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Opinión

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Lo que en realidad mató al coche eléctrico

Como muchos sabemos, el coche eléctrico es el invento alternativo a un coche normal, ya que en lugar de hacer funcionar al motor con gasolina, lo hace con una carga eléctrica, trayendo muchos más beneficios para la gente y el ambiente que un coche normal, tales como: ahorro en el precio del auto y la gasolina, menos posibilidades en fallas, cero emisiones contaminantes al ambiente, etc. Pero, ¿qué es lo que en realidad sabemos sobre este vehículo?

El auto se creó a finales del siglo XIX y durante esos años fue muy popular, al grado que había más de estos vehículos en las calles que de los que funcionan con gasolina. La razón de tanta popularidad para este invento fue que la gente no estaba muy contenta con los precios del combustible, no les gustaba el ruido que hacía el auto regular y al usar el eléctrico se ahorraban todo trabajo manual y de reparación que significaba tener un auto. Con el tiempo el precio del auto fue aumentando significativamente y no era muy accesible, por lo que en algún momento casi desapareció.

En la década de los noventa, un poco más de un siglo después de tanta popularidad, el auto eléctrico regresó al mercado, pero ahora muy cambiado, con más beneficios y un nuevo nombre, EV1 (Electric Vehicle 1), de General Motors. Este auto fue el primero que regresó y solamente se podía obtener bajo leasing (arrendamiento).

De este primer modelo, General Motors pretendía reducir los niveles de contaminación en el estado de California, ya que éstos eran muy altos y se consideraban no sanos para la gente. Posteriormente, el auto llegó al estado de Arizona.

Al principio, la compañía pensó que sacar un coche como éste les daría ventaja sobre las demás compañías automotrices, ya que en aquel momento no había nada igual, por lo que en el desarrollo del mercado para el auto se decidió invertir billones de dólares. Se pensaba que al momento de que éste estuviera disponible se vendería solo. ¿Qué más podría pedir alguien? Si el coche no usaba gasolina ni hacía combustión, no tenía motor, salvaba al planeta y tan sólo con una carga eléctrica, recorría casi 100 kilómetros.

Al momento de la promoción, la compañía iba bastante bien, lo anunciaba de una manera totalmente diferente a los demás coches, sin modelos ni rutas adornadas y promocionándolo como si ya estuviera aquí. El día del lanzamiento, arrendaron bastantes coches a personas visionarias y apresuradas por tenerlo y conforme pasó el tiempo, parecía que seguían teniendo mucha demanda, ya que había una lista de espera de aproximadamente 4,000 personas. Pero había un pequeño detalle: las personas no sabían sobre las limitaciones del auto en cuanto a estaciones de carga, kilometraje, precio del arrendamiento, etcétera. Y cuando se enteraron de todos los sacrificios que se debían hacer para volverse sustentables , la lista bajó a menos de 50 personas.

Con el paso del tiempo, empresas con modelos de autos eléctricos como Honda, Toyota, Chrysler y General Motors, empezaron a ganar enemigos por el impacto positivo que su producto tenía con la gente. Industrias petroleras como Shell, Chevron y Mobil compraban encabezados en periódicos para poder criticar este vehículo, diciendo que los beneficios de tener autos así eran bastante dudosos, ya que además de estar hechos con baterías de plomo y ácido se cargaban con energía de plantas de carbón y no tenían la potencia ni la fuerza de cualquier otro auto, no había estaciones de carga, además de ser extremadamente caros. La gente empezó a dudar bastante sobre éstos y la demanda de los autos empezó a bajar cada vez más, por lo que el gobierno de California empezó a legislar sobre sustituciones, mantenimiento, servicio y responsabilidad social, todos ellos obligatorios para las compañías que contaran con estos autos. Bajo estas condiciones, la industria automotriz dudaba de si era una inversión conveniente o rentable.

Los modelos de ese tiempo tenían muchas fallas de batería, por lo que las compañías decidieron buscar socios que pudieran mejorar o cambiarlas. Chrysler y GM se asociaron con la empresa del señor Ovshinsky, quien hacía baterías de otros materiales, que duraban la vida de un coche y eran más baratas que un motor. Esta alianza significaba muy buenas noticias para ambas compañías, hasta que se enteraron de otra tratando de unirse. Esta era Chevron-Texaco, una compañía petrolera que misteriosamente compró 60% de la empresa de baterías.

Años después, las compañías empezaron a sacar tanto sus programas de arrendamiento como sus ventas de autos eléctricos del mercado, quizá para buscar mejoras en éstos, pero sin una verdadera razón, la cual se supo tiempo después y fue que la empresa de petróleo que había comprado más de la mitad de la compañía de baterías decidió que las baterías no se iban a poder utilizar en autos eléctricos para, de esta forma, reducir las alternativas funcionales que compiten con la gasolina y para que ésta siga teniendo control sobre la gente y mantenga su posición, ganando miles de millones semanalmente.

Industrias de petróleo lograron retirar casi completamente del mercado al auto eléctrico (solo dejando al híbrido en circulación, ya que también significa ganancia para ellos) hasta su reciente regreso notable en 2010 por la demanda de la gente y la competencia, misma que sigue un ciclo, como cuando el auto remplazó a la carretilla, es decir, hasta que el mejor invento sustituya al anterior.

nacer.herns@eleconomista.mx

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