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Termoeléctrica de Altamira: la vieja vecina incómoda del sur de Tamaulipas
Es la cuarta mayor central eléctrica generadora de partículas PM2.5 del país; la quinta en PM10; séptima de dióxido de azufre; en la entidad las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas, están entre las 10 principales causas de padecimientos de muerte.
La central termoeléctrica de Altamira, Tamaulipas, parece un lunar en la matriz energética de ese estado del noreste del país: no sólo es una de las instalaciones más viejas del inventario de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), sino una de las 10 más contaminantes del país, en una entidad que avanza a pasos agigantados hacia la producción de ese insumo mediante el uso de energías renovables.
A lo largo de sus 44 años de historia, ha dejado huella en el aire, el agua y la tierra del sur tamaulipeco y es identificada como una de las vecinas incómodas de los más de un millón de habitantes de la zona metropolitana de Altamira, Ciudad Madero y Tampico, en el extremo sureste del estado, ahí donde el río Pánuco y su cauda de contaminantes parecen impedir que se unan Tamaulipas y Veracruz.
Cuando la vieja “fuma” gas, hasta parece tolerable, pero cuando lo que quema es combustóleo, entonces la cosa cambia, no sólo por el hollín que se esparce, en la mayor de las veces hacia las zonas despobladas del noreste de Altamira, o sobre las ciudades cuando las nubes aquellas buscan salida hacia la huasteca potosina, que es hasta donde van a parar sus inmundicias, sino porque recuerda los daños que ocasiona, con molestias en la vista, la piel y las vías respiratorias.
Y la cosa no para ahí. La agricultura y la ganadería la padecen, pero parecen librarla, sobre todo el sorgo que hasta finge que se habitúa a lo salobre del agua con lo que lo hacen crecer, batalla con las lluvias ácidas y a veces resiste a la cauda de gases cuando alcanzan a bajar al suelo.
Sin embargo, la pesca parece ser la que se ha llevado la mayor parte, pues la “generosa” contribución de la termoeléctrica para fastidiar al ecosistema, se une con los desechos de otras industrias. El resultado, la muerte de animales marinos, de esos que se llevan a la mesa. Unos atrapados cuando todavía ni salen de los huevecillos, pues mueren con el agua caliente que sale de la termoeléctrica y otros muertos por las descargas en el agua al sistema lagunas y al mar.
Apuesta por la energía del aire
Tamaulipas es el segundo mayor productor de energía eléctrica en el país. En sus instalaciones se genera 14% de la electricidad de la nación, mediante el uso de fuentes renovables y no renovables. Altamira aporta más de la mitad.
Durante los últimos años esa entidad le ha apostado a la generación de energía renovable y se encuentra ya en el segundo lugar en la lista de estados productores de energía eólica. Sólo es superado por Oaxaca.
De acuerdo con el gobernador, Francisco Cabeza de Vaca, en el territorio tamaulipeco funcionan 11 parques eólicos con una capacidad de generación conjunta de 1,300 megavatios (MW).
Además, están en construcción cuatro más, aunque todos ellos en riesgo por las nuevas disposiciones del gobierno federal en materia de conexión a la red de distribución nacional por parte de ese tipo de generadores.
Sin embargo, en Tamaulipas, como en el país, la mayor parte de la generación se hace todavía mediante el uso de combustibles no renovables y mediante distintas tecnologías.
De acuerdo con el “Programa de ampliación y modernización de la red nacional de transmisión y redes generales de distribución del mercado eléctrico mayorista (PRODESEN 2019-2023)”, la capacidad instalada para la generación de energía de Tamaulipas está integrada por la central termoeléctrica y de ciclo combinado Rio Bravo (Emilio Portes Gil), administrada por la CFE, ubicada en el municipio de Rio Bravo, la cual funciona con combustóleo y gas y cuenta con una central y cuatro unidades y con una capacidad de generación de 511 MV; la central termoeléctrica de ciclo combinado que funciona con gas de Rio Bravo II, III y IV en el municipio de Valle Hermoso, operada por un productor independiente y que cuenta con tres centrales y nueve unidades y con una capacidad de generación de 1753 MW; la Central Termoeléctrica convencional de Altamira, ubicada en el municipio del mismo nombre, operada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y que funciona con combustóleo y gas, la cual cuenta con una central y dos unidades y con una capacidad de generación de 465 megavatios (MW), así como la central termoeléctrica de ciclo combinado de Altamira II, III, IV y V, operada por un productor independiente, la cual funciona con gas y cuenta con tres centrales y quince unidades con una capacidad de generación de 2,845 MW.
El complejo industrial de la termoeléctrica de Altamira, el cual entró en operación el 19 de mayo de 1976, es una de las principales generadoras de contaminantes en el sur de la entidad.
De acuerdo con la Comisión para la Cooperación Ambiental de México, Estados Unidos y Canadá, esa instalación es la cuarta mayor central eléctrica generadora de partículas con un diámetro aerodinámico inferior a 2.5 micrómetros (PM2.5) del país, con 2,205 toneladas al año; la quinta generadora de partículas con un diámetro aerodinámico inferior a 10 micrómetros (PM10) con 3,025; séptima de dióxido de azufre con 69,479; séptima en dióxido de carbono, con dos millones 925,631 y novena en óxidos de nitrógeno, con 9,052 toneladas.
Ha bajado sus emisiones debido al uso de gas, sin embargo, por tratarse de una planta de ciclo combinado, el uso de combustóleo es siempre una amenaza latente a más contaminación.
En ese sentido, Adolfo Latofsky Luna, dirigente del Frente Mexicano Proderechos Humanos en Tamaulipas dijo hasta hace algunos años una de las principales molestias entre la población era que la termoeléctrica emitía mucho hollín debido a que utilizaba combustóleo, lo cual se elimina si usa gas natural, sin embargo, ahora existe el temor que vuelvan a usar ese combustible.
En ello coincidió con Ricardo Alberto Cruz Haro, presidente de la Asociación de Abogados Ambientalistas de México, pero mencionó que eso es sólo un problema, pues la central también tiene que ver con que el puerto de Altamira sea considerado como el segundo vaso de agua más contaminado del país, sólo superado por Veracruz, debido a diferentes instalaciones que vierten sus residuos a los cuerpos de agua de la zona.
Un impacto que con dificultades se mide
El principal problema relacionado con el impacto ecológico de la central termoeléctrica de ese lugar y, en general, de las diferentes fuentes de emisión de gases al ambiente en la entidad, es la falta de información.
El “Informe nacional de la calidad del aire México 2018” de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), simplemente no tiene registro de esa entidad.
Además, de acuerdo con el “Programa de gestión para el mejoramiento de la calidad del aire del estado de Tamaulipas 2018-2027”, que consigna datos con año base de 2014, refiere que la estación ubicada en el municipio de Ciudad Madero, no contó con medición para los años 2011 al 2014 y, para el año 2015 los datos son insuficientes para estimar el indicador del límite máximo permisible (LMP) de 24 horas y el promedio anual establecido en la NOM-025-SSA1-2014.
De hecho, en general, durante el periodo de evaluación del cumplimiento de la norma de PM10 en Tamaulipas, consignado en ese documento, “la Red estatal de monitoreo atmosférico registró problemas operativos que provocaron que los equipos estuvieran fuera de operación, o bien que generaran poca información, por lo que no se obtuvieron datos suficientes que permitieran evaluar el cumplimiento de los límites normados en las estaciones de Ciudad Madero y Nuevo Laredo”.
Lo que sí se tiene son los datos del “Inventario de emisiones de contaminantes para Tamaulipas”, el cual señala que la generación de energía aporta 7% de las PM2.5 a escala estatal. En Altamira la contribución es de 14.8 por ciento.
Los resultados del análisis por municipio y categoría de emisión muestran que la emisión de contaminantes atmosféricos en el estado se debe, principalmente, a las actividades industriales, sobre todo, petróleo y petroquímica, textil, química y la de alimentos y bebidas.
A escala estatal, y tomando en cuenta las fuentes fijas de contaminantes, la generación de energía eléctrica es la segunda fuente mayor de emisiones de PM10 y PM2.5; la segunda en óxidos de nitrógeno; la primera en monóxido de carbono y la segunda en amoniaco.
En Altamira 9.4% de la emisión de óxidos de nitrógeno se debe a la generación de energía eléctrica.
Miguel Ángel Verástegui Cavazos, representante de la Asociación Mediadora para el Bienestar Inteligente, Ecológico y Normado de Tampico, Madero y Altamira (Ambientam), destacó que se ha documentado que Altamira es una de las zonas de mayor contaminación atmosférica es el sur de Tamaulipas. Sin embargo, “no sabemos qué respiramos”.
Dijo que afortunadamente los vientos son de sur a norte (a donde no hay población) y casi siempre se lleva los contaminantes, pero cuando cambian su dirección entonces inmediatamente la población lo resiente.
Recordó que hace un par de años una empresa generó una grave contaminación y dijo: si les pagó, pero sólo díganme en qué los contamine y en qué proporción. El resultado fue que no pudo medirse y al final no pasó de ahí.
Destacó que la contaminación que genera la central eléctrica se une a la que emiten las empresas de petroquímica y la refinería, lo cual genera un coctel de contaminantes, pero no se tiene evidencia contundente y actualizada de los niveles de contaminación.
Además, llamó la atención que ahora en Tamaulipas no existe representación de alguna dependencia federal para denunciar este tipo de afectaciones, pues la recién creada Agencia de Seguridad, Energía y Ambiente (ASEA) no tiene oficinas en la entidad.
En Altamira, Tampico y Madero, viven más de un millón de habitantes que padecen de la misma manera la contaminación al ecosistema y como los principales contaminantes son empresas federales, no se atienden y la federación no hace caso, añadió.
Todo ello a pesar de que esas empresas deberían respetar el marco legal que existe para controlar sus emisiones, como la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental y la de la ASEA.
Efectos en la salud
En México, de acuerdo con las autoridades de salud, la exposición de la población a la contaminación de aire constituye el primer factor de riesgo ambiental asociado con la mortalidad prematura de la población.
La termoeléctrica de Altamira es una de las 10 mayores generadoras de Partículas PM2.5 y PM10, Dióxido de azufre y dióxido de carbono.
En 2015 la OMS, a través del proyecto de la Carga Global de Enfermedad, reportó que en México casi 29,000 muertes son atribuidas a la contaminación ambiental de las partículas suspendidas.
Además, existe evidencia robusta sobre los impactos negativos en la salud a corto y largo plazo de las PM2.5 en estudios epidemiológicos y toxicológicos en todo el mundo.
El principal efecto del dióxido de azufre sobre la salud es la afectación a la función pulmonar, además de la irritación ocular.
Lo cierto es que en esa entidad y con datos de 2015 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se observa que las pulmonares obstructivas crónicas, están entre las 10 principales causas de enfermedades de muerte en la entidad, pero a una distancia considerable del primer lugar que son las del corazón y la diabetes, que ocupan el primero y segundo lugar.
Sin embargo, los padecimientos respiratorios agudos encabezan la lista de las 10 principales causas de enfermedad en Tamaulipas, muy por arriba de infecciones intestinales que ocupan el segundo lugar.
Para darse una idea, en 2015 se registraron 772,162 casos de infecciones respiratorias agudas y 165,585 de infecciones intestinales.
Con base en esos y muchos datos más, el “Programa de gestión para mejorar la calidad del aire del estado de Tamaulipas” concluye: “La contaminación atmosférica es un factor de riesgo de las enfermedades respiratorias; así como de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón, por lo que vale la pena controlar ese factor de riesgo para disminuir la carga de enfermedad potencial en grupos vulnerables como niños y adultos mayores”.
La pesca mermada
Mayra Bautista, activista social y defensora de pescadores, informó que en Altamira operan alrededor de 2,500 pescadores ya sea agrupados en las 15 cooperativas que ahí existen o bien, con 11 permisionarios que trabajan tanto en el mar como en la laguna, en función de lo que tenga para invertir y son ellos uno de los sectores que más padecen las consecuencias de la contaminación de la central eléctrica.
Por su parte Manuel Cruz, pescador de la zona explicó que el impacto de la contaminación de la termoeléctrica, sumado a la de otras empresas de la región se reflejó inmediatamente en la pesca.
Puso como ejemplo que, en la costa, hace 10 años, tres o cuatro personas en una embarcación de 25 pies pescaban hasta dos toneladas de sierra en un día y hoy no se sacan ni 100 kilos.
En el caso de la laguna, antes en una lancha de 18 pies, dos personas sacaban entre 100 y hasta 200 kilos y ahorita no sacan ni 10 kilos y a veces ni cinco kilos de camarón coctelero.
Subrayó que ha bajado considerablemente tanto la producción del camarón como el pescado de escama de agua marina, así como el de escama de agua dulce.
En esta región del país lo que se pesca son especies marinas como robalo, sierra, cazón, pámpano, los cuales habitan a lo largo de la costa, pero sus poblaciones han sido afectadas por la operación de la termoeléctrica porque al tomar el agua para sus procesos de enfriamiento, jalan los huevecillos y larvas de esos animales y los matan.
Pero eso es apenas un asomo al impacto ecológico de esa vieja central eléctrica que a sus 44 años ya ha visto pasar varias sentencias de salida de su operación y ahora, incluso podría regresar a quemar combustóleo, que cuando vuela por el aire se regodea como carbón en las planicies de esta orilla del Golfo de México.
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