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Nostalgia del caviar: Covid-19, entre el populismo y la ultraderecha

¿Estamos atrapados entre el populismo y la ultraderecha?
La Organización Mundial de la Salud dice que probablemente hay contagiadas por COVID-19 más de 700 millones de personas alrededor del mundo; por su parte, la Secretaría de Salud mexicana anuncia el cambio de su metodología de medición de contagios y muertes por la pandemia y se prepara como puede (mal) ante la inminente llegada de la influenza. Pero la pandemia ya no es una prioridad real, solo discursiva (¿siempre lo fue?), ahora la cabeza del gobierno está fija en la próxima elección y hará todo para seguir nulificando a las oposiciones partidarias.
Recientemente escuché a una brillante académica y columnista hablar de la oposición en términos poco favorables. Argumentaba que sólo la unión entre partidos opositores les podría abrir las posibilidades de hacerse de mayores espacios. No es la primera vez y no será la última que se digan estas dos cosas: el achicamiento de las oposiciones y la unidad como único medio para crecer. Lo cierto es que se repite esto hasta hacerlo casi un lugar común.
Tal vez sea conveniente que, cuando se hable de las oposiciones débiles, se agregue la palabra “partidarias”. Es cierto que las oposiciones partidarias son débiles, en gran parte como resultado de su pasada forma de hacer “política”. Se puede decir que están “castigadas” por el electorado, pero no se crea que por corruptas, sino por ineficientes, ostentosas y distantes. En términos concretos, los agentes políticos de la 4T y su gobierno están resultando tan corruptos como sus antecesores y más ineficientes, pero están envueltos en una capa (solo aparente) de sencillez y cercanía con el “pueblo”.
Pero hay otras oposiciones que crecen a través de vías poco visibles, subterráneas, que apenas estamos empezando a ver. Entre esas otras oposiciones hay de toda gama: colectivos feministas, grupos empresariales, clases medias organizadas y desorganizadas, agricultores, periodistas, académicos, intelectuales, etc. Son muchas oposiciones, no están conectadas entre sí, pero hoy representan más y son más fuertes que las oposiciones partidarias. En no pocas ocasiones son más aguerridas que las oposiciones partidarias, apoltronadas en sus oficinas y pequeñas disputas.
Una de estas oposiciones es FRENA. Para sorpresa de muchos, esta organización ha crecido de manera importante. No es tan grande ni tan poderosa, pero su presencia es llamativa, tiende a aumentar su número y su peso. Se dice que es una organización con un perfil de extrema derecha y tal vez sus líderes más importantes lo son, pero sus contingentes tienen una variada opinión acerca de muchas cosas.
¿Qué es lo que, entonces, los une? FRENA está unido alrededor de una demanda básica: que renuncie López Obrador a la presidencia. A quienes pertenecen a este movimiento no suelen importarles los aspectos legales del planteamiento ni quién lo sustituya. Es una demanda unificadora, sencilla y enormemente eficaz ante un gobierno que comete desatinos a diario y una realidad que deteriora a grandes pasos la calidad de vida. El presidente López se ha burlado de este movimiento y su demanda, pero tal vez no se da cuenta de que tiene un potencial enorme.
Como los del presidente López, los presupuestos de FRENA parten de la desconfianza hacia los políticos y los partidos y la confianza en “los ciudadanos”, abstractos e inexistentes seres que se destacan por su pureza y probidad. Postulados cómodos, pero falsos. La res publica es eminentemente política, negarlo es esconderse con un propósito. También en esto se parecen los contrarios.
Muchos consideran que FRENA es un movimiento de clases medias con cierto nivel de vida por el hecho de que algunas de sus manifestaciones las hicieron en auto. Tal vez empezó así, pero FRENA ha crecido hacia arriba y hacia abajo del espectro socioeconómico. Otro error de percepción de analistas y periodistas.
Curiosamente, FRENA está diseñada para crecer ante los ataques, igual que en su tiempo el López opositor. Mientras más sea atacada y descalificada más gente tenderá a unirse al movimiento porque este “sí hace algo”, a diferencia de partidos y personajes opositores. Esta creencia puede radicalizar al movimiento. Los ataques del presidente López también.
En los finales de los años 70, un grupo de priistas tuvo la acertada idea de que era mejor institucionalizar a las oposiciones que dejar que crecieran al margen, con el riesgo de que se radicalizaran hacia expresiones más confrontativas. No hay esa claridad en este gobierno, que tiende a azuzar al que se oponga. Empuja a la radicalización de ultraderecha o ultraizquierda a grupos y personajes, confiando en su propia fuerza política.
Negocio peligroso en un país violento.