lo anterior ha ocasionado que hoy en día el galón de gasolina esté  en alrededor de 3 dólares, cuando rondaba en los 1.98 dólares.

De manera natural, el incremento en los combustibles ocasiona presiones inflacionarias en otros productos de tal forma que la inflación en el mes de abril repuntó  en 0.8% desde un esperado del 0.2%, y la subyacente repuntó en 0.9% de un esperado de  0.3%, según cifras de la cámara de comercio de Norteamérica.

En consecuencia, la  inflación en cifras anualizadas está en 4.2% y la subyacente en 3.0%.

Ante la creciente inflación, las tasas de interés ya se han ajustado a la baja lo que a su vez tuvo repercusiones en los mercados financieros estadounidenses. Por si este panorama no fuera lo suficientemente difícil, el presidente Biden está impulsando un programa de gasto público en infraestructura para continuar promoviendo el crecimiento económico.

Si las presiones inflacionarias se mantienen, es natural esperar que para la economía mexicana los precios de los bienes intermedio y finales importados de nuestro vecino del norte también se incrementen. Lo que obviamente generará mayores presiones inflacionarias en el mercado interno mexicano, el cual está pasando por un proceso inflacionario similar, pero con causas distintas. En México, son los energéticos y la creciente demanda los que están presionando al alza los precios, y no así un mayor ingreso en los agentes económicos. Hay que recordar que la inflación en México es actualmente del 6.8% a tasa anual según Banxico. Con esto, el poder de compra de los hogares esta cayendo y, por ende, el nivel de vida. En términos generales, los procesos inflacionarios en ambas economías se pueden salir de control, lo que generaría un ambiente económico volátil e incierto; pero sobre todo una mayor inequidad y pobreza en las clases de ingreso más bajo en ambos países.

La única forma de salir de esta espiral inflacionaria es mediante el aumento del nivel de empleo acompañado de una disminución paulatina de los estímulos económicos en Estados Unidos, mientras que en México se requiere de igual forma mayor empleo y un aumento en la inversión especialmente privada. De estos dos, el escenario más complicado de alcanzar es el mexicano fundamentalmente porque no existen condiciones propicias para la inversión, producto del lento ritmo de vacunación, las elecciones intermedias, la austeridad republicana y la inseguridad.

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