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Opinión

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Transición con alambre de púas

Sin herencia sucesoria. La sucesión transexenal más bien acumula deudas y minas explosivas sembradas a todo lo largo del camino.

La posibilidad de una transición transexenal de terciopelo se evaporó hace tiempo. O más bien, se fue erosionando de manera gradual desde antes de la celebración de las elecciones. De hecho, uno de lo factores aceleradores fue la decisión de aplicar expansionismo fiscal por motivos electorales. Ya se lanzaron los cuetes en grandes cantidades. Y hacia adelante habrá que recoger las varas, que son muchísimas. O como lo dijo alguna vez de manera brillante Milton Friedman: no hay tal cosa como un almuerzo gratis. Todo cuesta y todo tiene que pagarse. Y el gran agravante es la tendencia al estancamiento en la que se encuentra atrapada la economía mexicana.  

A las grandes dificultades que enfrentará México durante el 2025 para corregir su déficit fiscal se refirió un documento reciente del equipo para América Latina del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF). La agrupación tiene como asociadas a más de 450 instituciones financieras de operación global y cuenta con un equipo de analistas de prestigio y profesionalismo. El punto de partida del análisis del IIF respecto a la situación fiscal actual en México es que el déficit de las cuentas pública se ubica en 6 por ciento del PIB. “El mayor para un año electoral en un registro de cuatro sexenios”. Y frente a ese dato, se presenta la promesa, que se hizo explícita, de reducir el mencionado déficit para el 2025 en aproximadamente dos puntos porcentuales del PIB.

Según la voz autorizada del IIF, se visualizan al menos tres obstáculos principales para que se alcance el objetivo anunciado de corrección fiscal. El primero de esos obstáculos está marcado por la rigidez de los ingresos tributarios ante un entorno de desaceleración económica. El segundo obstáculo se deriva de las inflexibilidades que presenta el gasto público. Inflexibilidades asociadas con los programas sociales en marcha, las empresas estatales muy deficitarias y las inversiones públicas emblemáticas que no pudieron concluirse en el sexenio. Y el tercer obstáculo se refiere a las presiones sobre el gasto y también los ingresos tributarios, de las reformas de corte intervencionista que se han impuesto desde el poder contra viento y marea.

Ya no es posible hablar de una herencia o sucesión del gobierno saliente en beneficio del entrante. Por lo menos, no en el sentido de una transferencia de bienes. La sucesión transexenal más bien conlleva deudas y minas explosivas sembradas a todo lo largo del camino. Hay muchas vulnerabilidades y el secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, lo sabe perfectamente. De ello, los preocupantes rumores sobre la posibilidad de su abandono del cargo. Tal vez percibe o anticipa que se le va a exigir lo imposible. Y nadie está obligado a lo inalcanzable.

Columnista

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