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Opinión

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Salud mental en jaque

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los problemas psicológicos se han multiplicado peligrosamente en el mundo durante los meses que llevamos de enfrentar de una u otra forma la pandemia del Covid-19. 

Las investigaciones realizadas por parte de esta organización en distintas partes del mundo han encontrado que al menos dos de cada tres personas adultas presentan alguna alteración emocional derivada del sufrimiento provocado por el incontrolable virus.

Los síntomas que se presentan con mayor frecuencia en la población en general (sanos, enfermos o supervivientes) son los altos niveles de ansiedad y estrés que se expresan en cada segmento poblacional con diferente forma e intensidad. Pero el asunto es aún más delicado en subgrupos específicos. Los trabajadores de la salud, por ejemplo, médicos y enfermeras que han estado en primera línea durante el tratamiento de enfermos por el coronavirus presentan un desgaste especialmente profundo de su situación emocional a consecuencia de su enfrentamiento constante a la frustración, responsabilidad, tensión y trato cotidiano con la muerte. 

Igualmente, los empleados administrativos de hospitales o centros de atención a público han sido reportados con secuelas significativas en su equilibrio mental por las difíciles situaciones que han tenido al interactuar con personas con altos niveles de ansiedad, miedo y/o depresión. 

Otros grupos muy afectados son los adultos mayores, los niños y jóvenes, los que han perdido recientemente su trabajo, así como las personas con problemas mentales preexistentes. Mención aparte merecen los que han sobrevivido a la enfermedad y que pueden sufrir alteraciones tan serias como el estrés postraumático, desinterés generalizado, problemas de atención, insomnio o depresión, entre otras afectaciones que desde luego inciden en su calidad de vida y obviamente en su productividad. 

El panorama es desolador ya que, de acuerdo con los datos recabados por distintas instituciones de salud, también han aumentado los intentos de suicidio y el número de individuos que finalmente logran quitarse la vida. Terrible.

Lo más grave de este triste recuento de secuelas del coronavirus es que debido al exceso de solicitudes de atención psicológica en todos los continentes, no se ha logrado atender debidamente este problema, lo que ha devenido en una lamentable situación para millones de seres humanos. 

La OMS ha reportado que el 93% de los países han visto como la pandemia ha afectado o francamente rebasado sus servicios de salud mental, de por si insuficientes en México y en otras naciones del mundo. 

El aumento de las cargas de trabajo y el esfuerzo adicional necesario para cumplir con nuestras respectivas actividades durante la pandemia conllevan un desgaste psicológico enorme que seguramente y de no ser atendido eficazmente tendrá efectos a corto, mediano y a largo plazo no solo en el bienestar de los seres humanos sino en el desarrollo económico y productividad en todo el planeta.

La OCDE ha señalado que muchos países desarrollados han ampliado importantemente los apoyos para la salud mental de sus ciudadanos y están atendiendo preferentemente a médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud para que puedan manejar la fatiga y angustia psicológica en estos tiempos especialmente difíciles para ellos y en general para los casi ocho mil millones de habitantes de la tierra.

Desgraciadamente en México el austericidio y las carencias que sufrimos en lo básico, en todos los órdenes, me hacen pensar, como ciudadana y como psicóloga, que estamos muy lejos de poder contar con una estrategia que cure el dolor y sane las heridas emocionales que hemos padecido todos durante la invasión de estos personajes invisibles que nos han puesto en jaque.

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