Salud mental e inseguridad alimentaria

El pasado 10 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental, para concientizar sobre la importancia de la salud mental como un eje primordial para el bienestar y desarrollo humano.

La salud mental es una de las grandes preocupaciones a nivel mundial, pues se considera que las enfermedades mentales como ansiedad y depresión serán los males del siglo XXI. Las prevalencias de estos padecimientos en ocasiones están sub – representadas, debido, en parte, a que las personas que lo padecen pueden estar renuentes a pedir tratamiento y también, porque en algunas generaciones el estigma social de padecer una enfermedad mental es todavía muy fuerte. Existe una gran brecha generacional en la manera en la que las personas se relacionan con su salud mental, siendo las generaciones más antiguas quienes se muestran más renuentes a pedir ayuda, pues no se considera que estos padecimientos sean equiparables a cualquier otra afectación de la salud en el tema físico.

Además, el tema de la salud mental es sumamente complejo y multifactorial. Uno de los grandes ejes de estudio de la relación entre alimentación y salud mental, considera los efectos de la inseguridad alimentaria en el padecimiento de ansiedad y depresión. ¿Cómo se puede ser productivo, enfocado y resiliente emocionalmente si una de las necesidades básicas como lo es la alimentación no está cubierta adecuadamente? ¿Cómo concentrarse en el desarrollo de capacidades físicas e intelectuales si no se tiene la certeza sobre la ingestión de comida al día siguiente? ¿Cómo concentrarse en cultivarse o en superarse si se siente verdaderamente hambre?

Un estudio publicado en BMC Health evaluó la inseguridad alimentaria causada por la pandemia de Covid-19. Se encontró que el riesgo de padecer una enfermedad mental, como ansiedad o depresión, se triplica cuando se vive en inseguridad alimentaria en comparación a cuando una persona pierde un empleo. Quienes de por sí ya eran vulnerables a la inseguridad alimentaria, vieron recrudecidas las condiciones para poder conseguir alimento.

Padecer inseguridad alimentaria, además, provoca en las personas un sentimiento de vergüenza y culpa, que se demuestran socialmente y que hacen más difícil la búsqueda de alternativas o ayuda para solucionar la inseguridad alimentaria. Las personas que viven en inseguridad alimentaria tienen un riesgo del 257% de padecer ansiedad y 253% de padecer depresión. Estos resultados muestran que el tema de la inseguridad alimentaria no sólo se soluciona con programas de abastecimiento de alimentos, sino que es necesario un acompañamiento integral en las poblaciones vulnerables, puesto que padecer estas condiciones, no se soluciona necesariamente con la proveeduría de alimentos. Resulta también significativo que en muchas ocasiones el estrés continuo de padecer depresión o ansiedad hace que algunas personas normalicen como parte de su vida algunos de los síntomas de estos padecimientos.

Además de todo el estigma social y la desinformación alrededor de los padecimientos de salud mental, es un hecho que el tratamiento también incluye una intervención multifactorial, que muchos sistemas de salud en el mundo están lejos de ofrecer. Es de suma importancia atender las diferentes variables que impactan en la salud mental de la población desde etapas tempranas, pues se augura que los padecimientos de salud mental sean la nueva epidemia del siglo XXI, con altos impactos en el bienestar, la economía, la seguridad y la productividad de las poblaciones afectadas por estos males. El poder acceder a una alimentación adecuada, suficiente y equilibrada debería de ser una prerrogativa para todas las personas.