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Fuego y Furia: la geopolítica trumpista en Ucrania
El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca ha encendido el debate sobre cómo manejará la guerra entre Rusia y Ucrania. El expresidente ha prometido una resolución rápida, asegurando que podría terminar el conflicto en menos de 24 horas. ¿Qué subyace detrás de esta promesa? La “Paz a través de la fuerza". Aquel axioma atribuido al Emperador Romano, pero que Trump ha hecho suyo desde 2017.
En su campaña, Trump cuestionó el apoyo estadounidense a Ucrania, calificando al presidente Volodymyr Zelensky del “mejor vendedor del mundo”, en alusión al apoyo multimillonario que Washington le sigue otorgando. En contraste con la administración Biden, Trump reducirá el apoyo militar y económico a Kiev y podría exigir a Ucrania a aceptar concesiones territoriales y una promesa de neutralidad temporal frente a la OTAN. Ideas respaldadas también por su próximo vicepresidente, JD Vance.
Además del giro político hacia Ucrania, Trump redefinirá la relación con Europa. La elección de Marco Rubio como secretario de Estado y de Elise Stefanik como embajadora ante la ONU refuerza su postura de firmeza y coacción. El próximo presidente considera esencial este enfoque para mantener la paz, alentando incrementos en sus gastos militares como medida disuasoria.
Pese a que Bruselas manifiesta su respaldo a Ucrania, sus recursos y capacidades no son comparables a los de Estados Unidos. Ucrania necesita a Washington para ganar la guerra. El apoyo europeo a Ucrania es vital, no solo por razones éticas y liberales, sino para contener al oso ruso y, por extensión, limitar la influencia de China en el conflicto, considerando su anuencia con el envío de tropas norcoreanas al frente de batalla. En el presente subyace la amenaza putinista de destruir una base militar en Polonia e intimidar con su narrativa codiciosa frente a los bálticos.
Esto deja a la Unión Europea con la tarea de persuadir a Trump de que un triunfo ruso en Ucrania fortalecería a Beijing. China, aunque sin brindar apoyo militar directo, ha exportado a Rusia tecnologías de doble uso y mantiene fuertes lazos comerciales con la compra de petróleo y gas rusos. En este contrabalanceo, Trump buscará contener a China mediante presiones arancelarias, controles más estrictos a las exportaciones de tecnología y en advertir a sus países amigos en Asia que “dejen de gorronear” la defensa de Washington a favor de sus intereses de seguridad.
Con Trump al mando, la geopolítica readquiere un tono confrontativo y unidireccional. La visión del “America First” se plasma en una diplomacia transaccional y dispuesta a desafiar las normas establecidas del multilateralismo tradicional y sin Washington como garante incondicional, la ecuación para que los socios occidentales asuman más responsabilidades en el orden regional e internacional.
Trump, en su segundo y último mandato querrá dejar una huella indeleble. La amenaza de fuego y furia permanece latente y su aliento por una “paz impuesta” la sustenta su hiper-poder reflejado en las mayorías rojas conquistadas en el Capitolio, la Corte y el apoyo del voto popular. Mientras tanto, el futuro de Europa se envilece ante el proyecto primitivo putinista.
*Consejera de la Junta Directiva del COMEXI.