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Affordable Art Fair: ?aires de familia
¿Qué impulsa a una persona que tiene un excedente de dinero o capacidad de endeudamiento y que no es coleccionista a adquirir una obra? En la familia y el hogar, la respuesta.
A la memoria del poeta? Antonio Castañeda, a 13 años de su muerte.
No pude ir más lejos en el acopio de testimonios de mis ancestros. Con cierta fantasía, me quedé atrapado a mediados del siglo XIX.
Los retratos de mis bisabuelas paternas fueron elaborados en acuarela con una sofisticada técnica. Quien los realizó no sólo tenía absoluto dominio de la pintura. Ellas, sus maridos o quizá uno de los hijos, Manuel Encarnación, mi abuelo, no buscaban ser retratadas según la moda y al hacerlo, legar un instante de su vejez para ser admiradas por sus descendientes en el siglo XXI.
Les gustaba el arte en sus variadas expresiones. Familia chiapaneca, el abuelo, abogado que llegó a ser Gobernador interino, destacó en su afán por imprimir a través del arte, un sello propio a su vida. En mis acervos está, por ejemplo, el monumento donde reposan los restos de sus padres. Son las tumbas más bellas del panteón de San Cristóbal. El mármol de Carrara vino de Italia hace poco más de un siglo. Fue esculpido un Sagrado Corazón por un artista italiano de la calle de Tacuba en el Distrito Federal. Otro caso es lo que resguardo de su biblioteca: cada libro lo empastó en cuero con sus iniciales.
Ha sido más difícil la labor, pero la familia de mi madre tiene lo suyo. Donaciano, su papá, fue médico, y gracias a una de sus numerosas hijas, mi tía Tony -erudita profesora de Literatura-, guardó su correspondencia con personalidades de la sociedad michoacana. Católico, el arte sacro fue lo suyo. Su único varón, Leoncio, gustó del violín, en tanto la tía Ava fue maestra de piano y pintora de paisajes. En una casa de la colonia Álamos, don Antonio Silva, amante de las marinas, dio clases a montones de la tribu Vázquez. Así se llenaron las salas de los hogares, junto con otras piezas como jarrones y floreros chinos y españoles adquiridos en la departamental El Puerto de Veracruz.
Esto y más, que gusto de contar cuando se puede, circula en la sangre de mi sobrina Sofía Cruz Rocha, cuyos padres también son transmisores. Por concluir sus estudios en La Esmeralda y recién becada por el Fonca con un proyecto que consiste -qué cosa- en montar en su casa una exposición de su obra, fue invitada a exhibir algo de su trabajo en la Affordable Art Fair, que concluyó hace unos días en Expo Reforma. Algunos de la prole le acompañamos horas antes del cierre de este importante mall que estimula un mercado sumamente complejo por el alto costo que, por lo general, alcanzan las creaciones de los artistas. Más allá de los comerciantes de arte, quedé sorprendido de la cantidad de gente ansiosa por comprar. Las cuentas no son fáciles de sacar, a efecto de poner en valor lo que este evento dejó en los bolsillos de los artistas y, claro, de quienes se fletan en la organización de este modelo de negocio.
Importa en este relato, referir a los códigos culturales y en ellos los de consumo, que llevan a quien dispone de dinero en efectivo o de una tarjeta de crédito para endeudarse, a adquirir un bien de esta naturaleza. Es importante intentar advertir lo que subyace en el comprador que no es coleccionista de cepa o especulador (coyote), dado que la pieza irá de manera definitiva a integrarse al patrimonio cultural de la persona o familia.
Se trata del desarrollo de una sensibilidad de una serie de emociones que conectan a la obra con el comprador. Estos acervos depositados en el ADN que no siempre requieren de ambientes específicos para determinar conductas, pero que tienen en los medios familiares un nicho de cultivo. Cierto, que pese a la carga genética, puede darse la negación: por el propio núcleo que ve modificado el medio, en lo más común, por ausencia de excedentes de riqueza.
Ojalá muchos de los expositores del Affordable Art Fair logren con los años favorecer un dinámico mercado del arte. Aquel que busca tener cerca la conexión entre la emoción del que adquiere, la del artista y el beneficio económico.
(De Antonio Castañeda: ¿Y el amor?/Ah, el amor/una línea de sombra/a la luz/del desencuentro/ ).
eduardo.cruz@eleconomista.mx