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Las diversas crisis en el 2023
El Fondo Monetario Internacional (FMI), en su análisis sobre las proyecciones para el 2023, revela que 143 gobiernos recortarán su gasto público, lo que afectará a 6,700 millones de personas, 85% de la población mundial. Muchos gobiernos empezaron los recortes desde el 2021 y otros seguirán haciéndolo hasta el 2025. Se trata de reducciones promedio de 3.5% del PIB de los países.
Esta política de austeridad se suma a otras calamidades: el Covid-19 no desaparece, la trágica y deplorable invasión rusa a Ucrania continúa, el mercado incierto de la energía, la inflación que afecta a las empresas y a los consumidores, la deuda alta de los países deudores, el cambio climático que avanza mostrando sus efectos depredadores. Y no menos grave la inestabilidad política en muchos países.
Paradójicamente, los países más pobres son los que están realizando mayores recortes presupuestales. Sobresalen para citar sólo a algunos ejemplos a Guyana, Liberia, Libia, Sudán, Surinam y Yemen. Las medidas que están implementando los hunden más en el subdesarrollo porque están reduciendo la protección social, afectando a los sectores vulnerables, a la gente mayor, a los discapacitados, creando desempleo burocrático, particularmente maestros y personal de salud. También la privatización de los servicios de transporte, agua y energía, disminución de los gastos de educación. O sea, una regresión a tiempos oscuros.
La austeridad del gasto gubernamental por su fácil implementación es una política muy utilizada, pero tiene un costo social y político muy alto, debido a que los servicios sociales que son precarios lo serán aún más.
La educación, la salud, el transporte, la seguridad social y el empleo se deterioran y le abren la puerta al populismo que solo promete soluciones pero que no cumple.
Hay alternativas a la austeridad. Pero como decía el ilustre economista inglés, John Maynard Keynes: “Lo difícil no es desarrollar nuevas ideas sino escapar de las antiguas”. Independientemente de medidas como la reestructuración de las deudas, la reasignación de gastos públicos, la utilización de las reservas de divisas y nuevas asignaciones de derechos especiales de giro del FMI, lo que se necesita son decisiones políticas globales para que las instituciones internacionales, como son el FMI y el Banco Mundial, asuman un mayor apoyo a los países con reglas más flexibles y mayores recursos para constituirse en bancos de desarrollo mundiales.
Lawrence Summers, que fue Secretario del Tesoro de Estados Unidos y ahora es decano de la Universidad de Harvard, en donde también es profesor universitario, dice: “El Banco Mundial debería ser un vehículo importante para la respuesta a las crisis, la reconstrucción posterior a los conflictos y, lo que es más importante, para respaldar las enormes necesidades para el desarrollo mundial saludable y sostenible”.
La experiencia enseña que no debemos dejar el futuro en manos del azar, porque produce resultados imprevisibles.
La educación, la salud, el transporte, la seguridad social y el empleo se deterioran y le abren la puerta al populismo que solo promete soluciones pero que no cumple.