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Opinión

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No sólo votes… ¡Participa!

En la ya clásica obra de Carol Pateman Participation and democratic Theory se nos alerta de la profunda crisis de las nuevas corrientes democráticas respecto la participación activa de la ciudadanía.

Estas nuevas corrientes, según la autora, han provocado un profundo alejamiento, un terrible desinterés y una constante apatía respecto a los asuntos públicos. Pero ella, no es la única que lo refiere, en buena parte de la literatura política (Gabriel Almond, Mancur Olson, Robert Putman o Margaret Conway entre otros) acerca de la participación democrática encontramos la misma preocupación.

Desde hace muchos años hemos reducido la participación a un acto muy concreto que es el votar y aunque esta última acción es fundamental no es la única a la cual se debe reducir nuestro involucramiento público. Participación, en términos de Pateman “no solo es un medio para lograr decisiones políticas justas, sino también un fin en sí mismo que contribuye al desarrollo de las capacidades cívicas de los individuos.”

Estas capacidades cívicas se construyen y edifican en la niñez, sin embargo, es justo en esa edad, donde más alejamos a los niños de los asuntos públicos inclusive elaborando frases como “En casa no se habla de política”.

Esta frase es llevada a la escuela, limitando la educación primaria y secundaria, en el mejor de los casos, a elaborar una educación cívica reducida al voto o a un interés particular vinculado a los servicios públicos de la comunidad, pero nunca vibrante de la importancia y relevancia de la participación pública.

¿Qué mejor lugar que la mesa familiar o el aula escolar para enseñar habilidades y competencias de la participación ciudadana? El desarrollo de estas habilidades y competencias no solo empodera a los ciudadanos para participar de manera efectiva en la vida pública, sino que también fortalece las democracias al fomentar una participación más informada y comprometida.

Y mientras ello no sucede, sólo fortalecemos la idea de una política lejana, ajena o distante del ciudadano en donde lo que menos interesa es el involucramiento en ella permitiendo fenomenologías políticas tales como los populismos o autoritarismos. En ese sentido debemos volver a llevar la política a las casas, debemos llevar la discusión, el debate, la crítica y las propuestas (que no las peleas) a ese primer entorno seguro donde se aprende diálogo, negociación, opiniones informadas o liderazgo.

Es un enorme desperdicio cuando un joven quiere entender un proceso político y en casa o en la escuela le cierran la puerta por miedo a generar una pelea o discusión. Si eso ocurre el problema no está en el joven sino en los padres que a lo mejor nunca recibieron una enseñanza propicia en aquellas habilidades.

La participación política no es sólo votar, pues si ello fuera así, en vez de hablar de democracia hablaríamos de votocracia, es decir de una forma meramente decisoria-electoral, pero la democracia participativa tiene mayores alcances y requiere para su funcionamiento un mayor compromiso ciudadano. Ese compromiso ciudadano hoy está recargado en ti y en mí.

En unos días viviremos un proceso electoral muy importante y hemos observado los constantes llamados a votar. Ante ello observamos dos posturas típicas pues por un lado en algunos ciudadanos encontramos el desánimo y la apatía y por otro a ciudadanos refieren que votar es la única forma activa que tenemos de participación. En ambos escenarios encontramos la versión reduccionista de la democracia.

Hoy tú y yo no sólo deberíamos estar convencidos de ir a votar, sino que deberíamos estar debatiendo y discutiendo cuales son las propuestas más viables de los candidatos, las propuestas que nos impactan como país, como ciudad, las propuestas que tienen sentido y las que son pura palabrería y sobre todo tendríamos que observar de qué manera la ciudadanía nos puede convertir en auténticos auditores del trabajo de aquellos por quien votamos.

En otras palabras, querido lector, este 2 de junio hay que ir a votar y desde ya y hasta el fin de nuestros días hay que participar en la vida pública y exigir el mayor número de espacios ciudadanos para dicha participación. La vida democrática, para que en realidad sea vida, nos requiere a todos, no esperando pasivamente a que las cosas sucedan sino empujando activamente el debate, la crítica y el escrutinio de todos los actos de gobierno que inciden directamente en nuestra vida.

 

El autor es decano de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana, integrante del Sistema Nacional de Investigadores de México.

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