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Opinión

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Recuento de la tormenta peruana

Después de que Perú se quedara sin presidente por segunda vez en menos de siete días, el Congreso nombró a Francisco Sagasti, miembro de la única agrupación política que rechazó la destitución de Martín Vizcarra (el Partido Morado) para que asumiera el cargo.

La presidencia del Perú programada para ser ejercida por un período de cinco años, en los últimos 4 años y medio ha tenido cuatro presidentes diferentes; tres de ellos dentro de un periodo de nueve días. En este lapso, Perú enfrentó una de las peores crisis políticas, institucionales y sociales de la época moderna (y en tiempos de Covid-19).

La situación que se vivió en este país pareció digna de una novela escrita por el mismo Vargas Llosa. Un juicio político organizado por el Congreso contra Martín Vizcarra, el segundo presidente que ocupó el cargo en este periodo tras vivir en la tranquilidad de la Embajada de Canadá, cuando Pedro Pablo Kuczynski dimitió. A Vizcarra se le señaló de una presunta “incapacidad moral permanente” tras acusarle de recibir sobornos a cambio de conceder licencias de obras públicas entre 2011 y 2014.

Pero lo de Vizcarra no fue un juicio tradicional, de esos que en los últimos años han rondado a los presidentes de este país andino. Todo lo contrario, este ha sido considerado por muchos como un golpe de Estado perpetrado por el mismo Congreso, pues desde su llegada con la bandera del combate a la corrupción, Vizcarra incomodó a más de uno que resultaron investigados por lavado de dinero, abuso de autoridad e incluso homicidio.

Y llegó luego Manuel Merino, quien orquestó la crisis política que culminó con la salida de Vizcarra, y con él una ola de protestas de proporciones históricas. Carteles con la insignia “Merino NO es mi presidente” y “Usurpador” llenaron las calles desde el 9 y hasta el 14 de noviembre en multitudinarias marchas encabezadas por jóvenes, principalmente de la generación Z que se han vuelto actores de primera relevancia dentro de los movimientos sociales.

El 14 de noviembre fue el día más trágico y el que detonó la renuncia de Merino. Los manifestantes que acudieron a la segunda Marcha Nacional en Lima se enfrentaron a una severa represión por parte de la policía, que los recibió con bombas y perdigones. Esta afrenta ocasionó numerosos lesionados por heridas graves, entre ellos periodistas, y concluyó con el lamentable fallecimiento de dos jóvenes de 22 y 24 años. La revuelta en las calles no fue en vano. Los estragos llevaron a que el gabinete que apenas había juramentado renunciara sistemáticamente.

Y otra vez la maldición alcanzó a la Casa de Pizarro. Merino se convirtió en el séptimo presidente consecutivo de Perú en salir por la puerta de atrás.

La llegada de Francisco Sagasti como una figura de relativo consenso, bien visto tanto por la izquierda como por la derecha, parece empezar a sentar las bases que han propiciado la pacificación del país. Después de nombrar a un nuevo y flamante gabinete, Sagasti cambió a las cabezas de los mandos policiales como respuesta a la violenta represión vivida en el efímero gobierno anterior, lo que ha logrado dotarle de mayor legitimidad en esta complicada transición.

Y llegó la calma después de la tormenta, o esperemos que así se mantenga por lo menos hasta el 11 de abril del próximo año que se celebren las elecciones generales. En todo caso, la tormenta peruana ha culminado para dar lugar a una tensa zozobra. Sagasti tiene frente a sí la tarea de comenzar a ordenar la casa tras el caos político de los últimos años. Lo que le faltará, sin duda, es tiempo.

*Consejera editoral de Globalitika.

@apsandovalm

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