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¿Qué tipo de izquierda?
Con Claudia Sheinbaum (CS), México tiene por primera vez en su historia lo que puede calificarse como un gobierno auténtico de izquierda, ya que la presidenta proviene desde su juventud, directamente de un activismo de extrema izquierda. No fue el caso de AMLO que se formó en el PRI y luego encabezó un gobierno populista de un rotundo fracaso. Tampoco fue el caso de Lázaro Cárdenas, quien más bien compatibilizó el nacionalismo revolucionario del PRI con rasgos fuertemente socialistas. En América Latina se tienen ahora cuatro gobiernos de izquierda: Boric en Chile, Lula en Brasil y Petro en Colombia. Pero los cuatro tienen grandes diferencias y matices que son tema de discusión aparte.
Para enfatizar su radicalismo de izquierda, CS utiliza una simbología que se denota en sus gestos y lenguaje. Por ejemplo, nunca un presidente había enarbolado el puño cerrado en alto en actos públicos. De acuerdo con estudiosos de la ciencia política, ello es un símbolo de resistencia hacia una élite dominante de un sistema económico injusto, unidad de las masas para esa lucha, y solidaridad y victoria social contra la opresión, la injusticia y la desigualdad. Así que vayámonos acostumbrando a la imagen de una presidenta con el puño en alto.
De igual forma, la utilización del vocablo “pueblo” tiene un profundo significado histórico, social y político para los militantes de la izquierda. El término evoca una idea de comunidad, identidad colectiva y lucha común contra la opresión de la élite política y económica que en su visión es privilegiada y “no son pueblo”. Sólo el pueblo tiene legitimidad democrática. Este discurso es divisivo y socialmente polarizador. Estribillos favoritos son "gobernar para el pueblo" o "el poder del pueblo" que resaltan la idea de sólo tomar en cuenta en sus decisiones políticas a la mayoría que los llevó al poder. Las minorías opositoras son ignoradas. Fácilmente se puede caer en el abuso de la utilización de ese vocablo y terminar en demagogia, como lo ha hecho CS: “las mañaneras del pueblo”, “la voluntad del pueblo de reformar al sistema judicial”, “el pueblo se opone a que ocho magistrados mantengan sus privilegios”, etcétera. El discurso termina siendo etéreo y falaz, pues pueblo somos todos, no se debe discriminar en favor de sólo un segmento de la población. Esto último es un sello característico de la 4T.
El riesgo de estos radicalismos de izquierda es que pueden desembocar en actos violentos y de lucha. Claramente buscan dividir y crear encono social, algo que AMLO llevó a la práctica todos los días sin ser un político radical de izquierda.
Más allá de los simbolismos izquierdistas, está por verse qué tipo de gobierno de izquierda será el de CS. Será desde luego un gobierno anclado en el populismo y que continuará con varios de los postulados de AMLO, por ejemplo, la doctrina económica del “humanismo mexicano” que ciertamente no se entiende a qué se refiere.
En todo caso requerimos una izquierda que sea pragmática, democrática, tolerante, que no divida, que dialogue con todos y que se comprometa con una política económica responsable. En ese sentido, podríamos aprender mucho de Chile.