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INEGI cumplidor

OpiniónEl Economista

Como había sido anunciado, el pasado 8 de noviembre, el INEGI hizo pública la “Estadística de Defunciones Registradas (EDR) en 2023”. Ese día, como todos los años lo hace, difundió un comunicado de prensa de 51 páginas con la descripción habitual de las defunciones por edad, sexo, causa y entidad federativa. Además, en la página electrónica del INEGI se puede acceder a la documentación, tabulados y microdatos para realizar el análisis estadístico de las defunciones en México. Actualmente la serie de tiempo abarca 34 años (1990 a 2023) e integra un poco más de 19.5 millones de registros individuales. 

A diferencia de INEGI, usando exclusivamente dos dimensiones de calidad de los registros vitales: la oportunidad y la precisión, se muestra una descripción con claro-obscuros que pueden repercutir en la credibilidad del reporte. La oportunidad es un atributo que implica la disponibilidad de los datos en un tiempo adecuado para que puedan ser utilizados de manera efectiva en la toma de decisiones. Si las defunciones de 2023 se publican a principios de noviembre de 2024 el rezago es de 10 meses, lo cual, para el orden de magnitud del número de defunciones coloca al INEGI en un nivel muy competitivo a nivel mundial. Es decir, la institución cumple con su trabajo en tiempo.

Por otro lado, la precisión se refiere a la exactitud de los datos recolectados. Esto implica minimizar errores en el registro de información esencial, como fechas, edades, género, lugares y causas de defunción. Según INEGI la recopilación de datos es una labor compleja que involucra, al menos a tres dependencias de Gobierno más. La Secretaría de Gobernación a través de las oficialías del Registro Civil; la Fiscalía General de Justicia del Estado a través del Servicio Médico Forense (SEMEFO) y la Secretaría de Salud a través de la Dirección General de Informacion en Salud y el Centro Colaborador de la Clasificación de Enfermedades. Para tal efecto INEGI describe el proceso de la siguiente manera: “…Los datos se obtienen a partir de los certificados de defunción que suministraron las Oficialías del Registro Civil y los Servicios Médicos Forenses. La información se complementó con las actas de defunción del Registro Civil y con cuadernos estadísticos que proporcionaron las Agencias del Ministerio Público… los datos que integran las EDR los suministraron 4,959 fuentes informantes. Así mismo INEGI establece …la información considera el proceso de confronta con la Secretaría de Salud para cuatro grupos: defunciones maternas, muertes de menores de 5 años, agresiones (presuntos homicidios) y las provocadas por causas sujetas a vigilancia epidemiológica (incluyen las que causó la COVID-19)…” Como se puede constatar con la lectura, se trata de un trabajo titánico de coordinación institucional y compilación de datos. Cabe resaltar que la confrontación entre INEGI y SSA se realiza desde hace 20 años para mejorar la precisión de los registros de las causas de muerte mencionadas anteriormente.

Refiriéndose solo a 2023, INEGI dice “…en México se contabilizaron 799,869 defunciones registradas…pero… 779,239 (97.4 %) ocurrieron en el año de referencia. Las restantes sucedieron en años previos…” De hecho si se sigue la serie histórica, sería hasta dentro de dos años (2025) cuando estaríamos acercándonos al total de muertes ocurridas en 2023. Este rezago en el registro se explica en parte porque las oficialías del Registro Civil en el país cierran las dos últimas semanas del año y las familias registran la mayor parte de las defunciones ocurridas en esos días en los primeros tres meses del año siguiente o con mayor retraso, pero también se retrasa el registro por otras barreras geográficas y económicas. En el mejor de los casos, se puede decir que la mejor aproximación al total de defunciones ocurridas por el momento se queda en 2021 y no en 2023 que es el año de reporte. Lo anterior le resta precisión a las fechas en que ocurrió la defunción

Dado que la precisión es clave para asegurar que los datos sean representativos de la realidad, llama la atención que en 2023 se registraron 3,393 defunciones en las que se desconocía la edad enla que sucedió la muerte. Del total de las defunciones, esta imperfección representa 0.44% lo cual puede resultar insignificante dado el volumen de las defunciones, pero no lo es cuando el análisis se hace por causa de muerte. 55% de las defunciones con edad imprecisa fueron homicidios, 8.2% cardiopatías isquémicas y 6% accidentes de vehículo de motor. En otras palabras, de los 32 mil homicidios registrados en 2023, en 6.8% se desconoce la edad.

De acuerdo con la entidad federativa en donde ocurrió el homicidio, Baja California es el de mayor desconocimiento en la edad del homicidio (26.5%); le siguen Tamaulipas, Sinaloa y Zacatecas (10 a 15%). Llama la atención que 15% de los homicidios en los que se desconoce la edad, también se desconoce el lugar en donde ocurrió la muerte violenta (318).

En 2023, 1 de cada 7 muertes fueron certificadas por médicos forenses, pero si nos enfocamos a homicidios, 95% fueron certificadas en ese servicio. Lo que no se explica es porqué en 1,951 homicidios se desconoce la edad si se supone que esas defunciones fueron sometidas a autopsia por un médico forense y además contaban con una averiguación previa de la policía. ¿Será que la confronta que hacen INEGI y SSA es solo para conocer el volumen de muertes y no para mejorar o corregir el contenido de los certificados de defunción? Se entiende, aunque no se acepta, que en las causas de muerte no violentas la imprecisión de la edad puede estar relacionada con errores de registro o de transcripción, falta de documentación oficial, confusión de los familiares, diferencias culturales con respecto a la edad y desconocimiento por ausencia de familiares y de hogar.

Desconocer la edad de las defunciones detecta una falla en la calidad del sistema de estadísticas vitales que hay que corregir. Para fines de la gestión en salud pública acarrea distorsiones en la construcción de indicadores de salud o en la asignación de recursos y el diseño de programas. El problema se puede mitigar a partir de acciones coordinadas sobre todo en esta época en que los sistemas de información en la Secretaría de Salud se van a digitalizar. Hay que mejorar los sistemas de recolección y registros de datos. Al respecto se requiere contar con modelos estandarizados de validación del registro de la edad de muerte usando otras fuentes de datos, como la CURP o el registro de nacimientos.

En México, el INEGI ha mejorado la oportunidad de los reportes. Sin embargo, aún existen desafíos en áreas rurales y en zonas con poblaciones vulnerables, donde el subregistro y los retrasos persisten. La oportunidad en los reportes de estadísticas vitales es fundamental para la eficacia de las políticas de salud pública. La implementación de sistemas digitales, la capacitación del personal y la mejora de la infraestructura en zonas remotas son claves para reducir los tiempos de registro y mejorar la utilidad de las estadísticas vitales en la toma de decisiones

En resumen, queda claro que entregar en tiempo no es suficiente, se necesita cubrir los atributos de precisión, de cobertura, oportunidad, accesibilidad, confiabilidad y pertinencia, para que la entrega en tiempo y forma sea aceptable. En entregas posteriores haremos mención a la precisión de los lugares en donde ocurrió o residían las personas que murieron y de las causas de muerte. Aún resta mucho de qué hablar. Las áreas de oportunidad en materia de calidad son amplias y transitables en el corto plazo.

*El autor es profesor Titular del Dpto. de Salud Pública, Facultad de Medicina, UNAM y Profesor Emérito del Dpto. de Ciencias de la Medición de la Salud, Universidad de Washington. Las opiniones vertidas en este artículo no representan la posición de las instituciones en donde trabaja el autor.

rlozano@uw.edu; rlozano@facmed.unam.mx; @DrRafaelLozano

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