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Suspensión de Santa Lucía, una paradoja de confianza
En octubre se cumple un año de la primera decisión que marcó un antes y un después en la confianza en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
La obra faraónica del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en Texcoco irremediablemente recordaría por siempre a Enrique Peña Nieto como su promotor. Un proyecto con todas las bondades para haber sido, quizá, el único buen legado del priista.
Era demasiado para el ego de un grupo que quería llegar a romper con todo lo pasado y pretender refundarlo desde los cimientos, por eso se hacen llamar la cuarta transformación. Por eso es que, con todas las artimañas del populismo, como las consultas simuladas y la infalible opinión del pueblo bueno, López Obrador decidió tirar la obra a la basura, con todo y su avance de 30% y los millones de pesos ya invertidos.
Citibanamex lo entendió muy bien y llamó a este episodio “el error de octubre”, en clara alusión al “error de diciembre”, que recuerda aquel momento en que pasamos del sueño del primer mundo a la peor crisis bancaria contemporánea.
Cancelar el NAIM fue ciertamente un error garrafal de un gobierno que en ese entonces no había tomado posesión, pero que tenía pleno ejercicio del poder ante la criminal ausencia del gobierno priista que seguía en funciones.
Cancelar la construcción del NAIM para dar paso al absurdo y mediocre plan de la red aeroportuaria, encabezada por la terminal de Santa Lucía, un aeropuerto lejano, con problemas de operatividad, reprobado por las líneas aéreas y las autoridades de la aviación mundial, era no sólo un golpe al sentido común, sino a la confianza.
El mensaje era uno y era claro: por más absurdo, costoso e inoperante que sea, si lo quiere el presidente López Obrador se hace y punto. Depreciación cambiaria, suspensión de inversiones, baja en la actividad económica, todas estas, y más son calamidades desatadas por la decisión de un hombre a quien los mercados ya veían con recelo por el estilo autoritario que prometía.
La base militar de Santa Lucía tiene unos niveles de seguridad que ya quisiéramos el resto de los ciudadanos. Es prácticamente imposible saber si ahí se llevan a cabo obras de construcción del aeropuerto que el presidente quiere que se llame Felipe Ángeles. Se supone que, por disposición judicial, ahí no debería estar ocurriendo nada. Y es justamente esa intervención del Poder Judicial en este caso lo que constituye una afortunada paradoja que puede regresar un poco la confianza en las instituciones.
El juzgado V de Distrito en Materia Administrativa de la Ciudad de México concedió una suspensión definitiva que frena la construcción del aeropuerto de López Obrador en Zumpango, Estado de México.
No puede seguir la obra en la base militar de Santa Lucía hasta que no se concluya uno de los juicios de amparo que está en procedimiento. Además de que impide a este gobierno seguir con su alarmante idea de destruir los avances del NAIM a través de la inundación de la obra.
Es una afortunada paradoja, porque si bien anticipa que habrán de pasar muchos años más antes de que la Ciudad de México tenga un aeropuerto sustituto o alterno al actual, a pesar de ser tan urgente desde hace muchos años, pero al mismo tiempo da la esperanza de que si el presidente y todos los funcionarios que le acompañan acatan esta decisión judicial, estaríamos dentro de los márgenes del juego democrático que muchos ven amenazado.
Vamos, si se logra que López Obrador respete ésta y otras decisiones judiciales, será sin duda un abono a la confianza.