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Política

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¿Amores que matan nunca mueren?: Las infancias, el hogar y el amor (también el propio)

El amor no duele, no incomoda, no lastima y tampoco mata. Sanar las experiencias violentas o tóxicas de la infancia importa. Construir, alimentar y cuidar nuestras redes de apoyo con mujeres, hombres, amigos y familia no sólo es fundamental para el desarrollo, también puede salvarnos la vida.

Rubí Escobedo, Ingrid Escamilla, Lesvy Berlín y Victoria Salas fueron asesinadas de una forma particular: por sus parejas; sus vidas fueron apagadas por alguien que decía amarles. A sus nombres se rinde memoria, a ellas, a todas las mujeres, adolescentes y niñas que han sido víctimas de feminicidio, y a sus familias.

En México entre 9 y 11 mujeres son asesinadas cada día y no es casualidad que cerca de la mitad de los feminicidios se cometan dentro del hogar y por alguien que es o fue cercano a las víctimas. Tampoco es casualidad que una buena parte de las víctimas comparten características sociales, demográficas, económicas y hasta raciales.

Entonces, lo que pasa dentro de los hogares importa, así como importa reconocer que las mujeres –como un grupo– son diversas, y sus situaciones y experiencias de infancia y desarrollo también pueden ser completamente distintas unas de otras.

Todos estos factores se combinan con estructuras de misoginia, corrupción e impunidad que dan paso a que los números crezcan cada vez más y más: en 2021 se registraron 1,004 presuntas víctimas de feminicidio, convirtiéndose éste en el año más violento desde que se tienen registros del SESNSP (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública).

Aunque el pleno reconocimiento de estas violencias ejercidas por razones de género y la creación de procesos específicos para la impartición de justicia son avances importantísimos, las políticas públicas de prevención no han logrado contener esta ola creciente de feminicidios.

Pese a ello, lo que sí ha incrementado es la visibilización de estas problemáticas y la organización colectiva y social que busca derribar estas estructuras de desigualdad y discriminación bajo las que surge la violencia de género. Entre más personas se integran a estos procesos –que hemos llamado de “deconstrucción”–, más seguros son los espacios en los que habitamos.

Primera parada: el amor no lastima y no mata

Mucho se ha expuesto y estudiado el concepto del “amor romántico” como bandera roja respecto de los derechos de las mujeres, su libertad y autonomía. Y lo que es cuestionable no es el amor por sí mismo, sino el amor como un concepto socializado casi aspiracional bajo el que se reproducen violencias, se normalizan y se invisibilizan las diversidades y las disidencias.

En el texto El amor romántico y la subordinación social de las mujeres de Mari Luz Esteban y Ana Távora el “amor romántico” es una especie de vínculo subordinado que no percibe al individuo al margen del amor sexual, menos aún si se trata de las mujeres; una cultura que promueve relaciones desiguales, en la medida que los proyectos y la capacidad de decisión no son equiparables para las personas implicadas en la relación.

Pero para definirlo con más claridad, las investigadoras y expertas en estudios de género han ocupado cientos de películas, series de televisión y libros. Cenicienta que era la trabajadora del hogar de su madrasta y no fue sino rescatada por un príncipe o Ariel que tuvo que sacrificar su voz a cambio de poder estar con otro príncipe.

El amor romántico puede entonces definirse cómo ese concepto que da legitimidad a la creencia de que una mujer sólo alcanza el éxito y la felicidad cuando tiene un hombre –así, en la heteronormatividad– a su lado, sin importar que estén en riesgo la autonomía, el desarrollo individual, la seguridad o la vida misma.

La misoginia combinada con otros sistemas de opresión, como el racismo, el clasismo, la homofobia y la transfobia, conforma estas estructuras bajo las que las violencias se multiplican y quedan escondidas en los rincones de las viviendas.

Y eso de responsabilizarlas o revictimizarlas como si fuera culpa suya estar en círculos de toxicidad y violencia, también es una expresión que surge de este “amor romántico”, de la misoginia, la desigualdad, la discriminación y sobretodo, la falta de empatía.

Construir y reproducir nuevos discursos acerca de las relaciones interpersonales, las relaciones sexuales y las relaciones de pareja es fundamental en el proceso de prevención.

Segunda parada: las infancias y el autoestima importan

Los entornos familiares son determinantes en los círculos de violencia. Las experiencias y procesos cognitivos y de desarrollo en los niños y niñas influyen de una manera importante en cómo se relacionan emocionalmente en su vida adulta, cómo comprenden las emociones y cómo actúan ante situaciones de violencia.

“Desde pequeños los niños y niñas desarrollan lo que conocemos como “hormonas espejo” y se empieza a dar significados a las cosas que se ven; entonces, por ejemplo, cuando se vive en un entorno violento y se observan situaciones en donde los padres se golpean y posteriormente se dicen que se aman, lo que pasa es que inconscientemente el concepto de amor se relaciona con eso y se normalizan estas agresiones”, explica Tatiana Rico, cofundadora de la colectiva de apoyo a víctimas de violencia CrucesXRosas.

En entrevista con El Economista, comentó que justamente estos procesos de caos o crisis en las infancias impactan en el autoestima y esto justamente produce una mayor vulnerabilidad para caer en relaciones tóxicas y dañinas. “Desde la colectiva, hicimos entrevistas a cerca de 1,000 mujeres y cerca del 97% vivieron en entornos no sanos; que abren la puerta a las carencias en el amor propio también, inseguridades y miedos, que las orillan a desconocer conductas agresivas que pueden terminar en violencia psicológica, violencia económica, violencia física, violencia sexual y, en muchos casos, en feminicidio”, comentó.

En promedio, una mujer no logra separarse definitivamente de su agresor sino hasta el séptimo intento. A veces, los intentos se acaban y otras veces, incluso aunque logran salir de una relación violenta pueden entrar en otra. Por eso el proceso de reconstrucción es tan importante y en este sentido, la terapia y atención psicológica también. Hay que sanarlo todo.

Por eso es que desde la colectiva nos enfocamos en guiar a las mujeres a fortalecerse, que reconstruyan su autoestima, porque entonces una vez que se tiene claro que el amor no debe lastimar ni vulnerar ninguno de tus derechos y una vez que se sanan las experiencias de la infancia, esa es la mejor forma de prevenir entrar en relaciones violentas, dijo la también activista, Tatiana Rico.

Tercera parada: las redes de apoyo salvan vidas

El silencio, por muchos años, fue el mejor mecanismo de escala de las agresiones que ocurren dentro del hogar. Pero uno de los grandes triunfos del movimiento feminista contemporáneo ha sido justamente la difusión masiva de los acontecimientos relacionados con la violencia contra mujeres y niñas y la construcción de mecanismos de rescate y espacios seguros para ellas.

Es preciso reconocer que no todas las mujeres tienen la posibilidad de buscar ayuda o construir redes de apoyo, y ahí mismo entra la necesidad de socializar la responsabilidad de erradicar todas las expresiones de violencia de género. Pedir ayuda es un paso gigante que dan las víctimas, pero ofrecerla también.

“Las redes de apoyo salvan vidas y la responsabilidad de construirlas es de todos, quienes visibilizan, denuncian y reprueban la violencia son una contención para las víctimas. En terapia, hemos visto algo muy bonito, en la sesión cero y uno les pedimos a las mujeres que dibujen sus redes de apoyo y no dibujan a nadie, el agresor ocupa tanto en sus vidas que se les olvidan todas las personas a su alrededor. Después, en la última sesión, les pedimos que hagan de nuevo ese ejercicio y hemos visto que dibujan a su familia, gente del trabajo, gente de la colectiva y entonces sí, ahí están sus redes, y así es como se salvan y sanan las vidas”, concluyó la cofundadora de CrucesXRosas, Tatiana Rico.

Si quieres saber cómo puedes identificar la violencia doméstica, familiar o de pareja, lee más aquí: https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/Asi-puedes-distinguir-la-violencia-de-genero-domestica-20181125-0003.html.

Si eres o fuiste víctima de violencia, si estás buscando terapia o si conoces a alguien que se encuentre en esta situación puedes contactar a la colectiva aquí: ayuda@crucesxrosas.org y https://www.crucesxrosas.com/soy-victima.php.

Si tienes alguna situación o duda en particular puedes escribir al correo que adjunto al final del artículo. En una situación de emergencia llama al 911.

ana.garcia@eleconomista.mx

Economista por la Universidad Nacional Autónoma de México. Periodista especializada en género, derechos humanos, justicia social y desarrollo económico.

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