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Opinión

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Vamos en sentido contrario

Si los recién nombrados ganadores del premio Nobel de economía tienen razón, el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum va en sentido contrario de lo que ellos consideran necesario para el desarrollo de un país.

En su libro “PORQUE FRACASAN LOS PAÍSES”, los autores Daron Acemoglu y James A. Robinson, afirman que los países fracasan por tener gobiernos autoritarios y por no contar con instituciones políticas y económicas democráticas, abiertas a la iniciativa personal y la participación libre de la gente.

Para los autores, la democracia y una auténtica división de poderes son requisitos indispensables para el establecimiento de instituciones que permitan la innovación y el desarrollo económico. Instituciones políticas democráticas crean instituciones económicas que promueven la apertura a las iniciativas personales que son la base del desarrollo económico. Dejan claro que no es el clima, la cultura o el medio ambiente lo que hace la diferencia en el desarrollo entre países o ciudades, la diferencia está en las instituciones políticas y económicas.

Ponen como ejemplo la ciudad de Nogales de ambos lados de la frontera, el medio ambiente, la cultura y el origen de las personas son las mismas, sin embargo, los niveles de desarrollo son muy diferentes. Del lado americano son muy superiores porque contaron con instituciones políticas democráticas, mientras el lado mexicano, hasta hace pocos años, estaba bajo el control de instituciones poco democráticas que concentraban el poder y limitaban el desarrollo.

Ponen como ejemplo el desarrollo de Inglaterra, que desde 1688 a través de una revolución transformó la política y por tanto también la economía del país. El pueblo luchó para alcanzar sus derechos políticos y los utilizó para ampliar sus oportunidades económicas.

En México son pocas las etapas de nuestra historia en que hemos tenido instituciones políticas que garantizaran una auténtica democracia. No fue sino hasta 1994 cuando tuvimos una Corte independiente del ejecutivo y hasta 1997 un congreso plural en el que ningún partido tenía mayoría. En la mayor parte de nuestra historia ambos poderes estuvieron supeditados al presidente de la república y sujetos a decisiones del gobierno. La corrupción, la falta de estado de derecho, la discrecionalidad para apoyar a ciertos grupos y la concentración de la riqueza en pocas manos, es producto de la falta de democracia y contrapesos.

La reforma del poder judicial aprobada va en sentido contrario de una auténtica división de poderes que garantice el estado de derecho y los contrapesos necesarios para evitar la corrupción y la eliminación de los órganos autónomos, deja a discreción del gobierno, quién y cómo se puede participar, la transparencia y las reglas de competencia.

Con las reformas que promovió en su tiempo Lopez Obrador y que está culminando Claudia Sheinbaum vamos en sentido contrario de consolidar una autentica división de poderes. Por mucho que digan que sus reformas promueven la democracia porque participa la gente en la elección de ministros, magistrados y jueces, la realidad es que abre las puertas a la intervención del gobierno y su partido en su elección. Ya se controla desde la presidencia al poder legislativo y si así lo deciden, pueden también controlar al poder judicial. No es todavía el fin de nuestra democracia, pero esta va a estar en manos de la voluntad de Claudia Sheinbaum y su partido, lo cual no es muy democrático.

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Ciudadano interesado en las soluciones para el país y la Ciudad de México. Político mexicano, ha sido diputado federal (1988-1991), senador (2000-2006) y jefe delegacional de Miguel Hidalgo (2009-2012)

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